Durante los últimos setenta años, Westminster Hall solo había conocido a una soberana, pero, el pasado lunes 12 de septiembre, recibió al nuevo Rey ante las dos cámaras, la de los Lores y la de los Comunes, dos días después de su proclamación.
Tras cinco décadas de espera, Carlos III había cumplido su destino y llegaba al trono entre el dolor y el duelo por la pérdida de su “querida madre” . El fin de su reinado significaba el principio del suyo. Había llegado la hora y estaba listo para asumir la Corona.
Carlos fue proclamado Rey el sábado 10 de septiembre, en el palacio de Saint James, siguiendo una tradición de siglos, la ceremonia de adhesión, que por primera vez en la historia se pudo seguir, minuto a minuto, en todos los confines de la Tierra. Carlos se dirigía, de nuevo, a su pueblo para hablar de dolor y legado: “Creo que podría decir que el mundo entero se solidariza conmigo en esta irreparable pérdida… El reinado de mi madre ha sido inigualable en su duración, dedicación y devoción. Soy profundamente consciente de esta gran herencia y de los deberes y grandes responsabilidades de soberanía que ahora han recaído en mí. Me esforzaré por seguir el ejemplo inspirador que se me ha dado… En todo esto, me siento profundamente alentado por el constante apoyo de mi amada esposa… Y al llevar a cabo la pesada tarea que se me ha encomendado, y a la que ahora dedico lo que me queda de vida, pido la guía y la ayuda de Dios todopoderoso”.
Carlos III eligió las flores para su madre de los jardines del palacio de Buckingham. Clarence House y Highgrove House e incluían mirto cultivado a partir del ramo de novia de la Reina
Tras hacer la promesa de dedicar “lo que me queda de vida” al servicio de su pueblo, las trompetas sonaban en el balcón del Friary Court de Saint James y el rey de armas de la Orden de la Jarretera anunciaba a viva voz que, después de setenta años, Reino Unido tenía un nuevo soberano. Una vez más, toda la pompa que rodea el comienzo de un reinado.
Desafíos, pasiones y debilidades
A sus setenta y tres años, Carlos III ya ha hecho historia: es el monarca de mayor edad en mil años, pero ahora queda por ver cuál será su legado. Frente a la majestuosidad de Isabel II, que apenas dio un paso en falso, la humanidad del monarca, sus pasiones y debilidades. Frente a los récords de su madre, una enorme carga: mantener a flote una monarquía con más de mil años, liderar otros catorce reinos, ser jefe de la Commonwealth (54 naciones con casi dos mil millones de habitantes) y defender la fe como gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra en un momento en el que Reino Unido clama por la estabilidad y el bienestar económico sin saber muy bien cuál será su papel en el mundo.
Su mayor desafío será estar a la altura de su madre y el trono se presenta como una empresa difícil, aunque el Rey disfruta de un aumento en el apoyo, según las últimas encuestas de YouGov. El voto de confianza ha crecido a la par que su agotadora ronda de deberes. Mientras lidiaba con su duelo personal y dejaba ver su lado más emotivo hablando de la dedicación, el deber, la gratitud y el amor, ha guiado a una nación de luto y millones de ciudadanos han sido testigos de ello.
Un rey de gira
Reino Unido espera de él una Corona continuista, sin grandes reformas. Quiere a un Rey unificador, pacifista, humanitario, que lidere a una sociedad multicultural y con múltiples fes. Y Carlos III ya ha dicho que sí a todo ello en todos los escenarios, mientras mostraba su lealtad a Edimburgo, Cardiff y Belfast, en una agotara gira que lo llevó, la pasada semana, por las cuatro naciones que componen Reino Unido, tras su proclamación en Saint James y dirigirse a parlamentarios y lores en Westminster Hall.
