Isabel II hizo una promesa en su coronación: que fuese su vida más larga o más corta, se dedicaría “al servicio de la gran familia imperial a la que todos pertenecemos” y así ha sido hasta el final. La Reina más grande de la historia no se rindió hasta dos días antes de su muerte. Su encuentro con la primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, en su castillo de Balmoral —una decisión sin precedentes—, fue el acto final.
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Su Majestad rendía su último servicio con el bastón de Felipe de Edimburgo, que le ha servido de apoyo desde la muerte de su marido, hace un año y medio; su inseparable bolsito negro al brazo, y una sonrisa tímida acompañando a sus ojos todavía brillantes. Se veía frágil, más delgada, tenía un llamativo hematoma, pero no se esperaba el comunicado que emitió el Palacio de Buckingham el 8 de septiembre a mediodía y que hizo saltar todas las alarmas: los médicos que atendían a la soberana estaban “preocupados” por su estado de salud. El Reino Unido —y el mundo entero— contuvo el aliento.
“A mi querida mamá, en el momento en el que empiezas tu último gran viaje para unirte de nuevo con mi querido papá, solo quiero decir esto: gracias. Que los vuelos de los ángeles te canten para tu descanso”
Kate de luto
Minuto a minuto, iba aumentando la preocupación por la vida de la monarca, mientras sus cuatro hijos se desplazaban hasta Escocia para acompañarla en sus últimas horas. Primero, su primogénito, el príncipe Carlos —que se encontraba en Birkhall, cerca de la finca de Aberdeenshire, a unas horas de Balmoral—, y la princesa Ana. Más tarde, los príncipes Andrés y Eduardo —con su mujer, Sophie de Wessex—, junto al príncipe Guillermo, quienes tomaban un avión de la RAF desde Norholt, al oeste de Londres.
Las multitudes también aclaman al soberano en su primera aparición: “¡Dios salve al Rey!”. A sus setenta y tres años, Carlos III ha hecho historia: es el monarca de mayor edad en mil años
Recién mudados a su nueva casa, Kate se quedaba en Windsor y recogía a sus hijos en el colegio vestida de negro, con semblante serio y protegiendo su mirada (o sus lágrimas) con gafas oscuras. La muerte de la Reina —cuyo favor se ganó con su carácter, su manera de hacer familia y su brillante trabajo— abre una nueva etapa para ella. Isabel confiaba en que, algún día, será una gran monarca y le agradecía el haber construido, junto a Guillermo, un hogar feliz. Ahora, con Carlos como Rey, su momento ha llegado.
Meghan, en Londres
También Harry viajó solo a Balmoral —la duquesa se quedó en Londres— y fue el último en llegar a las Tierras Altas y el primero en dejar Balmoral a la mañana siguiente, con los ojos llorosos, camino de Windsor, donde se reuniría con Meghan. Horas antes, a las siete y media de la tarde hora española —seis y media en el Reino Unido—, Buckingham confirmaba lo que todos temían: “La Reina ha muerto en paz en Balmoral esta tarde, acompañada de su hijo Carlos de Inglaterra, de sus hijos menores —Ana, Andrés y Eduardo— y de sus nietos el príncipe Guillermo y Harry”.
Miles de personas lloran la muerte de su Reina a las puertas de sus palacios, esperando darle el último adiós en Londres
Al otro lado del país, en Buckingham, un lacayo, de luto, cruzaba la puerta de palacio para colocar en la verja su obituario… Aunque, desde las cuatro y media de la tarde —hora británica—, cuando el secretario del Gabinete del Gobierno, Simon Case, transmitió la noticia a Liz Truss, ya se habían puesto en marcha la conocida como operación “London Bridge” —”Puente de Londres— y la Operación Unicornio, preparada con años de antelación por si Isabel II fallecía en Escocia y no en la capital del Reino Unido.
Velada en Escocia
En todos sus reinos, millones de ciudadanos vivían con enorme tristeza la muerte de su Reina, a la que despedirán durante días las campanas de la abadía de Westminster, la catedral de San Pablo y el castillo de Windsor. El Ejército, con 96 cañonazos —uno por cada año de su vida— en Hyde Park y otras estaciones. La soberana descansaba, envuelta en el estandarte real, en el mismo lugar donde dio su último suspiro, en la que fue una de sus residencias estivales favoritas.
