El pasado sábado 6 de mayo, 300 millones de espectadores tenían puesta la mirada en Londres. El mundo presenciaba un acontecimiento histórico: la coronación de un nuevo monarca inglés. El ‘eterno heredero’ Carlos III abrazada oficialmente su destino con 74 años, y era coronado Rey, comenzando así una nueva era para los Windsor. Fue una ceremonia que paralizó Londres, cargada de simbolismo y emoción, donde la fastuosidad y pomposidad de la monarquía británica salió a relucir.
Después de recorrer los dos kilómetros que separaban el Palacio de Buckingham de la Abadía de Westminster, en el carruaje de estado ‘Diamond Jubilee’, dio comienzo la ceremonia religiosa de la coronación. Llena de ritos y tradiciones con siglos y siglos de historia, destacó especialmente la ‘joya de la corona’, la segunda corona que el Rey sostuvo sobre sus hombros aquel día, y con la que abandonó la Abadía, de la mano de su querida reina Camilla. Es la Corona del Estado Imperial , que contiene en el centro el diamante Cullinan II, el más grande del mundo hallado hasta ahora, de 317,4 quilates. Esta corona fue realizada para la coronación de Jorge VI, en 1937, y simboliza el poder soberano del monarca, y su forma cerrada por arcos demuestra que Inglaterra no se encuentra sujeta a nigún otro poder terrenal. La corona cuenta con 2868 diamantes, además de 17 zafiros, 11 esmeraldas y 269 perlas.
Este diamante está cargado de historia. Fue descubierto en Sudáfrica, en 1905, y originalmente era mucho más grande, casi del tamaño de un ladrillo, con un peso de 3106 quilates. Ahora, el diamante está dividido en varias partes, distribuidas entre la corona y otras insignias reales que también tuvieron protagonismo en la coronación. Los Cullinan III, IV y V, que la difunta Reina Isabel II utilizaba como broches, fueron añadidos a la corona que Camilla escogió para ser coronada reina consorte, la tiara de Reina María de Teck, bisabuela de Carlos. Una forma de homenajear a la reina Isabel, y sustituyendo el diamante Koo-i-Noor, una joya de valor incalculable y en torno a la que se han generado muchas leyendas y polémicas por ser un símbolo del pasado imperial de Reino Unido.