La Reina consorte hizo su entrada con la princesa de Gales y sus dos hijos mayores, la duquesa de Sussex y la condesa de Wessex
Una agenda imposible (más de tres mil kilómetros), con traslados de Escocia a Inglaterra (y viceversa), a Irlanda del Norte y, finalmente, a Gales, donde concluyó el pasado viernes su primera gira por el Reino Unido como soberano. Allí, junto a la Reina consorte asistió a un servicio de oración en la catedral de Llandaff y a una sesión del Parlamento, donde se celebró una ceremonia solemne de condolencias. “La nación de Gales siempre ha estado en el corazón de mi madre”. “Ahora, mi hijo Guillermo tomará el título. Después del tiempo feliz que ha pasado aquí, su amor por Gales es profundo”, dijo.
Monarquía reducida
Carlos III apuesta por una institución más reducida. No es nada nuevo. Como príncipe de Gales ya había dejado claras sus intenciones y, en su primer discurso como Rey, sentó las bases de la nueva Monarquía. Sus grandes apoyos serán Camilla, con la que ha celebrado diecisiete años de matrimonio, y, ahora, “se convierte en Reina consorte. Sé que estará a la altura de las nuevas exigencias de este papel”, y los príncipes de Gales.
La Duquesa de Sussex, que no pudo contener las lágrimas en la ceremonia, fue fotografiada por primera vez en un acto oficial con sus dos sobrinos mayores
Aunque, por supuesto, contará con la princesa Ana, un pilar en su vida; con los condes de Wessex, y también es probable que deje la puerta abierta para que los duques de Sussex tengan más presencia en los grandes momentos familiares. Los hechos están ahí. Expresó su “amor por Harry y Meghan , mientras continúan construyendo sus vidas en el extranjero”, los situó en un lugar de preferencia (justo detrás de él) a la llegada del féretro de la Reina a Buckingham, dispuso que Meghan acompañara a la condesa de Wessex —otra hija para la Reina— en el camino a Westminster Hall y permitió a Harry usar su uniforme de Blues and Royals en la vigilia de los ocho nietos. Y, finalmente, también les dio un papel muy destacado en la despedida final del lunes. De la abadía de Westminster, donde lloraron todos y también se vieron las lágrimas de Meghan , a la capilla de San Jorge.
Fotografiados juntos después de dos largos años, los Reyes de España y don Juan Carlos y doña Sofía despidieron a la querida Reina
Duques de Sussex
También pidió a los príncipes de Gales, según algunos medios británicos, que sembraran la paz con ellos en memoria de su abuela, quien consiguió en su muerte lo que no se logró en su vida. El sábado 10 de septiembre, Guillermo y Kate aparecían a las puertas de Windsor acompañados por los duques de Sussex , para sorpresa de todos. No se les había visto juntos desde el 9 de marzo del 2020 —hace dos años, seis meses y un día—, pero, en un momento de dolor y duelo, dejaron de lado las diferencias que fracturaron a la Familia Real y sumieron a la Monarquía en una de las crisis más graves de su historia reciente. Todo por Su Majestad.
Vestidos de luto riguroso, recorrieron por separado los altares de flores, deteniéndose a leer los mensajes (Kate agachada, Meghan de pie) y charlaron, también por separado, con algunas de las personas que se habían acercado a la verja del recinto real para dejar velas, flores y tarjetas en un último homenaje a la Reina. La distancia fue muy significativa, también las miradas al frente y la ausencia casi de palabras. No era una situación cómoda para ninguno de ellos, aunque fue Meghan la que ofreció la imagen del “desamparo”. La duquesa de Sussex no dio un paso sin Harry y buscó continuamente la mano de su marido, a la vez que se tocaba el pelo, una y otra vez, escondiendo sus nervios.
Rania de Jordania rindió homenaje a Isabel II en clave de moda con el abrigo que estrenó para su encuentro con la soberana en 2001
Muy cerca, Kate, firme y segura, comentaba que “es muy raro estar aquí sin Su Majestad” y, también, la entrañable reacción de su hijo menor cuando comunicó a sus hijos la muerte de su bisabuela: “Mi pequeño Louis es tan dulce. Dijo: ‘Mamá, no te preocupes, porque ahora está con el bisabuelo’”.
