El príncipe Harry ha tomado la palabra para contar en primera persona, y como nunca, su historia. Son varias las ocasiones en las que el hijo menor del rey Carlos III ha hablado de su vida en entrevistas o en el documentalEnrique y Meghan, que consta de seis capítulos y está disponible en Netflix, pero por primera vez ha contado todo lo que no había dicho hasta ahora. Esta vez no pasa de puntillas por el seno de la Familia Real sino que detalla su funcionamiento, sus rutinas y las relaciones íntimas que tienen sus miembros de puertas para adentro. Lo ha hecho en sus memorias, un explosivo libro llamado En la sombra que se ha puesto a la venta en España durante unas horas por error (su lanzamiento mundial está fechado para el 10 de enero) y que ¡HOLA! ha conseguido.
A lo largo del relato de 557 páginas, divididas en tres partes que abarcan sus 38 años (nació el 15 de septiembre de 1984) y están generando una gran expectación, el duque de Sussex habla del punto de inflexión de su vida: el fallecimiento de su madre, Diana de Gales. Siempre la tiene presente y ha comentado varias veces lo difícil que fue asimilar su repentina pérdida, peroen estas explosivas memorias recuerda por primera vez cómo se enteró del trágico accidente automovilístico que acabó con la vida de la Princesa el 31 de agosto de 1997, cuando se encontraba pasando unos días en París con Dodi al Fayed.
Un verano inolvidable
El quinto en la línea de sucesión al trono aborda la pérdida de su madre comenzando por el inicio de aquella temporada estival que cambiaría su destino para siempre. Harry asegura que el verano del 97 estaba siendo el más feliz de su vida. La princesa Diana, que llevaba un año divorciada del entonces príncipe Carlos, eligió en julio la Costa Azul para desconectar con sus niños. El duque de Sussex recuerda que se lo pasó como nunca, que los tres montaron en motos de agua y que se alojaron en la casa de un amigo de su madre. En esos días Diana de Gales también les presentó a un amigo -no menciona su nombre preo se sobrentiende que se trata de Dodi Al Fayed- que le regaló una pulsera y tanto él como su hermano Guillermo, al que llama en todo el relato Willie, estaban contentos porque la veían feliz.
La primera parte de las vacaciones finalizó y los dos príncipes pusieron rumbo a Balmoral para pasar quince días. Una estancia con la que Harry estaba muy contento ya que lo considera, pese a todo,el sitio más feliz del mundo. La rutina en el castillo escocés se desarrollaba "a cielo abierto", es decir, casi por completo al aire libre. De hecho Isabel II salía continuamente para estar en contacto con el campo y la naturaleza. En el interior de la fortaleza, detalla, su habitación y la de su hermano eran contiguas (inicialmente era una misma estancia que se dividió), ambas con su propio baño y su propio salón.
Durante esas dos semanas de descanso en Balmoral no había obligaciones, pero sí una férrea rutina. El duque de Sussex explica que cada día finalizaba relajándose en una bañera antigua para después cenar en una sala de estar junto al príncipe Guillermo mientras veían la televisión.A las 20.00h, su padre pasaba a darles un beso y estar un rato a su lado antes de bajar al piso de abajo para la cena de los adultos, marcada por un estricto protocolo y en la que los hombres iban vestidos con esmoquin.
El momento en el que se enteró del accidente de su madre y el último adiós
Así fueron transcurriendo los tranquilos días hasta el día del fallecimiento de su madre. Harry no sabe con certeza la hora exacta en la que se lo comunicaron, pero sí recuerda que su padre se sentó al lado de su cama y, refiriéndose a él como "querido hijo", le explicó que Diana había tenido un accidente y no se había recuperado de las heridas sufridas aunque lo habían intentado. Al escuchar las palabras, no lloró ni tampoco recibió un abrazo. "Mi padre no me abrazó. No se le daba muy bien expresar sus emociones en circunstancias normales", escribe. "Es cierto que posó la mano una vez más sobre mi rodilla y me dijo: Todo irá bien", añade.
Aquella noche, dice, no derramó ni una lágrima, no habló con nadie ni recibió visitas en su habitación. Estuvo solo. Pensó que su padre había tenido previamente la misma conversación con el príncipe Guillermo y permaneció en su cuarto hasta que a las 9 de la mañana del día siguiente escuchó las gaitas que servían como despertador de la Reina. Continuó ese 1 de septiembre con sus rutinas en Balmoral pensando que a su madre no le había pasado nada y en cualquier momento llamaría. Ese pensamiento lo mantuvo con el paso del tiempo. Harry, que ahora considera que fue un mecanismo de defensa, estuvo desde los 12 años hasta pasados los 20 convencido de que Diana se había ocultado por voluntad propia para llevar una vida más feliz.
Durante los siguientes días, los príncipes Guillermo y Harry los pasaron sin salir de Balmoral mientras quesu padre y dos de sus tías maternas, Jane y Sarah, viajaron a París para acompañar los restos mortales de Diana en su último viaje a Reino Unido. Al volver, Sarah entregó a los niños dos cajas azules que contenían un mechón de pelo de la Princesa. El duque de Sussex recuerda cómo el féretro de su madre quedó instalado en el Palacio de Kensington y las conversaciones que surgieron alrededor sobre si él debía participar o no en el cortejo fúnebre. Su tío Charles Spencer no lo veía adecuado pero finalmente se apostó por la presencia de los dos.
El último adiós a la princesa Diana tuvo lugar el 6 de septiembre de 1997 en la Abadía de Westminster. Su hijo mejor recuerda de aquel día el silencio, los cascos de caballo y el coche fúnebre rodando por las calles de una ciudad de Londres abarrotada de gente. Durante el cortejo, Harry dice que miraba de reojo buscando constantemente a su hermano mayor (situado a su derecha y del que le separaba su tío) y se acuerda del polémico discurso que Charles Spencer dio durante la homilía, unas palabras en las que cargaba contra la Familia Real. También tiene grabado el llanto de la gente que acudió a Kensington, donde salieron a dar las gracias por las condolencias aunque no entendía por qué lloraban sin conocerla mientras que él no había logrado aún llorar. Fue en el entierro, que se celebró en Althorp House, la casa familiar de los Spencer, cuando por primera vez sollozó.
Inmediatamente después del último adiós a la princesa Diana, el príncipe Harry comenzó el curso en Ludgrove School, donde escasos días más tarde (el 15 de septiembre) celebró su 13 cumpleaños, el primero que pasaba sin su madre. El nieto de Isabel II tuvo la misma celebración que el resto de alumnos, que consiste en una tarta, pero también dice que recibió la visita de su tía Sarah con una XBOX de regalo. La videoconsola fue el último regalo de su madre ya que la había comprado para él durante su estancia en París, antes del accidente que conmocionó al mundo.
Escucha el primer episodio del podcast de ¡HOLA! 'Harry y Meghan: jaque a la Reina. Todos los episodios disponibles aquí.