Era de esperar que la llegada al trono de Carlos III conllevará cambios en las residencias de algunos Windsor. El fallecimiento de la Reina dejaba Buckingham vacía, además es tradicionalmente el hogar del monarca, lo que podría generar otros cambios derivados de este movimiento en el tablero, como el de los príncipes de Gales. Y el baile de casas llegó. Sin embargo, está transcurriendo de una forma, no solo lenta, sino también con giros inesperados. Si alguien creía saberse la coreografía, el nuevo Rey ha cambiado los pasos.
Carlos III tenía claro, desde mucho antes de llegar al trono, que su monarquía sería más reducida y que era necesario recortar gastos. Tanto es así, que un primer momento se creyó que ni siquiera se mudaría a Buckingham y lo mantendría solo como sede institucional, ya que consideraba que el coste, tanto económico como medioambiental, de la vida diaria en el imponente palacio era excesivo. Hace tan solo dos meses, el Rey confirmó que finalmente, sí se trasladarán a la tradicional residencia real, pero no de manera inminente. La mudanza se prevé para 2027 cuando finalicen las obras en los apartamentos privados del ala norte.
La renovación del edificio, que tiene 775 habituaciones, comenzó durante el reinado de Isabel II. Se presupuestó en 428 millones de euros, y afecta a la estructura del edificio en su conjunto, un proyecto a largo plazo que la casa real británica explica así: "El modo más eficiente económicamente de de reemplazar estos servicios esencial y asegurar que el Palacio queda preparado para cumplir con sus funciones los siguientes 50 años, es llevar a cabo un programa de obras en varias fases durante diez años". Hasta entonces seguirán viviendo en Clarence House, su hogar desde hace dos décadas. Habrá que ver si, una vez libre, se la cederá a los príncipes de Gales, que continúan viviendo en Adelaide Cottage, en Windsor, donde se trasladaron hace un año.
Antes de comunicar esta decisión sobre su propio futuro, Carlos III se preocupó por reubicar a uno de los Windsor más incómodos: el príncipe Andrés. Su hermano menor, retirado de la vida pública desde 2019 tras verse salpicado por el caso Epstein, vive en Royal Lodge, una enorme mansión de 30 habitaciones y valorada en unos 35 millones de euros, que fue la residencia de la reina madre. La asignación que recibe ha sido recortada lo que le dificulta hacer frente al arrendamiento. Además, la residencia necesita reformas, que debe pagar de su propio bolsillo, como ha hecho hasta ahora. El problema: que el duque de York no parece dispuesto a dejar su casa y, menos, para moverse a otra sensiblemente más pequeña.
Su mudanza estaría ligada a otro desalojo, con más sentido simbólico que práctico. A principios de marzo, el Rey pidió a su hijo menor, el príncipe Harry, y a su esposa que dejasen definitivamente Frogmore Cottage, la residencia que les cedió tras su boda y que les servía de campamento base las pocas veces que volvían a Reino Unido. El malestar de los duques de Sussex ante esta decisión era predecible, por el momento y por el significado de esa casa para ellos.
El funeral de Isabel II brindó la última fotografía de la familia al completo, unida en el dolor, pero en absoluto sirvió para facilitar un acercamiento. Harry y Meghan volvieron a California y mientras el resto de los Windsor iban asumiendo los cambios derivados de la nueva monarquía, Netflix estrenó el documental en el que los Sussex contaban en primera persona por qué decidieron abandonar su papel en la casa real. La docuserie fue tan solo un preámbulo de lo que se avecinaba: las explosivas memorias de Harry. Y justo cuando todos los puentes parecían dinamitados Carlos III les pide romper también con el que quizás fuera el último vínculo que les unía a Windsor, donde se encuentra la vivienda, y a los Windsor.
Lo cierto es que a pesar de este baile de casas, aun no se ha hecho efectiva ninguna mudanza. Tan solo la de los duques de Sussex, pero la pareja y sus hijos no vivían allí desde 2020 cuando comenzaron su nueva vida al otro lado del carco. Por tanto, este primer año de reinado de Carlos III acaba con dos residencias reales vacias: Buckingham, aunque su uso institucional está a pleno rendimiento, y Frogmore Cottage, el hogar soñado de Harry y Meghan, pero nada deseado por el príncipe Andrés. Si, finalmente, el Rey lograse realojar a su hermano, el siguiente movimiento, podría ser ¿ceder a los príncipes de Gales en Royal Lodge? Mucho tienen que cambiar las cosas para comprobarlo.