Jefe de Estado y de familia
Carlos no solo se ha convertido en jefe de Estado, también se ha convertido en cabeza de una familia que ahora debe inclinarse y ante él, aunque tiene dos frentes abiertos. Por un lado, la situación de Harry y Meghan, aunque parece que el perdón está en camino y que no regateará en gestos para traerlos de vuelta a casa. Y por otro, el papel del duque de York, que presenta una difícil solución. Ha sido condenado por la sociedad y, tristemente, lo ha podido comprobar durante los días de luto por su madre.
Si Meghan se ha encontrado con muy pocas caras de piedra cuando se ha acercado a saludar, las críticas han sido demoledores para el duque de York, quien, al igual que toda la familia —la princesa Ana, los condes de Wessex, las princesas de York y Guillemo y Harry—, ha compartido su dolor y sus recuerdos junto a la Reina con conmovedores mensajes y cartas. En ellas, destacan sus consejos, los momentos compartidos y el saber que ahora ya está “con el abuelo… Ambos juntos en paz”, sin olvidar incluir al nuevo Rey, quien llegó al trono en una ola de luto por Su Majestad. Llorando a su madre y dando, a la vez, sus primeros pasos como monarca; recibiendo condolencias y velando a su madre —además de las vigilias con sus hermanos, en Edimburgo y en Londres—, y saliendo al encuentro de su pueblo y en las ceremonias grandiosas que se extendieron durante los diez días de luto.
Siguió batiendo récords
La muerte de Isabel II puso en marcha homenajes y liturgias solemnes que no se veían, en Gran Bretaña, desde la muerte de su padre, Jorge VI, en febrero de 1952. Fueron miles de preparativos finales abrazados por una oleada de emociones y sentimiento colectivo nacional. En 2002, 200.000 personas despidieron a la Reina madre, Isabel Bowes-Lyon; en 1952, se formaron colas de más de seis kilómetros para el último adiós al Rey Jorge VI, y un millón de personas despidieron a Diana… Su Majestad también ha logrado este récord. Dos millones de personas en su último adiós , altares florales por todas sus residencias, cientos de miles de dolientes desfilando ante su féretro, después de hacer colas de hasta quince horas, y la atención de los medios de comunicación, que ha superado todas las expectativas.
La lista de invitados incluyó a 22 Reyes, dos Sultanes y los Emperadores de Japón
Eligió Westminster
Con el cambio de era, el mundo fue testigo de cómo se hace historia. Desde 1760, los funerales de sus antepasados, incluyendo los de su padre y su abuelo, se celebraron en Windsor, pero la Reina pensó que la abadía de Westminster era más adecuada para una primera despedida y que merecía la pena romper la tradición. Dos mil personas en su réquiem frente a las 800 que alberga la capilla de San Jorge. No solo pensó en dónde, Isabel II también firmó cada detalle de los ceremoniales fúnebres asegurándose, además, de que el servicio de la catedral gótica no fuera “ni largo ni aburrido”, en palabras del exarzobispo de York, que, en las vísperas del histórico día, adelantaba que quería un servicio “glorioso”, con las voces angelicales del coro, que “caliente” los corazones de la nación. Y se cumplió.
La Reina Letizia estrenó un vestido negro con botones en los hombros y tocado-diadema con lazo y red que cubría su rostro. Como joyas, los pendientes pluma que le regaló la Reina Rania
Tras la última vigilia de los guardias del Rey y de las campanadas amortiguadas del Big Ben —el martillo de la campana se cubrió con una almohadilla de cuero—, el féretro abandonó Westminster Hall, a las 11:44, en una cureña State Gun Carriage, usada para el funeral de la Reina Victoria, en 1901. Y minutos después, 142 marineros de la Royal Navy bajaban sus cabezas hasta el pecho antes de empezar a tirar de las cuerdas del carro de armas. Volvía a cumplirse la tradición que se adoptó en 1901, en el funeral de la Reina Victoria, cuando un contingente de marineros intervino para sacar su ataúd, tras amenazar sus caballos blancos fúnebres con salir corriendo.
