El príncipe Guillermo aún digería el fenómeno fan que desataba su sola presencia, cuando tuvo que compaginar su atípica vida como hijo del heredero a la corona británica con la ilusión de una incipiente relación. No era nada fácil el reto que tenía por delante en 2002 el nieto de Isabel II. Ya era universitario, su popularidad creciente era un revulsivo para una monarquía que no pasaba por su mejor momento cinco años después del mazazo brutal que supuso la muerte de Diana de Gales, pero Guillermo, además, quería conquistar a una chica 'normal', es decir, que no procedía de la realeza ni de la aristocracia. La última temporada de The Crown retrata esta etapa de la vida del actual príncipe de Gales en la que, según la producción de Netflix, recibió un capote de su abuela, la Reina.
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La serie recrea una conversación que solo ellos saben si así sucedió, pero que da sentido a algunas decisiones que tomaron un tiempo después. El príncipe Guillermo se reúne con Isabel II, a la que expresa sus dudas y sus miedos ante una agenda cada vez más nutrida, al tiempo que le confiesa que ha conocido a alguien. Ese alguien era Kate Middleton, actual princesa de Gales y madre de sus tres hijos, pero entonces era una compañera de la universidad de Saint Andrews con la que iba a mudarse a un piso compartido. Su abuela le escucha atentamente, le pregunta por el futuro de su relación y se muestra mucho más comprensiva de lo que se podría esperar de quien siempre se ha mostrado recta y comprometida con el deber como nadie.
En esa charla que ficciona The Crown, la monarca le dice que merece vivir al menos un tiempo de libertad para disfrutar de su historia de amor, una forma de coger aire ante la vida de entrega a la Corona a la que está llamado. Ella también lo hizo en su momento. Poco después de casarse con Felipe de Edimburgo, el matrimonio pasó largas temporadas en Malta e Isabel II siempre recuerda aquellos años como los más felices de su vida. Allí, instalados en Villa Guardamangia, a las afueras de La Valleta, donde el Duque estaba destinado como patrón de la Marina Real, pudieron vivir una vida muy alejada de los corsés de palacio. Ir a la compra, a la peluquería... eran algunos de los pequeños placeres para una Reina que, por primera vez, podía pasar desapercibida en ese rincón de la Commonwealth bañado por el Mediterráneo.
Malta fue el hogar de Isabel II y su esposo entre 1949 y 1951, y también fue el destino de su luna de miel. Villa Guardamangia, el palacete de 1.500 metros cuadrados rodeado de jardines donde vivían siempre ha ocupado un lugar muy importante en el corazón de la monarca. Tras su regreso definitivo a Buckingham, nunca más volvió a residir allí, aunque visitó la que fue su casa en 1992 y 2007, cuando ya estaba muy necesitada de una restauración en profundidad.
El príncipe Guillermo nunca residió fuera del Reino Unido, pero podríamos considerar que su casa en el campo de Anmer Hall ha sido su isla de Malta particular. Hablamos, sobre todo, del periodo en el que trabajó como piloto de emergencias. En 2016, cinco años después de su boda con Kate Middleton, el duque de Cambridge decide compatibilizar sus deberes institucionales con un puesto como piloto de ambulancias aéreas a media jornada. Una decisión que entonces explicó así el palacio de Kensington: “Es una forma de conectar directamente con la comunidad y es muy gratificante ser parte de un equipo que proporciona un valioso servicio público como es salvar vidas”.
Por aquel entonces, los duques de Cambridge tenían dos hijos, George, de tres años, y Charlotte, que apenas tenía uno, y habían dejado el céntrico Londres para buscar la privacidad en Anmer Hall, un pueblo de unos 60 habitantes en el condado de Norfolk. Allí, pudieron disfrutar de unos años de tranquilidad lejos de la vorágine de la capital y con una agenda algo más mermada de lo habitual debido a las nuevas obligaciones del príncipe Guillermo. Durante esa etapa pudieron volcarse en la paternidad y él conoció de cerca el trabajo diario de un servicio tan fundamental. Pero como la vida maltesa de la Reina, la del actual heredero en el campo también llegó a su fin.
El paréntesis se cerró menos de dos años después, cuando la opinión pública comenzó a reclamar una mayor presencia de los duques de Cambridge en la vida pública. Aunque nunca había dejado de lado sus deberes reales, lo cierto es que los ciudadanos querían ver mucho más a menudo a la que era la pareja de moda de la monarquía y, por supuesto, a sus hijos. El príncipe Guillermo aceptó el inevitable final de su etapa como piloto para volver a ser un 'royal' a pleno rendimiento y se instalaron en Kensington, aunque Anmer Hall siempre será su refugio. Lo cierto es que para él, educado como un futuro rey, la Corona siempre ha sido lo primero y así lo ha representado también The Crown en el final de esa conversación con su abuela.
Tras el valioso consejo, la Reina le eximió de acudir a determinados actos oficiales con motivo de su Jubileo de Oro, como el saludo desde el balcón de Buckingham que suele realizar rodeada de la familia real. No se sabe si alguna vez hizo esta concesión, pero tanto en la ficción como en la realidad, Guillermo acude junto a su familia a arropar a la monarca en uno de los grandes hitos de su reinado, como hiciera en tantos otros.
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