Si la coronación de Isabel II en 1953 fue la mayor reunión de la realeza después de la Segunda Guerra Mundial y contó con la presencia de futuros reyes y reinas, entre ellos, el que después sería el emperador de Japon, Akihito, o doña Sofía, que acompañó a sus padres a Londres con 14 años; la de Carlos III no se queda atrás con más de 2.200 invitados, un centenar de jefes de Estado y un espectacular despliegue de casas reales extranjeras. En este fin de semana histórico, no solo el presente de las monarquías ha querido estar en el Reino Unido, también el futuro, con una enorme presencia de príncipes y princesas herederas, entre ellas dos de nueva generación:Elisabeth de Bélgica y Amalia de los Países Bajos. No es solo una cumbre real histórica, es un encuentro institucional con la presencia de líderes y mandatarios de todo el mundo. La recepción previa ala coronación de Carlos III en el Palacio de Buckingham es una oportunidad diplomática para crear hoy las relaciones y los lazos del mañana.
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Elisabeth de Bélgica llegó la primera y acompañanado a su padre, el rey Felipe de los belgas, mientras que Amalia de los Países Bajos llegó minutos después y junto a su abuela, la princesa Beatriz, reina hasta el año 2013. Ninguna de las dos princesas herederas estuvo en el funeral de Estado de Isabel II, al que asistieron 22 casas reales, sin embargo, esta ocasión es distinta, es solemne y festiva pero también es un momento de pensar en el futuro, de aprender y, sobre todo, de abrirse un hueco en el tablero institucional como futuras jefas de Estado. Una cita a la que no ha asistido la princesa Leonor, que cumplirá la mayoría de edad en octubre y que estudia en Gales, a tres horas de Londres por carretera, en la UWC.
Si algo tienen en común la hija de Felipe y Matilde de Bélgica y la de Guillermo y Máxima de los Países Bajos es que desde que cumplieron la mayoría de edad incrementaron su presencia oficial y comenzaron a compatibilizar sus estudios con la vida institucional, dentro y fuera de su país, en compañía de sus padres o en solitario. Tanto es así, que ambas estuvieron presentes en Oslo para el 18º cumpleaños de la princesa Ingrid de Noruega, la primera cena de gala de la nueva generación de la realeza europea, también han debutado en viajes internacionales y ahora asisten a un momento único.
Elisabeth de Bélgica, igual que la princesa Leonor, estudia en el Reino Unido, un grado de Historia y Política en la Universidad de Oxford, la misma en la que se formó su padre; mientras que Amalia de los Países Bajos ha tenido un año bastante complicado. La princesa de Orange, que estudia en la Universidad de Ámsterdam un grado multidisciplinar de Política, Psicología, Derecho y Economía (PPLE), no ha podido cumplir su sueño de vivir con otros compañeros en la capital debido a que detectaron un serio riesgo de que la princesa heredera pudiera ser secuestrada o sufrir algún tipo de ataque que no podían evitar con un aumento de la seguridad, así que tras un fugaz paso por la vida universitaria la princesa tuvo que regresar al palacio de Huis ten Bosch con sus padres y su hermana menor.
Durante siglos –la ceremonia de coronación del soberano británico se repite desde 1066- la tradición dictaba que ningún otro miembro de la realeza coronado debía presenciar la coronación de un monarca británico, ya que se entendía que esta ceremonia sagrada es un acto íntimo entre el nuevo soberano y su pueblo ante la presencia de Dios. Hay que recordar que Isabel II también celebró recepciones de este estilo en torno a su coronación (el 3 y el 4 de junio de 1953) en el Salón de Baile del Palacio de Buckingham. Cuatrocientos invitados y ciento veintinueve países estuvieron representados entre las dos citas, la más llamativa fue la que acogió a la realeza extranjera en la noche del 3 de junio, en la que se brindó, entre otros, con Châteu Lafite de 1934. Sin embargo, ahora su hijo está actualizando estos planes, Carlos III ha invitado a otras "cabezas coronadas", jefes de Estado extranjeros y príncipes herederos a su coronación y, además, ha abierto las puertas de Buckingham para una recepción donde tiene cabida el pasado y el futuro de la monarquía.