Una foto histórica: las Familias Reales de Europa despidieron a Isabel II en el templo donde se coronó reina y contrajo matrimonio
Alrededor de cuatro mil militares participaron en la procesión y nada impidió que los británicos rindieran el mayor de los homenajes a la Reina Isabel II, mientras su familia la acompañaba también en su último viaje. Carlos al frente, con sus tres hermanos; detrás sus hijos, de nuevo juntos, al igual que Kate y Meghan, que, aunque llegaron a la abadía en diferentes coches —la princesa de Gales viajó con la Reina consorte y sus hijos y Meghan, con la condesa de Wessex—, esperaron juntas la llegada del cortejo fúnebre. Un momento conmovedor, aunque el príncipe George y la princesa Charlotte se llevaron todo el protagonismo por su actitud seria y acorde al triste momento, por lo mayores que están —con sus nueve y siete años— y por su relación con su abuela Camilla. La nueva Reina consorte de Inglaterra, que no olvida los gestos que Isabel II tuvo con ella y también le rindió homenaje en un especial emitido en la BBC en las vísperas de su funeral. “Ahora tengo setenta y cinco años y la Reina está presente en casi todos mis recuerdos”. “Tenía esos maravillosos ojos azules que, cuando reía, iluminaban toda su cara. Siempre recordaré esa sonrisa inolvidable”.
Isabel II firmó cada detalle de su funeral con la idea de que no fuera ‘aburrido’, quería un servicio ‘glorioso’ con las voces angelicales del coro reconfortando los corazones de la nación
Los Reyes también hicieron cola
Las campanas de la abadía repicaron 96 veces durante noventa y seis minutos, uno por cada uno de los años que vivió Isabel II, y terminaron anunciando la llegada de la procesión. En el interior del templo esperaban al féretro real más de dos mil personas. Todas vestidas de luto y en riguroso silencio. Entre ellos, 500 mandatarios mundiales y 22 reyes, que llegaron en una flota de autobuses —a excepción de Biden, que pudo usar su limusina, conocida como “la Bestia”— y también tuvieron que hacer una cola de veinte minutos a la salida del templo. Entre ellos, los Reyes de España y de los Países Bajos, las dos Monarquías mejor representadas. Guillermo y Máxima viajaron a Inglaterra con la ahora princesa Beatriz y Felipe VI y doña Letizia lo hicieron con doña Sofía, aunque en Londres se encontrarían con don Juan Carlos. Primero en la recepción que ofreció Carlos III en Buckingham y luego, el lunes 19, en la abadía, donde ocuparon el mismo banco, dando lugar a la imagen más esperada.
Los cuatro reyes juntos
Don Juan Carlos estaba sentado entre doña Sofía y la Reina Letizia, que, a su vez, estaba al lado de don Felipe, muy cerca del féretro de Isabel II, y en la misma zona “real” que la Reina Margarita y el príncipe Federico Dinamarca, Carlos Gustavo de Suecia y la Reina Silvia, los Reyes de los Países Bajos, Felipe y Matilde de los belgas, los grandes duques de Luxemburgo, la Familia Real griega y Harald V y la Reina Sonia de Noruega. Y al otro lado, los Emperadores de Japón, los Reyes de Jordania y de Bután, el sultán de Brunei… Todos rindiendo homenaje al notable reinado y a la vida de servicio de la Reina como jefa de Estado y de la Commonwealth, en el mismo templo en el que se casó con el duque de Edimburgo (en 1947), fue coronada (en 1953), lloró la muerte de su madre (en 2002) y vio a su nieto Guillermo casarse con Kate Middleton. Un lugar importante en su corazón.
Momentos históricos: de la emoción del Rey Carlos ante el féretro de su madre a la imagen de Felipe VI y doña Letizia sentados junto a don Juan Carlos y doña Sofía
De hecho, Isabel II, que firmó cada paso de lo que serían sus actos fúnebres, incluyó para la ceremonia piezas con significado especial que sonaron en su boda, en el día de su coronación o el día que se casaron Kate y Guillermo, en 2011.
