La nueva y esperada quinta temporada de The Crown, la serie de Netflix sobre la monarquía británica, se estrenará el miércoles. Serán los primeros episodios que se emitan tras la muerte de Isabel II que abordan los años más complicados a los que la difunta soberana tuvo que enfrentarse: la desastrosa década de los noventa. Entre estos escándalos, los más sonados y mediáticos fueron los divorcios de tres de sus hijos que hicieron tambalear por primera vez la línea de sucesión dinástica.
Los Windsor tienen marcado a fuego, y nunca mejor dicho, el año 1992. Hace treinta años, el querido Castillo de Isabel II fue pasto de las llamas. La reducción a escombros y ceniza de la vasta propiedad real escenificó cómo se encontraba la propia monarquía: casi completamente destruida. La Reina reconoció que ese fue su peor año, pero no solo por el incendio sino por el fracaso en los matrimonios de tres de sus hijos que no hacían más que agravar una crisis de reputación como no se recuerda.
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En 1992, la princesa Ana se divorció, el príncipe Andrés se separó y el matrimonio del entonces príncipe Carlos y Diana de Gales hacía aguas. La Princesa Real se casó con el capitán Mark Phillips en la Abadía de Westminster el 14 de noviembre de 1973 y se divorciaron 19 años después. Fruto de esa unión nacieron Mark y Zara. A pesar de la amargura de la separación, la única hija de Isabel II volvió a casarse solo unos meses después con el vicealmirante sir Tim Larurence. Contrajo segundas nupcias el 12 de diciembre de 1992, una alegría antes de que ese fatídico año concluyese.
También en 1992, el duque de York se separó de Sarah Ferguson para divorciarse de ella en 1996. El príncipe Andrés se casó, al igual que su hermana en la Abadía de Westminster en 1986 y tuvo dos hijas, las princesas Beatriz y Eugenia. Las ausencias del Príncipe por sus compromisos institucionales y navales las salidas de la Duquesa precipitaron el anuncio del fin de su unión. Sin embargo, unas comprometidas fotos de Sarah con un ejecutivo estadounidense diezmaron en un primer momento la relación de ésta con la Familia Real. A pesar de estar divorciados, los duques de York tienen una relación más que cordial y se siguen considerando familia. De hecho, Sarah Ferguson vive en Royal Lodge, la propiedad en Windsor en la que reside su exmarido.
Pero si hay una separación que marcó a la monarquía británica fue la de los príncipes de Gales. Carlos y Diana protagonizaron una boda de cuento el 29 de julio de 1981, pero en menos de diez años, el matrimonio empezó a distanciarse hasta que en 1992 se anunció su separación. Le siguieron unos años muy duros en los que, especialmente Diana, era perseguida y analizada con lupa y Camilla saltó a la actualidad por su relación paralela con el heredero al trono. Finalmente en 1996, un año antes de la trágica muerte de la Princesa en un accidente de coche en París, la pareja se divorció. El rey Carlos se casó en 2005 con Camilla, que también estaba divorciada, en una boda civil al que le siguió un servicio religioso en el Castillo de Windsor.