La vida de los Windsor está unida a sus palacios, castillos y residencias reales: el Palacio de Buckingham siempre, el Castillo de Windsor los fines de semana, Sandringham en invierno y el Castillo de Balmoral en verano. A diferencia de Carlos III que nació ya en el palacio de Buckingham y con el destino de reinar, su madre, Isabel II nació como hija del duque de York en la casa familiar materna del barrio de Mayfair, a un paso de los palacios de Buckingham y Kensington.
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Escucha aquí el podcast de ¡HOLA! ¿Cómo se convirtió Diana de Gales en icono pop?
Ahora, tras su fallecimiento en el Castillo de Balmoral, esta residencia escocesa toma un significado especial para la Casa Real británica, como escenario del último lugar en el que se vio con vida a Isabel II. Se suma así un episodio amargo más a una casa que ya ha presenciado momentos complicados.
La noche del pasado jueves, la primera noche sin Isabel II, no tuvo que ser nada fácil para los Windsor reunidos en torno a ella en la residencia escocesa ubicada en Aberdeenshire. Hijos y nietos corrieron para el castillo en cuanto se dio la voz de alarma, no todos llegaron a tiempo para despedirse de ella, pero sí aterrizaron en las horas sucesivas.
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Esa noche de luto no ha sido la primera, ya que casualmente allí estaban todos durante la noche del 30 de agosto de 1997, cuando una llamada procedente de París avisó de que la entonces princesa de Gales había tenido un accidente de coche y estaba en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière.
En ese momento los príncipes Guillermo y Harry, de 15 y 12 años respectivamente, dormían después de haber disfrutado de una jornada de verano con sus primos jugando en el Castillo de Balmoral. Estaban acompañados por su niñera y en la residencia también estaban otros miembros de alto rango de la Casa Real, entre lo la reina Isabel II y su padre, entonces príncipe de Gales.
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Ambos, tanto la Reina como el entonces príncipe Carlos, fueron informados de esa primera llamada, según la biógrafa Peny Junnor cada uno se quedó esperando noticias en su habitación, separados por una pared, pero sin hablar el uno con el otro, lo cual es un gesto llamativo y sirve para hacerse una idea del funcionamiento familiar.
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Quince minutos después los teléfonos volvieron a sonar, esta vez era la embajada británica en Francia para confirmar que Diana de Gales había muerto en la mesa de operaciones. Entre esas dos llamadas, según la citada escritora británica, Carlos estuvo hablando Camilla, la biógrafa británica cuenta que habían estado debatiendo sí era conveniente que el príncipe de Gales viajara a París para visitar a su mujer en el hospital, ninguno esperaba el fatal desenlace.
Al día siguiente, mientras en el Reino Unido se multiplicaban los gestos de dolor, el príncipe Carlos salió del Castillo de Balmoral rumbo a París, para traer –junto con las hermanas de Diana- los restos mortales de la Princesa. Horas después regresaba a Escocia para estar con sus hijos que seguían en Balmoral con resto de la Familia Real, de hecho, la opinión pública juzgo duramente a la Reina por no haber suspendido esas vacaciones o no haber hecho un comunicado oficial.
Un día antes del funeral, los Windsor salieron a la puerta del Castillo de Balmoral para ver las flores que la gente había depositado allí en memoria de Diana, una entrada que se encuentra hoy también repleta de flores, esta vez por Isabel II, cuyos restos mortales salieron de la residencia escocesa este domingo.
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Cinco años antes de la muerte de Diana, en Balmoral sucedió otro episodio amargo, aunque no tan dramático, que también marcaría enormemente las relaciones familiares. En el verano de 1992 tanto la relación de Carlos y Diana, como la del príncipe Andrés y su mujer, Sarah Ferguson, estaba rota. Sin embargo, dada la química que siempre habían tenido los duques de York –y siguen teniendo porque a día de hoy siguen compartiendo residencia oficial y ella ha sido el mejor apoyo del Príncipe con respecto al Caso Epstein- la opción de que se reconciliaran era bastante probable.
Esto saltó por los aires en medio de las idílicas vacaciones familiares en Balmoral, cuando la primera semana de agosto las portadas británicas llegaron a los quioscos con la imagen de Sarah Ferguson con John Bryan, un hombre de negocios estadounidense con el que era evidente que tenía una relación. Esa mañana la duquesa de York estaba en Balmoral con sus suegros, fue entonces cuando al parecer el duque de Edimburgo le dijo que no volvería a coincidir con ella, una determinación que el príncipe Felipe mantuvo de por vida y en la que hizo una excepción, la boda de Eugenia de York.
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