Una de las imágenes más significativas que ha dejado la proclamación oficial de Carlos III de Inglaterra se ha producido en apenas un instante. Ha sido un segundo captado sin embargo por los focos en el que se puede ver el gesto que el príncipe de Gales hace a la reina consorte Camilla, guiándola antes de que firme el acta que declara a Carlos III como rey. Ambos han plasmado su nombre como testigos y miembros del consejo privado en el acta, después de que el propio Carlos hiciera lo propio. Este sencillo detalle podría parecer apenas una deferencia y una muestra de educación de Guillermo hacia la nueva reina consorte, pero es mucho más pues ha puesto de manifiesto una vez más cómo ha cambiado la relación que les une, que no siempre ha sido tan cercana como ahora parece.
¿Cómo se repartirá la herencia de Isabel II?
El 20 de noviembre de 1995, la BBC emitió una entrevista en la que Diana de Gales, desde uno de los salones del palacio de Kensington y ante una audiencia de más de 20 millones de espectadores, aseguró que "éramos tres en mi matrimonio". Estas declaraciones que desvelaban el papel de Camilla en su relación con el hijo de Isabel II precipitaron el divorcio de la pareja real, que de hecho ya llevaba separada desde 1992. Esta separación y las posteriores revelaciones acerca de la vida íntima del ahora rey, que provocaron incluso que se cuestionara su aptitud moral como futura cabeza de la Iglesia de Inglaterra, provocaron inevitablemente la distancia entre el príncipe Guillermo y Camilla.
En 1992, cuando su relación con el príncipe Carlos salió a la luz, como un affaire y no como la historia de amor que es, Camilla se convirtió en una de las personas más odiadas del Reino Unido. Su madre Diana gozaba entonces todavía de una enorme popularidad entre la sociedad británica, lo que dificultó aún más el papel que Camilla quería desempeñar en la vida de Carlos. Con el paso del tiempo, Carlos dejó claro que Camilla no era un asunto con el que fuera a negociar ni un capricho, así que había que lograr que fuera aceptada no solo por la opinión pública, sino por la familia. No fueron sin duda años sencillos para el príncipe Guillermo que lidiaba con el duelo por la trágica e inesperada muerte de su madre en 1997 (tenía entonces solo 15 años) y las críticas hacia la que nadie imaginaba entonces que sería la nueva esposa de su padre.
En el año 2000 la Reina aceptó coincidir con Camilla en el 60º cumpleaños del rey Constantino de Grecia poniendo las bases para su cada vez mayor aceptación entre los Windsor. Un año después fue al príncipe Guillermo a quien le correspondió dar un paso en este sendido: coincidió con ella en una fiesta de la Press Complaints Commission en Somerset House. Así, poco a poco, fue ocupando su lugar de una manera casi natural hasta que la Reina autorizó una discreta boda civil, con una posterior bendición religiosa, en 2005. Tras su boda con Carlos, Camilla comenzó a patrocinar causas benéficas, a ocupar el lugar que la Reina le daba y a apoyar a Carlos sin eclipsarlo, mostrando que además está cómoda dejando que él sea protagonista.
A medida que Isabel II fue aprobando y normalizando la presencia de Camilla, la aceptación de Guillermo y Harry también se fue consolidando. Esto fue decisivo, sobre todo para un sector de los británicos que nunca perdonó a la pareja la infelicidad de Diana. Cada vez son más las ocasiones en las que coinciden y los actos institucionales que comparten, dado además que no son pocas las ocasiones en las que se sientan el uno junto al otro siguiendo el protocolo. Muestran así una cordialidad cada vez mayor lo que se pudo ver, por ejemplo, en las recientes celebraciones del Jubileo de Platino de la reina Isabel el pasado junio cuando conversaron animadamente durante los diversos actos.
En las nuevas líneas que perfila el príncipe Carlos en la organización de la institución tanto Camilla como los príncipes de Gales ocupan un papel fundamental. Los tres son los grandes pilares en los que quiere asentar las bases de su reinado que, aunque recoge el testigo y legado de su madre, tendrá por supuesto su sello personal. Una relación fuerte, ellos lo saben bien, entre quienes van a sostener dicho legado es fundamental para conseguirlo.
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