Fue el gran día de los Reyes de Gran Bretaña, pero también para Guillermo y Kate, quienes tenían una cita con su título: el 6 de mayo pasaban a ser oficialmente príncipes de Gales. Una mañana de muchas emociones y nervios, como reconoció Kate en las horas previas en Soho. Allí contó que estaba “más nerviosa” que sus hijos, el príncipe George, la princesa Charlotte, que acaba de cumplir ocho años, y el príncipe Louis, de cinco, ante una cita con la historia que tampoco se perdieron los abuelos paternos, Carole y Michael Middleton, y sus tíos, Pippa y James, y en la que, de alguna forma, también estuvo presente la otra abuela: Diana.
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Kate también se aseguró de ello. Con la elección de los pendientes, pero hablando también de la madre de Guillermo cuando su norma siempre ha sido el silencio. Bien es verdad que estaba respondiendo a la pregunta que le hizo una ciudadana durante su reciente viaje a Aberfan, Gales, sobre el uso del anillo de compromiso que perteneció a Diana. Pero no lo dudó, y con satisfacción confirmó que no tuvo que ajustarlo para que le quedara bien, que era el “mismo anillo”, y que “lamentablemente nunca llegué a conocerla”. Y añadió que habría sido una “abuela brillante” y que la familia “la extraña todos los días”.
Finalmente, el Homenaje del Pueblo, que sustituyó al tradicional de los Pares. El arzobispo hizo un llamamiento a “Todos” (los que miraban en sus casas) a jurar lealtad. Se toca una fanfarria, el arzobispo de Canterbury proclama: “Dios salve al Rey”; y el pueblo responde: “Dios salve al Rey Carlos. Larga vida al Rey Carlos. Que el Rey viva para siempre”; y se canta un himno, Confortare, de Sir Henry Walford Davies, escrito para la coronación de Jorge V.