Allí, en el salón de baile, en el que compartió tantos momentos especiales con su marido cuando era princesa, el personal a su servicio pudo rendirle un último homenaje antes de que, el domingo, su cuerpo fuese llevado al palacio de Holyroodhouse, en Edimburgo.
Las campanas de Westminster, la catedral de San Pablo y el castillo de Windsor despiden a Isabel II y la Tropa Real de Artillería a Caballo del Rey recordó sus años con 96 cañonazos
Al cierre de esta edición, no era oficial el recorrido, pero se esperaba que el martes fuera trasladada al palacio de Westminster, en Londres, donde reposará durante cinco días —sobre su ataúd se situará la corona de su coronación— para que los ciudadanos británicos puedan mostrarle sus respetos y darle su último adiós. Pero antes, el lunes 12, está prevista una procesión de la milla real a la catedral de St. Giles, que acogerá una Misa donde sus hijos la velarán en la “vigilia de la princesa”.
Larga vida al rey
“La Reina ha muerto, Dios salve al Rey”. Tras el fallecimiento de Isabel II, el peso de la corona ha recaído sobre su primogénito, el príncipe Carlos, que llega al trono como Carlos III, tras una espera de décadas. Aunque, de la manera más triste, ha logrado su destino. A sus setenta y tres años, ya ha hecho historia —es el monarca de mayor edad en mil años— y dedicaba emocionado sus primeras palabras a su madre: “La muerte de mi querida madre, Su Majestad la Reina, es un momento de gran tristeza para mí y para todos los miembros de mi familia. Estamos inmersos en un profundo luto por una muy querida soberana y una madre muy amada”.
Carlos III regresó a Londres como Rey, vestido de luto, y también dijo: “Quiero expresar mi amor por Harry y Meghan mientras continúan construyendo sus vidas en el exterior”
El último fin de semana de la reina
Carlos no solo estuvo al lado de la Reina Isabel en las últimas horas. También disfrutaron juntos del último domingo. Así lo hizo saber el reverendo doctor Ian Greenshields, moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia. Tras conocerse la muerte de la soberana, reveló a The Times que se quedó en Balmoral tras dar el sermón en la iglesia donde rezaba, compartió la cena del sábado con Su Majestad y de nuevo el almuerzo del domingo, aunque se les unieron los príncipes Carlos y Ana.
En todos los rincones de la capital se recuerda la muerte de la soberana que más tiempo reinó en el país y se hace cola para dejar ramos de flores
El reverendo contaría que la vio “genuinamente risueña” y “llena de diversión”, que fue “una visita fantástica” y que lo sorprendió con su prodigiosa memoria —puso nombre a todos los caballos que tuvo a lo largo de sus noventa y seis años de vida— y su conocimiento de la actualidad —”Estábamos hablando de Ucrania y su tristeza por lo que estaba sucediendo”—. “La encontré brillante y de muy buen humor, así que me entristeció escuchar el anuncio”. Nada hacía presagiar que, cinco días después, la Reina daría su último suspiro.
Carlos III regresa a Londres
Al día siguiente, por la mañana, después de pasar la noche en Balmoral, el monarca, con semblante serio, y la Reina Camilla, también muy triste, viajaban hasta Londres, donde debía atender sus primeros deberes como Rey del Reino Unido. Al nuevo soberano le tocaba dar los siguientes pasos: declarar el luto nacional —será de siete días, hasta el funeral de Isabel II, previsto para el próximo 19 de septiembre—, reunirse con la primera ministra —la primera en saludarle oficialmente como soberano— y dirigirse a su nación en un mensaje televisado a las siete de la tarde. Veinticuatro horas después de la muerte de su madre, Carlos III llegaba junto a la Reina consorte a Buckingham, ambos de luto, en un Rolls-Royce, dando lugar a las primeras escenas conmovedoras.
