A raíz del fallecimiento de Isabel II mucho se habló de su legado y, recordando su infancia, siempre sale a colación la casa de muñecas que le regalaron con seis años inspirada en Peter Pan, el cuento escrito por el dramaturgo británico J.M. Barrie. Esa casa se mandó a construir a escala de la princesa, que entonces era la hija de los duques de York, y nada hacía presagiar que reinaría en el Reino Unido durante setenta años. Sin embargo, esa no es la casita más famosa de la Familia Real, su abuela, la reina María de Teck tuvo una fabulosa, de escala mucho más pequeña y que contiene piezas de más 1.500 de los mejores artistas, artesanos y fabricantes de principios del siglo XX. Esta obra de arte cumple ahora cien años y lo mejor de todo es que está sí se puede visitar en el Castillo de Windsor, a cuarenta minutos de Londres.
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"Esta es una mansión en miniatura como la que podrían vivir el Rey y la Reina... en cada detalle completo", así explicaba el arquitecto Edwin Lutyens, uno de los urbanistas británicos más importantes del siglo XX, que diseño, entre otras cosas, la ciudad de Nueva Delhi, que esta casa no era juguete, era una construcción completa fiel a la vida real, con los mejores materiales de la época y con electricidad, agua corriente, ascensores en funcionamiento y habitaciones perfectamente amuebladas y decoradas, desde las destinadas a la lavandería hasta las habitaciones de los reyes.
En ese proyecto, que se inició en 1921 y se terminó en 1924, participaron las mejores manos de la época, en total fueron 250 artesanos y fabricantes, 60 artistas-decoradores, 700 artistas, 600 escritores y 500 donantes, ya que la idea del regalo fue de la princesa Maria Luisa, prima del rey Jorge V y amiga de la infancia de la reina María, pero el coste y la mano de obra se dividieron entre los productores que ya suministraban a la Casa Real, con el fin de crear un escaparate de la mano de obra británica. De hecho durante el primer año estuvo expuesta en Wembley y luego se trasladó al Castillo de Windsor, a la sala que había diseñado el propio arquitecto y donde ahora mismo se puede visitar.
Es imposible hacerse una idea del nivel de detalle y de la perfección de la escala, pero sirve de ejemplo saber que tanto los cuadros como los libros fueron creados por pintores y escritores de la época, es decir, son obras de arte reales, solo que a escala 1:12, la que se emplea de forma tradicional para miniaturas y maquetas. La bodega está lista para un banquete de gala con una selección de bebidas elegidas personalmente por el comerciante de licores más antiguo de Gran Bretaña y en la despensa hay paquetes de té, aceite, galletas e incluso un congelador de la época; las paredes de la guardería fueron pintadas por Edmund Dulac, uno de los ilustradores más destacados de las décadas de 1880 a 1920 y contiene todo tipo de juguetes, cajas de pinturas e incluso medicinas infantiles o chaquetas para neumonía, ya que allí era donde estaba dispuesto todo lo que pudiera necesitar la niñera mientras cuidaba a los pequeños de la casa; y, rizando el rizo, el dormitorio de la reina, que está revestido en damasco, al estilo de la década de 1920, tiene dos tipos de colchones distintos entre los que se han metido bolsas de agua caliente. Piezas de Fabergé, gabinetes orientales, cómodas de plata, espadas Wilkison, jarrones de la fábrica de porcelana de Worcester, que creó varias piezas en yeso hasta que dieron con la elegida... En definitiva, la casa de muñecas tiene mucho más que valor sentimental.
Virginia Woolf y George Bernard Shaw, se negaron a contribuir
Toda la casa y su creación están llenos de anécdotas, pero la biblioteca merece una mención aparte. La princesa María Luisa y su amigo, el autor EV Lucas, actuaron como bibliotecarios y se encargaron de catalogar y organizar los libros de forma que la biblioteca fuera representantiva. Además de contener libros de referencia impresos y estándares de la literatura, la princesa encargó libros a autores vivos y se puso en contacto con alrededor de 200 escritores de renombre de la época. Según cuenta la propia Casa Real británica, la mayoría estuvo encantada de contribuir, pero algunos, entre ellos Virginia Woolf y George Bernard Shaw, se negaron. Entre los autores que donaron se encuentran JM Barrie, John Buchan, GK Chesterton, Joseph Conrad, Sir Arthur Conan Doyle, John Galsworthy, Robert Graves, Thomas Hardy, Aldous Huxley, Rudyard Kipling, Somerset Maugham, AA Milne y Vita Sackville-West. Al finalizar el trabajo el propio EV Lucas advirtió que no había en Londres una residencia que tuviera una biblioteca con doscientos libros escrita por las propias manos de los autores ni que tuviera una colección de más de setecientas acuarelas de artistas vivos, poniendo en duda incluso la colección del propio Palacio de Buckingham.
Ahora la reina Camillase ha encargado de renovar la pequeña biblioteca y ha repetido la operación con cien años de diferencia: la mujer de Carlos III, junto a un grupo de encuadernadores, ha creado nuevos manuscritos en miniatura para añadir literatura contemporánea a la casita de muñecas de la reina María. Como anécdota cabe destacar que uno de esos libros va sobre la coronación de Carlos III y Camilla, parte de la historia británica que allí también se conservará para la posteridad.
La Familia Real británica es única para hacerlo todo a lo grande y a lo largo de todo el año van a celebrar el centenario de la casita de muñecas más célebre del país, así que se puede visitar en grupo o contratar una visita privada, también se venden entradas on line para las lecturas de su biblioteca, clases de bordado en miniatura y los souvenir -por supuesto en miniatura- ya están disponibles en la página web de la Familia Real británica.