Lo del príncipe Andrés ha sido una caída por fases desde que su nombre se vio relacionado con el Caso Epstein, una trama de tráfico y abuso sexual a menores, y desencadenó la peor crisis de imagen que la Corona británica ha tenido desde la muerte de Diana de Gales. Tres años después de abandonar la vida pública y los patronazgos reales, el duque de York está más ausente que nunca. Con la muerte de su madre, Isabel II, perdió a la única aliada con poder dentro de la Casa Real británica y el resultado es evidente: no hay lugar para él en el nuevo reinado de Carlos III. Si bien en la era anterior no le dejaron estrellarse en caída libre, en esta era todo parece distinto y las señales indican que su vida como príncipe, ahora sí, ha llegado a su fin.
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Cortando lazos
De momento, en los primeros meses de su reinado, Carlos III no ha hecho ni un solo gesto encaminado a restituir la imagen pública de su hermano, más bien todo lo contrario. Hace unas semanas medios británicos informaron de la decisión de eliminar al equipo de seguridad del príncipe Andrés con el fin de ahorrar a los contribuyentes los tres millones de libras (unos tres millones y medio de euros) que cuesta su protección, un equipo de seguridad armado las 24 horas del día. De forma oficial esta medida depende del Ministerio del Interior y de la Policía Metropolitana, aunque de forma oficiosa siempre se ha entendido que se tiene en cuenta la opinión de la Casa Real. Siendo una medida que toca directamente el bolsillo de los ciudadanos, ha sido muy bien recibida y aporta una dosis de popularidad al nuevo rey cuando todavía está sentando las bases de su reinado. La lógica es sencilla: si la protección es en base a sus funciones públicas y oficiales, porque que pagar con fondos públicos la protección de una persona que lleva desde el 2019 sin servir a la ciudadanía. Con Harry y Meghan esgrimieron este argumento y no tuvieron tantas dudas: les cortaron la seguridad al poco tiempo de salir de la Familia Real.
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Otra medida encaminada a cortar los vínculos que conserva Andrés con el nuevo reinado es la que viene desde la Cámara de los Lores. Allí se discute la posibilidad de que tanto Harry como Andrés sean eliminados como consejeros del Estado para introducir en su lugar a la princesa Ana y al príncipe Eduardo, que son los que están activo y apoyan el día a día del nuevo rey. Hay que recordar que la figura del consejero del Estado es similar al de la regencia, es decir, aquellos que pueden actuar en nombre del soberano ante la ausencia o la enfermedad de este. Según la ley son los cinco primeros adultos en la línea sucesoria, por eso dos plazas las ocupan justo los dos príncipes que (aunque por motivos muy distintos) ya no sirven a la Casa Real y por tanto no podrían desempeñar este papel llegado el caso.
Según lo previsto
Tampoco se puede decir que el final definitivo del príncipe Andrés en la vida pública sea ninguna sorpresa, su hermano Carlos, como rey, está haciendo justo lo que se esperaba. En varias ocasiones ha trascendido que, tanto para él como para su heredero, el príncipe Guillermo, Andrés se había convertido en una pieza dañina de difícil recuperación. Esto se puso de manifiesto cuando se celebraron los 70 años en el trono de Isabel II, actos encaminados a mejorar la imagen de la Corona y consolidar la figura de Carlos como futuro rey y a los que el príncipe Andrés no acudió alegando coronavirus. Sucedió algo similar cuando se celebró el Día de la Jarretera, el príncipe Andrés asistió y a última hora se decidió que no participara en los actos públicos, es decir, en el desfile que se celebra en los alrededores del Castillo de Windsor. Se dijo que había sido una "decisión familiar", pero medios británicos apuntaron a que tanto el príncipe Carlos como el príncipe Guillermo se negaron a desfilar si él lo hacía, ya que suponía avalar su regreso a la vida pública y abrirle, en cierto modo, las puertas al futuro.
