La posición del príncipe Guillermo dentro de la monarquía británica es un tanto singular, ya que, aunque hay una excepción con enormes paralelismos,las generaciones anteriores de herederos eran unos niños cuando vieron a sus padres ceñirse la corona en la Abadía de Westminster. El nuevo príncipe de Gales ha asistido a esta ceremonia, con la que también se abre una nueva era para él, cuando está a punto de cumplir los 41 años y, por tanto, es plenamente consciente del significado que tiene para su futuro: él será el siguiente. Aunque los Windsor son una familia muy longeva (Isabel II falleció con 99 años y Felipe de Edimburgo a punto de cumplir los cien), la edad con la que Carlos III accedió al trono, 73 años, no le permitirá tener un reinado excepcionalmente largo. La retaguardia, en este contexto, parece más importante que nunca y, hasta ahora, el viento ha soplado a favor del príncipe Guillermo.
Ser el heredero del heredero, es decir, un "secundario" en la institución, ha contribuido en buena medida al éxito, en términos de popularidad y apoyos, con el que Guillermo ha llegado a su etapa como príncipe heredero. El ahora primero en la línea sucesoria al trono británico nació en 1982 siendo el nieto de Isabel II y el hijo mayor de los príncipes de Gales, que en los ochenta eran las estrellas indiscutibles de la monarquía británica. Después llegó la separación de sus padres y la trágica muerte de su madre, Diana de Gales, y esa combinación de ingredientes, desagraciada sin duda, le convirtió en una especie de "protegidos" del pueblo británico, que sí cuestionaban, por otro lado, la figura del príncipe Carlos heredero de la Corona desde los tres años.
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La cuadratura del círculo la completó gracias a su matrimonio con Kate Middleton, una británica de clase media que ha resultado ser una de las figuras más valoradas en el Reino Unido. Juntos han tenido tres hijos y cero escándalos, una trayectoria personal que nada ha tenido que ver con la del príncipe Carlos, que vio su vida personal expuesta durante años. Si bien es cierto que durante un tiempo se cuestionó dentro del país la dedicación de Guillermo a la institución, en el momento en el que se dedicaba a pilotar helicópteros de emergencia, rápidamente esa situación se recondujo y él se empleó de lleno en la monarquía, convirtiéndose en los últimos años en uno de los pesos pesados de la institución y ahora, como príncipe de Gales, tiene más obligaciones, más privilegios y más poder para decidir el rumbo de la monarquía británica.
La salida de su hermano, el príncipe Harry, de la institución y el posterior enfrentamiento evidente que han mantenido ambos, tampoco le ha pasado factura. Si bien el duque de Sussex ha sacado episodios que podían debilitar la imagen de los nuevos príncipes de Gales, en general esta "guerra" les ha favorecido. Con los Sussex fuera de circulación, Guillermo y Kate volvieron a brillar como durante sus primeros años de matrimonio, además, los ataques de Harry se han percibido como un ataque al sistema y a los símbolos nacionales, por lo que también se han multiplicado los apoyos a los príncipes de Gales, a los que ven como servidores públicos que no cuestionan su futuro.
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De esta manera, Guillermo ha conseguido llegar al papel de heredero con los cuarenta años ya cumplidos y habiendo completado las obligaciones académicas, militares y familiares; e incorporado de lleno en la institución. El príncipe de Gales se ha encargado de dar muestras de que tiene un estilo y agenda propia, conectada con las nuevas generaciones y convertido en un modelo de hombre, marido y príncipe muy distinto al de las generaciones anteriores. Ahora le queda el reto de mantenerlo, una carrera de fondo con una exposición mediática que dura toda la vida.
En este sentido, el papel que puede tener Carlos III como padre recuerda al de Eduardo VII, hijo y sucesor de la reina Victoria. Eduardo VII fue heredero directo durante más de 59 años y, tras el fallecimiento de su madre, reinó durante nueve años y cien días. Él es la excepción de esta historia reciente, ya que su coronación se celebró en 1902 y su hijo, el que sería el rey Jorge V, tenía entonces 37 años, él había nacido, igual que Guillermo, como nieto de otra soberana legendaria, la reina Victoria. Eduardo VII fue siempre consciente de que su papel como monarca era importante pero breve, así que se volcó en el de padre centrando sus esfuerzos en que su hijo estuviera bien preparado para asumir un cargo. Los historiadores cuentan que padre e hijo tenían una relación fantástica, más como hermanos o amigos. Cuando Eduardo VII murió su hijo, el rey Jorge V, escribió: "He perdido a mi mejor amigo y al mejor de los padres... tengo el corazón roto". Hay que recordar que Jorge V era el abuelo de Isabel II y el padre de Eduardo VIII -el que renunció al trono para casarse con Wallis Simpson y nunca llegó a ser coronado- y de Jorge VI, padre de Isabel II.