Nació el 14 de noviembre de 1948 en esta misma residencia real, como nieto del rey Jorge VI y entonces comenzó una vida para afrontar este momento.Carlos III, el que fuera el eterno heredero de Europa, 62º monarca del Reino Unido, se ha asomado por primera vez al balcón del palacio de Buckingham como soberano británico, jefe de Estado en 14 países, líder de los territorios de la Commonwealth y siendo el último en la dinastía Windsor en ser coronado. Ahora sí, cuando el Big Ben marcaba las dos y cuarto, el hijo mayor de Isabel II y el príncipe Felipe, anterior duque de Edimburgo, se asomó al balcón más famoso del mundo y así comenzó una nueva era.
Rodeado de los suyos: su indiscutible compañera de vida, Camilla, protagonista de una historia de amor negada y al final convertida en reina, y su Familia Real y 'leal', es decir, los que tienen un papel institucional en su reinado: los príncipes de Gales y sus tres hijos, los príncipes George, Charlotte y Louis; dos de sus tres hermanos, la princesa Ana y el príncipe Eduardo, con sus parejas, el vicealmirante Timothy Laurence y la duquesa Sofía; y esa "vieja guardia" que era muy querida por Isabel II y que Carlos III, como gesto de respeto a pesar de su deseo de una monarquía reducida, ha respetado, esos son los duques de Gloucester y los duques de Kent. Tampoco faltaron las dos damas que acompañaron a Camilla durante todo el día, su única hermana, Annabel Elliot, y su mejor amiga de la reina consorte, Fiona, marquesa de Lansdowne. No ha habido sorpresas,la línea que marcó Isabel II en su Jubileo de Plátino, entre los que está y los que no, se ha respetado.
El momento no ha podido ser más emotivo para un hombre al que le cuesta esconder con sus emociones: sigue siendo el más transparente de los cuatro hijos de Isabel II, la reina de acero a la que rara vez vimos llorar.Sin embargo, el momento, la ovación y la multitud ha sido sobrecogedora, igual que los seis minutos en los que más de 60 aviones del Ejército Británico y la Royal Air Force han sobrevolado The Mall, el centro de Londres, haciendo acrobacias y recordando el servio prestado. Eso sin olvidar que, para Carlos III, más que un baño de masas, es un vínculo con su pasado y con el futuro de su dinastía. La primera vez que se asomó a este balcón lo hizo en junio de 1951, es decir, no había cumplido lo tres años y contemplaba asombrado el desfile en honor a su abuelo, Jorge VI, un soberano muy popular con una vida llena de giros pero que en la Segunda Guerra Mundial se ganó a un país que lo idolatró hasta su muerte. Después, ya en 1953, ocupó por primera vez el balcón como hijo de la reina Isabel II, como futuro heredero, el papel que desempeñó durante setenta años.
Este balcón del palacio de Buckingham, por tanto,ha visto pasar toda su vida, de niño a heredero con funciones institucionales desde los 16 años. También presenció el primer beso de recién casado con Diana de Gales, para luego presentarse ante el país como un hombre separado en caída libre de su popularidad durante los complicadísimos noventa; el nuevo milenio le trajo la paz y la estabilidad, sin duda gracias a la normalización de su relación con Camilla, una boda necesaria para él como ser humano y como el jefe de la Iglesia de Inglaterra que ha sido coronado en este histórico 6 de mayo. Camilla también encontró un lugar en este balcón como duquesa de Cornualles, compañera de vida del príncipe heredero y ahora reina consorte. Juntos han salido una segunda vez a saludar, cuando el resto ya se había retirado, debido a los gritos incesantes de una multitud que llenaba todo el memorial de la reina Victoria y The Mall hasta donde alcanza la vista.
Es inevitable recordar la última vez que se asomó a este balcón, el pasado junio, acompañando a la reina Isabel II durante su Jubileo de Platino, ese día también estaba emocionado y a ratos triste, como sabiendo que el final de su madre y de una era estaba cerca y así fue, Isabel II falleció el 8 de septiembre y así comenzó para él una nueva etapa, a la edad que los británicos ya se han retirado.Desde entonces comenzó una carrera de fondo en la que el día de hoy no es el final, es solo el principio.