“Su Majestad la Reina, mi amada madre, una inspiración y un ejemplo para mí”. “Me esforzaré por serviros con lealtad, respeto y amor, como lo he hecho a lo largo de mi vida” (Carlos III)
Las multitudes estallaron con gritos de “¡Dios salve al Rey!” mientras sonaba el Himno Nacional y el estandarte real se izaba sobre el palacio de Buckingham por primera vez en su reinado. A las puertas del que fue el hogar de la Reina, cientos de tributos de flores —imposible no recordar los días de duelo por la princesa Diana, fallecida hace veinticinco años—, que el monarca quiso ver en su primer paseo de Rey, de quince minutos, seguido por su mujer, que estaba al borde de las lágrimas. Sonó entonces una corneta e hicieron su entrada en Buckingham por la puerta principal del palacio.
El primer discurso
Esa misma tarde, Carlos de Inglaterra, tras su primera audiencia con la primera ministra, Liz Truss, que apenas lleva tres días en el cargo, en el palacio de Buckingham, se dirigía a la nación para dar su primer discurso como Rey. De apenas nueve minutos de duración, había sido grabado a mediodía (el 9 de septiembre) en el salón Azul de su residencia oficial. A las siete de la tarde del viernes —hora española—, sus palabras empezaban a recorrer el mundo. Con “profundo dolor”, habló del legado de “Su Majestad la Reina, mi amada madre, una inspiración y un ejemplo para mí”, que ahora él toma.
Carlos III llega al trono comprometiéndose igual que su madre hace más de setenta años: “Me esforzaré por serviros con lealtad, respeto y amor, como lo he hecho a lo largo de mi vida”. Como él mismo reconoció, su vida cambiará —”a medida que asuma mis nuevas personalidades”— y, aunque “ya no me será posible dedicar tanto de mi tiempo y energías a las organizaciones benéficas y los asuntos que me importan tanto, sé que este importante trabajo continuará en las manos confiables de otros”. Cuenta con la ayuda de su “querida esposa, Camilla”, que se convierte en su reina consorte —”sé que aportará a las exigencias de su nuevo cargo la firme devoción al deber de la que he llegado a depender tanto”—, y, por supuesto, de su heredero, Guillermo.
Guillermo y Kate, Príncipes de Gales
El príncipe no solo “me sucede como duque de Cornualles”, sino también como príncipe de Gales —”título que he tenido el gran privilegio de ostentar durante la mayor parte de mi vida”—. “Con Catherine a su lado, sé que nuestros nuevos príncipe y princesa de Gales continuarán inspirando y liderando nuestras conversaciones”, añadió para, a continuación, referirse a su hijo Harry: “Quiero también expresar mi amor por Harry y Meghan mientras continúan construyendo sus vidas en el exterior”.
“Con Catherine a su lado, sé que nuestros nuevos príncipe y princesa de Gales continuarán inspirando y liderando nuestras conversaciones”
“En poco más de una semana, volveremos a unirnos como nación, como Commonwealth y, por tanto, como una comunidad global para permitir que mi querida madre descanse”, aseguraba. “Querida mamá, mientras comienzas tu último gran viaje para unirte con mi querido papá, quiero decirte algo tan sencillo como: gracias. Gracias por tu amor y tu devoción hacia tu familia y la familia de naciones a la que has servido de forma tan diligente todos estos años. Que los vuelos de los ángeles te canten para tu descanso”.
Los hijos de Harry y Meghan podrán ser príncipes
Un día después, el sábado, era proclamado, por el Consejo de Sucesión, integrado por altos políticos, obispos, dignatarios de la City de Londres y embajadores de la Commonwealth, en el palacio de St. James. Y tras el acto —que pudo seguirse a través de la televisión— haría su primera aparición en el balcón de palacio de Buckingham. El mismo donde, siendo un niño, acompañó a su madre el día de su coronación.
Mujer del duque de Edimburgo durante setenta y tres años, madre de cuatro hijos, abuela de ocho, bisabuela de doce y la Reina más grande de la historia británica
Carlos III es el nuevo Rey de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de catorce países de la Commonwealth, además del nuevo duque de Lancaster. Hay un nuevo orden de familia y la muerte de la soberana también entraña cambios para el príncipe Harry y, en especial, para sus hijos, que podrán ser príncipes. Antes quedaban en una posición más alejada del trono para ostentar este título, pero ahora —de acuerdo a las normas establecidas por el Rey Jorge V, en 1917—, como hijo de un hijo, a su vez, de un soberano, puede ser tratado como ‘HRH’ — ‘His Royal Highness’— y príncipe. Está en su mano aceptarlo.