El cuerpo sin vida de Isabel II ya se encuentra en su querido castillo de Windsor, fortaleza del siglo XI a la que unos meses antes de morir, la soberana trasladó su residencia permanente. Acompañado por el rey Carlos y otros miembros de la Familia Real, entre los que se encontraban los príncipes George y Charlotte de Gales, el féretro ha llegado para el último homenaje antes del entierro, un responso cargado de simbolismo, que Isabel II dejó preparado en vida, en el que también han sido invitados los trabajadores actuales y pasados de la Casa de la Reina así como de sus propiedades privadas. La mayoría de los asistentes de la capilla de San Jorge no han acudido al funeral celebrado horas antes en la Abadía de Westminster.
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Ante los caballeros militares de Windsor y la guardia de honor, los gobernadores generales han llegado y han tomado asiento dentro de la capilla los primeros invitados, mientras el órgano ha sido tocado por Miriam Reveley que ha interpretado obras de Bach, Howells, Harris y Williams. A las 17:00 horas españolas, el cortejo fúnebre ha llegado a la capilla, una de las favoritas por la monarquía británica para sus ceremonias. El primer batallón de los guardias Granaderos ha recibido al cortejo fúnebre para dar comienzo a este servicio en el que además de la primera ministra, Lizz Truss, han estado el resto de exprimeros ministros, todos ellos miembros de la Orden de la Jarretera, con sus cónyuges.
La procesión, encabezada por personas que fueron de la máxima confianza de Isabel II, ha estado integrada por su mayordomo y miembros de su secretaría privada, entre otros. El arzobispo de York, el arzobispo de Canterbury, el decano de Windsor, David Conner, -que se ha encargado del oficio- , Lord Chamberlain y el conde mariscal han precedido al ataúd. Tras él, el rey Carlos, la reina Camilla, la princesa Ana, el vicealmirante Sir Tim Laurence, el duque de York, los condes de Wessex, los príncipes de Gales, sus hijos mayores, los duques de Sussex, el conde de Snowdon, Peter Phillips, el duque de Gloucester, el príncipe Micahel de Kent, el duque de Kent, coroneles y oficiales y miembros de las oficinas de los antiguos y los nuevos Príncipes de Gales, que han accedido por el Pórtico de Galilea de la capilla de San Jorge, bellamente engalanada con lirios, dalias, rosas, eucaliptos y ruscus, entre otras flores y plantas.
El servicio ha corrido a cargo del decano de Windsor y ha contado con la participación del rector de Sandringham, del ministro de Crathie Kirk y del capellán de Windsor Great Park. El coro de la capilla, compuesto por once hombres, una mujer y trece niños, dirigido por sir James Vivian. El director de música y órgano, Sir Luke Bond, ha sido el encargado de la música. Los dos participaron también en el servicio funerario del duque de Edimburgo. Gran parte de la música de este responso ha sido compuesta por Sir William Harris, quien fue organista de la capilla de San Jorge entre 1933 y 1961. Durante gran parte de su infancia, la Reina visitaba a menudo la tribuna del órgano para ver tocar a Sir William, que la enseñó a tocar el piano.
El servicio ha dado comienzo con el coro cantando el Salmo 121, bajo los acordes de Sir Henry Walford Davies. Después, cuatro integrantes del coro han cantado The Russian Contaklon of the Departed, que también se oyó en el funeral del duque de Edimburgo. Acto seguido, el decano de Windsor ha realizado la monición de entrada en la que ha destacado que: "Nos hemos reunido para encomendar en las manos de Dios el alma de su sierva, la reina Isabel, aquí en la capilla de San Jorge, donde ella rezaba con tanta frecuencia. Estamos obligados a recordar a alguien cuya fe cristiana sencilla, pero profunda dio tantos frutos. Fruto de una vida de servicio incansable a la Nación, a la Commonwealth y al mundo en general, pero también (y especialmente para ser recordada en este lugar) en amabilidad, preocupación y cuidado por su familia, amigos y vecinos. En medio de este mundo que cambia rápidamente y con frecuencia turbulento, su presencia tranquila y digna nos ha dado confianza para enfrentar el futuro, como ella lo hizo, con coraje y esperanza".
Ha sido entonces cuando ha tenido lugar el primer himno Toda mi esperanza está fundada en Dios. El decano ha procedido a leer el libro del Apocalipsis 21, versículos 1-7 que también se leyó en los funerales de los abuelos de la soberana, el rey Jorge V, en 1936 y la reina María, en 1953, y en el de su padre, el rey Jorge VI, en 1952.
Las oraciones han sido prounciadas por los tres capellanes de la Reina: el rector de Sandringham, el ministro de Crathie Kirk y el capellán de la capilla Real de Windsor Great Park: "Padre y Señor de toda vida, te alabamos porque nos has hecho misericordioso a tu imagen y porque reflejamos tu verdad y tu luz. Te damos gracias especialmente por la vida de tu hija Isabel, por la misericordia que recibió de ti, y por el ejemplo que con su vida de servicio, amor y fe ha puesto ante nuestros ojos". Tras el padrenuestro, el coro ha cantado un motete con música, una vez más, de Sir William Henry Harris.
Uno de los gestos más simbólicos que se ha producido en este último homenaje final ha sido cuando el joyero real, junto con el capitán de navío y los sargentos de armas han retirado la corona del Estado Imperial -de 1,06 kilos de peso y 31,5 centímetros de altura compuesta por 2.868 diamantes, 269 perlas, 17 zafiros, 11 esmerladas y cuatro rubíes-, el orbe y el cetro del ataúd para entregárselos al decano, que los ha colocado en el altar. Los símbolos de la monarquía británica han estado sobre el féretro de la Reina durante los cuatro días que Westminster Hall ha estado abierto para que el público pudiera mostrar sus respetos.
Antes del himno final, el Rey ha puesto la bandera de la Guardia de Granaderos de la Compañía de la Reina sobre el ataúd, al mismo tiempo que el Lord Chamberlain, el barón Parker, ha roto su vara y la ha colocado sobe el ataúd. Después, se ha vivido uno de los momentos más emotivos, cuando la caja de roble con el cuerpo sin vida de la monarca ha descendido a la bóveda real mientras el deán de Windsor ha pronunciado el salmo103: "Sal de este mundo en tu viaje, oh alma cristiana" y el Rey de Armas ha pronunciado los títulos de Su Majestad: "Así le ha placido a Dios Todopoderoso sacar de esta vida transitoria a Su Divina Misericordia la difunta altísima, muy poderosa y excelentísima monarca Isabel II, por la gracias de Dios del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de sus otros Reinos y Territorios Reina, jefa de la Commonwealth, defensora de la fe y soberana de la muy noble Orden de la Jarretera".
El gaitero de la Reina ha intervenido por última vez mientras el ataúd ha descendido lentamente hacia la bóveda real donde recibirá sepultura en un acto estrictamente privado. El arzobispo de Canterbury ha realizado la bendición final a la que le ha seguido el himno nacional que se ha entonado al final del servicio dando así fin a la ceremonia. En el exterior, en el Long Walk de Windsor, decenas de personas han visto en pantallas gigantes la retransmisión de este último homenaje. Al finalizar la ceremonia el público rompió el silencio con una gan ovación.
Horas más tarde, a las 20:30 horas de España tendrá lugar el entierro privado, que no será televisado y que se desarrollará en la más estricta intimidad. La Reina descansará para siempre junto a su marido, Felipe de Edimburgo en la capilla conmemorativa del rey Jorge VI.