El funeral de Estado por la Reina fue el resultado de una cuidadosa preparación coordinada por el duque de Norfolk durante veinte años para honrar, celebrar y llorar una vida extraordinaria. Y cupieron todos. No solo los mandatarios, jefes de Estado y las Familias Reales, sino también todos los ámbitos de la vida en Gran Bretaña.
Una procesión majestuosa
La ceremonia fue oficiada por el reverendísimo Dr. David Hoyle, decano de Westminster, y leyó el sermón el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, recordando la promesa de la Reina, en su veintiún cumpleaños, de dedicar su vida al servicio — “Pocas veces se ha cumplido tan bien una promesa así”— y las palabras que pronunció cuando la pandemia nos llevó al encierro: “Nos volveremos a encontrar”.
Ante el imponente cortejo fúnebre de Westminster a Windsor, Meghan no pudo contener el llanto y a la princesa Charlotte se la vio conmovida por la pérdida de su ‘Gan-Gan’
A las 12:55 (hora española), cuando el servicio llegaba a su fin, sonó la diana, el himno nacional y un lamento, interpretado por el gaitero de la Reina, seguido de un silencio nacional de dos minutos —también en el cielo, los vuelos fueron suspendidos— y, finalmente, se escuchó un toque de corneta, el Last Post, como un homenaje a los soldados caídos. El féretro de Isabel II recorrió por última vez las calles de Londres en una procesión ceremonial y militar majestuosa, quizá, la más grande vista en Gran Bretaña.
De Londres a Windsor: dos millones de personas despidieron a Isabel II
El ataúd de Su Majestad pasó por última vez por el palacio de Buckingham —el personal salió a la puerta para el último saludo— y, después, siguió camino hacia el Arco de Wellington, mientras el Big Ben repicaba cada minuto y se escuchaban salvas de honor disparadas desde Hyde Park. Allí, se colocaron sus restos en el coche fúnebre para emprendió su viaje final a Windsor.
Decenas de miles de personas se alinearon en The Long Walk despidiendo en silencio sepulcral el State Hearse que avanzaba lentamente hacia su castillo, once días después su muerte, por carreteras secundarias, para permitir que la mayor cantidad de personas posible pudiera verla por última vez. Así lo quiso la Reina.
La Reina eligió su querido castillo para ser enterrada, junto a su marido, el duque de Edimburgo
Tierra sobre su ataúd
El funeral de Isabel II fue el mayor reto al que se han enfrentado jamás la Policía y Whitehall. Se desplegaron más de 10.500 policías, apoyados por 2.000 efectivos para el control de las multitudes y se aumentó considerablemente el servicio de ambulancias para asistir a los cientos de personas (más de setecientas) que se desmayaron o enfermaron durante la espera. No solo fueron las colas y la despedida en Londres, también los cientos de miles de personas alineadas para el último adiós en Windsor. El legendario castillo en el que todavía montó un poni este verano, con noventa y seis años, y que eligió para su descanso eterno junto a su marido. Y también el lugar en el que se le volvieron a rendir todos los honores en otra procesión histórica —sus amados corgis, ‘Muick’ y ‘Sandy’, también estaban—, antes de celebrar un nuevo servicio en la capilla de San Jorge, con 800 invitados, entre ellos, don Felipe y doña Sofía. El Rey Juan Carlos había rehusado la invitación y la Reina tenía que coger un vuelo a Nueva York.
Allí, finalmente, Isabel II sería separada de la corona, el orbe y el cetro del Estado Imperial. Los atributos que la acompañaron en su vida, sobre el ataúd en su último viaje y que fueron colocados en el altar antes del himno final y de descender a la bóveda real, mientras las notas de una gaita se desvanecían gradualmente.
Tras despedir a doña Letizia con un beso, don Felipe acudió junto a su madre al entierro en la capilla de San Jorge
Y ya en su lugar de descanso, Andrew Parker, su Lord Chambelán, rompió su bastón blanco sobre su tumba para indicar el final de su servicio como soberana y el Rey esparció tierra sobre el ataúd. El último gesto, antes de volver a liderar a la familia en un tercer servicio religioso.