Isabel II fue una reina práctica que no perdía horas decidiendo qué se iba a poner o cómo iba a combinar su ropa. Hace décadas que decidió crear un estilo soberano único y a todo color, que no pasara de moda. Nunca siguió las tendencias, aunque las conocía y siempre estuvo por encima de las pasarelas. Su look real era su identidad e inspiraba a grandes diseñadores.
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Roger Vivier recreó una réplica casi exacta de los zapatos que hizo para su coronación para la colección de 2020, Queen Sandal. Los italianos Dolce&Gabbana le hicieron un gran guiño en su colección otoño/invierno 2008. Alexander McQueen se unió con la creación de un bolso. Hasta Vivienne Westwood lanzó una línea de trajes de noche inspirados en los looks históricos de la Reina.
La reina fue la influencer con más poder de la historia. Nueve décadas en el escenario del mundo mandando los mensajes correctos de poder y dignidad real como princesa, como heredera al trono y como reina. En su juventud y madurez marcó modas y tendencias; en el apogeo de la alta costura británica ‘compitió’ con las estrellas de Hollywood. Su Majestad fue la mujer más fotografiada de la historia.
Desde que era muy joven, supo lo que le sentaba bien -era muy difícil que cambiase de opinión- y que tenía que hacerse ver para que se la reconociese al instante. De ahí el uso de los colores vívidos que le permitían destacar entre multitudes.
Su ropa no podía suponer ningún problema añadido para bajarse de un coche, firmar un papel (¡ojo con los escotes!)... que se descosa un botón o que el viento le juegue una mala pasada con el vuelo de sus faldas. La planificación fue máxima y si había dudas se ponía peso en los dobladillos y se ensayaba con un ventilador para ver cómo responde la tela. No solo eso. También se hacían pruebas de sombra y luz para ver el efecto de color y textura en los distintos ambientes -calle, jardín, salones-; y, todo ello, desde cada ángulo.
Nada debía parecer nuevo, ni viejo, ni excesivamente caro, a menos que la situación lo requieriese. Las cenas de estado, por ejemplo, exigían todo lo contrario: tiaras y opulencia.
Su vestuario realizado con tejidos cien por cien naturales se planeaba con meses de antelación en función de su agenda y del más mínimo detalle. La reina era una entendida en tejidos y no soportaba las telas que se arrugan. Tampoco la ropa incómoda. Por eso no llevaba prendas rectas ni ajustadas y todo tenía que ser fácil de poner para no estropear su peinado.
Isabel II delegaba todo en Angela Kelly, que tenía el cargo de ‘Curadora del vestuario, joyas e insignias de la reina’ desde hace más de un cuarto de siglo. Su asistente personal se encargaba de lo que Su Majestad se ponía en el día a día, pero también se ocupaba de diseñar colecciones que luego cortaban y cosían las modistas de palacio.
En su libro, Vestir a la reina: el armario del jubileo, Kelly contaba que el primer paso era la aprobación de la Soberana. Como un puzle. Y eran al menos cuatro bocetos por tela y color para que la reina pudiese elegir con un solo gesto de mano. El segundo, una vez que el tejido y el diseño habían sido aprobados, era crear un modelo en algodón para poder hacer modificaciones.
Las sesiones de prueba de la Reina eran estrictamente privadas -participan Angela Kelly, y los perros de las Soberana- y la reina “siempre tenía la decisión final”.
Colores
Entre sus favoritos: el lila, el amarillo, el azul (su preferido), el melocotón, rosa, morado, el verde y el rojo. “Necesita destacar para que la gente pueda decir ‘Vi a la reina’, dijo su nuera, Sophie Rhys-Jones, condesa de Wessex, en el documental de La reina a los 90. El negro era sólo para ocasiones de duelo y protocolo. Por ello, cuando se vistió de luto para el funeral de su marido, el duque de Edimburgo, su soledad todavía era más conmovedora.
La reina simplifica
Cuando se trataba de accesorios como zapatos, guantes y bolsos la reina simplificbaa: blanco o negro. Los guantes eran esenciales y, desde siempre, llevaban la firma de Cornelia James, una casa que los fabrica en pieles mate-satinada y lavable. Para las cenas de gala, la reina también era de costumbres fijas. Bolso y zapatos en dorado.
Sombreros
Siempre del mismo color que su ropa, ligeros y en un tamaño medio para no ocultar su rostro, aunque en verano los usa con un ala más ancha para protegerse del sol. A lo largo de su vida ha llevado miles de sombreros –la persona que más en todo el mundo- y, algunos, aunque no se note, los llegó a usar hasta 30 veces. Los diseños de Philip Somerville también siguen un proceso similar al de la ropa y las bases para las pruebas se hacen de paja.
Bolsos
La mayoría firmados por Laurner & Company London Limited Laurner. Están cosidos a mano por artesanos con forma de sobre y tienen el asa larga para mayor comodidad. Cuando estaba parada, o de pie, los llevaba a la altura del codo. Cuando andaba, en la muñeca o en la mano. Cuando lo cambiaba de brazo, del izquierdo al derecho, había un mensaje. Dentro, ocultaba un pañuelo, un espejito, una barra de labios, gafas, caramelos de menta y una copia del programa del día.
Para casos de emergencia, la reina también contaba con el extra de la bolsa marrón que lleva una dama de honor con todo lo necesario: medias de repuesto, guantes, edulcorantes y un pañuelo húmedo con aroma a lavanda en caso de calor extremo.
Zapatos
Hechos a mano por Anello & Davide -la reina descubrió a los Beatles estos legendarios zapateros- con la mejor piel de becerro y generalmente, con un acabado en charol negro, quien trabajaba sobre una horma a la medida exacta de su pie. Los aprovechaba hasta el final -pedía que les cambiasen la suela o el tacón- y solo encargaba dos pares al año. Cuando estrenaba, pedía que los dieran de sí. Su ‘aflojadora’ fue su estilista, y confidente. Lo contó la misma Angela Kelly en su libro: La otra cara de la moneda, la Reina, la diseñadora y el guardarropa.
Cuando volvía a palacio, los zapatos se lustraban y se guardaban en cajas. Desde hace más de cincuenta años llevaba el mismo diseño, casi siempre en negro, con tacón cuadrado de cuatro centímetros y repelentes al agua.