Lo que no consiguió la vida, lo consiguió la muerte. El pasado junio estas mismas calles de Londres, las que rodean al Palacio de Buckingham, estaban llenas de británicos y turistas que celebraban los 70 años de Isabel II en el trono. Entonces la familia Windsor se volcó en unas celebraciones nunca vistas que la soberana aprovechó para sentar las bases de lo que sería la monarquía en el futuro, trazando una línea muy clara entre los que serían Familia Real y los que pasarían a ser solo familia del Rey. Entonces quedó claro que en el balcón del Palacio de Buckingham solo había espacio para Carlos, Camilla, Guillermo y Kate, de modo que Harry y Meghan fueron invitados a unirse a las fiestas con el resto de nietos y bisnietos de la monarca, en un lugar alejado de las cámaras y sin peso institucional. Ahora, tras el fallecimiento de Isabel II el pasado 8 de septiembre en el Castillo de Balmoral, algo ha cambiado. La nueva Casa Real -con Carlos III al frente- ha devuelto a los duques de Sussex el mismo lugar que ocupaban antes de marcharse: un lugar protagonista, muy distinto al que recibieron en su visita de hace tres meses.
Cuando Isabel II falleció, Harry y Meghan se encontraban en el Reino Unido por motivos de trabajo, así que el príncipe lo dejó todo para correr al Castillo de Balmoral (el mismo lugar en el que hace 25 años le dieron la noticia de que su madre, Diana de Gales, había muerto) y comunicó que él y su mujer permanecerían en el país hasta el final de los actos programados para despedir a su abuela. Nada hacía presagiar entonces lo que ha sucedido: que recuperarían, aunque sea durante diez días, el lugar que perdieron tras su ruptura histórica con la Casa Real británica, ya que todos los antecedentes indicaban lo contrario.
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Guillermo y Harry, éste sin uniforme, han salido caminando juntos del palacio de Buckingham tras el féretro de su abuela sentando las bases de lo que iba a suceder. Unos segundos después, tras el coche ocupado por Camilla y Kate, reina consorte y princesa de Gales, salían Meghan y Sophie de Wessex. Una vez en Westminster Hall esto se ha mantenido, Harry ha ocupado su lugar de nacimiento, un paso por detrás de su hermano Guillermo, lo que dejaba de nuevo la foto de los "Cuatro Fantásticos" (así los llamaban cuando eran la imagen más brillante de la monarquía británica) juntos. De este modo Harry, como hijo del Rey, ha ocupado un lugar diferente y destacado al del resto de nietos de Isabel II, los Wessex, las York y los Tindall, estaban a la derecha del féretro, a excepción de Peter Phillips, nieto mayor de Isabel II, que ha permanecido detrás de Harry después de haber caminado en el cortejo fúnebre. Una vez terminada la ceremonia han salido en orden de precedencia, momento en el que se ha visto a Meghan hacer una profunda reverencia ante el féretro de Isabel II.
Cuando murió el duque el duque de Edimburgo, Meghan no acudió (fue en medio de la pandemia y ella estaba embarazada) y Harry fue el invitado incómodo. La Casa Real decidió separar a Harry de su hermano Guillermo y Peter Phillips, primo hermano de ambos, se colocó como un muro que evitara la tensión. Solo había pasado un mes de la famosa entrevista bomba que los Sussex dieron a Oprah Winfrey, un testimonio repleto de halagos y respeto a Isabel II, pero que dañó enormemente la imagen de su heredero, el entonces príncipe Carlos, y del heredero del heredero, el príncipe Guillermo. Eso sin olvidar que el nombre de Kate salió hasta 19 veces, fue cuando se conoció el episodio de que una ellas había hecho llorar a la otra en medio de los preparativos de la boda de los Sussex a cuenta de los vestidos de las damas de honor. Este fue solo el príncipio, ya que Harry hizo incluso declaraciones más duras unos meses después. Sin embargo, esto ahora parece cosa del pasado.
La primera señal de que el fallecimiento de Isabel II estaba cambiando las cosas (puede ser una tregua pero a día de hoy han cambiado) llegó hace cuatro días cuando Guillermo, como nuevo príncipe de Gales, invitó a los duques de Sussex a salir a las puertas del Castillo de Windsor en un paseo en el que también estuvo Kate. Llegaron y se marcharon en el mismo cochen (una anomalía según el protocolo habitual) y The Times publicó que esa aparición se retrasó 45 minutos porque estaban negociando cómo se haría. No dieron la imagen de estar muy cómodos pero, como dijo Kate al público, "en momentos así hay que estar unidos".
Hace solo tres meses los duques de Sussex recibían un tratamiento muy distinto
El pasado junio, Harry y Meghan, acompañados por sus dos hijos, Archie y Lilibet, estuvieron en Londres para las celebraciones por los 70 años de Isabel II en el trono. Entonces no se dejaron ver, es más, se esforzaron por no dejarse ver, ya que no acudieron a ninguna de las celebraciones más distendidas y abiertas al público que se celebraron durante esos días, como los conciertos al aire libre que tuvieron lugar frente al palacio de Buckingham y a los que acudieron incluso aquellos que no forman parte de la familia oficialmente como la nueva novia de Peter Phillips o el hijastro de Beatriz de York.
Durante el comienzo de las celebraciones, con el tradicional desfile militar del Saludo a la Bandera, conocido en el Reino Unido como Trooping the Colour, se invitó a Harry y a Meghan a participar desde un lugar sin la relevancia histórica e institucional del palacio de Buckingham, a cinco minutos, en la Sede de la Caballería en cuyo Patio de Armas tuvo lugar el acto central del desfile. Entonces el mensaje era claro: Harry y Meghan tienen el mismo lugar el que resto de nietos y bisnietos de la Reina. Es decir, no tienen un tratamiento especial por Harry hijo del heredero. De este modo, los duques de Sussex pasaron a un segundo plano y apenas se vieron fotos de ellos.
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Los entresijos de la fiesta de cumpleaños de Lilibet en pleno jubileo
El único acto en el que sí se dejaron ver fue la Misa de Acción de Gracias que se celebró en la Catedral de San Pablo y allí, de nuevo, la Casa Real reforzó esa idea de que los Sussex son parte de la familia pero sin lugar prioritario. Así que los sentaron en segunda fila y al otro lado del lugar que ocupaban Carlos, Camilla, Guillermo y Kate. Ni se saludaron, ni se cruzaron las miradas. Harry y Meghan estuvieron impecables en su papel de "actores secundarios", entraron, cumplieron y se marcharon directos a su casa en Windsor, evitando la recepción posterior que se celebró en el Guildhall. Solo fue al regresar a Estados Unidos, cuando ya habían terminado los fastos en honor a Isabel II, cuando compartieron las imágenes de la fiesta de cumpleaños de Lilibet, que se celebró de forma paralela al jubileo.