Por otro lado, de forma histórica y soterrada, los dos hermanos han mantenido un pulso por el futuro de la Casa Real: Carlos apostaba por una monarquía reducida, mientras Andrés reclamaba funciones públicas, obligaciones y privilegios tanto para él como para sus dos hijas, las princesas Beatriz y Eugenia de York. De hecho, trascendió que en el 2018 presionó para que la boda de su hija Eugenia recibiera la misma atención que había tenido meses antes la boda de Harry y lo consiguió porque el enlace, a pesar de despertar menos interés a nivel mundial, se terminó retrasmitiendo en directo. En medio de ese lucha entre hermanos siempre estuvo Isabel II, que era implacable como soberana, pero no como madre. Fue ella la que le dio un sitio privilegiado al príncipe Andrés cuando más impopular era hacerlo, la Reina entró de su brazo a la Abadía de Westminster para la misa a la que se invitó a las máximas autoridades del país y otras casas reales en memoria del duque de Edimburgo.
Ya nadie le recuerda como el héroe de las Malvinas, su nombre está asociado al Caso Epstein, aunque nunca se sabrá si era culpable o inocente, ya que después de dilatar todos los procesos, desgastar a la acusación y usar subterfugios legales para evitar la colaboración con la justicia estadounidense, terminó firmando un acuerdo extrajudicial –se especulaba que en torno a los 14 millones de euros- para no sentarse en el banquillo y evitar un juicio que hubiera empañado por completo los actos programados en torno al reinado de Isabel II. Hay que recordar que donde sí se sentó, al comienzo de todo, fue en un plató de la BBC, sin embargo, sus argumentos y explicaciones en prime time lejos de convencer a la opinión pública le obligaron a dejar en 2019 sus deberes institucionales, entones parecía algo temporal pero ahora queda claro que es para siempre.
Se terminó su buena suerte
Es normal que el príncipe Andrés pensara que la tormenta pasaría y él volvería a ponerse los galones, ya que siempre había esquivado los problemas, tenía buena suerte y el apoyo de la Reina, aunque fuera como madre y no como jefa de Estado. Las polémicas empezaron en los noventa y a raíz de su matrimonio con Sarah Ferguson, cuando la relación entre ellos no iba bien, salieron fotografías de la duquesa de York con actitud íntima con su asesor financiero cuando todavía estaba casada y, tiempo después, una grabación en la que aceptaba un maletín con 32.000 euros, como anticipo de los 575.000 euros que pedía a un periodista que se hacía pasar por empresario, a cambio de conseguirle una cita con su ex marido, el príncipe Andrés, que era Representante Especial para el Comercio y las Inversiones de Reino Unido, un cargo en el que también fue cuestionado. Después la pareja –divorciados pero unidos- tuvieron muchos problemas por el impago de un chalet que habían comprado en la estación suiza de Verbier.
Fue solo a raíz de su vinculación con Jeffrey Epstein –el magnate estadounidense condenado por una red de tráfico de menores que se suicidó estando en la cárcel mientras la acusación esperaba que tirara de la manta- cuando el príncipe Andrés empezó a perder; perdió sus títulos y honores militares, también sus funciones oficiales, labores de representación y alguno de sus privilegios (no todos) como la seguridad pagada por el contribuyente. Mantiene su título de príncipe, su posición en la línea sucesoria y su papel de consejero del Estado, también tiene su fabulosa residencia oficial dentro de los terrenos reales de Windsor, el Royal Lodge que le pertenece desde la muerte de la Reina Madre en el 2002. En lo que respecta a su familia, parece que nada ha cambiado, su exmujer siempre le ha defendido y sus hijas, Eugenia y Beatriz de York, también han estado a su lado. El próximo mes de febrero el duque de York cumplirá los 63 años y las campanas de la Abadía de Westminster no repicarán por él, es otro de los privilegios que ha perdido y uno que lo resume todo: sigue siendo un príncipe pero uno que no conserva el honor.
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