Tras la muerte de Isabel II y la llegada de Carlos al trono, el príncipe Guillermo se ha convertido en el nuevo heredero de la Corona británica como primero en la línea sucesoria. A diferencia de su padre, que ocupó está posición siendo un niño, debido a la prematura muerte de su abuelo, el rey Jorge VI, al príncipe Guillermo este paso adelante le llega en un momento muy diferente de su vida, cuando ya ha pasado los cuarenta, ha formado una familia y tiene su papel institucional consolidado dentro y fuera del Reino Unido. Guillermo y Kate, duques de Cambridge desde el año 2011, han heredado ya el título de duques de Cornualles, tal y como ha quedado reflejado en sus redes sociales al conocerse el fallecimiento de la Reina.
De la tragedia a la máxima posición
El vínculo emocional que Guillermo tiene con el título de príncipe de Gales es evidente, su padre lo ha ostentado durante setenta años y su madre, la princesa Diana, fue la última princesa de Gales desde la reina María de Teck, abuela de Isabel II. Las circunstancias que rodearon a la muerte de Diana de Gales, cuando Guillermo solo tenía 15 años y caminó tras su féretro en un funeral televisado, lo convirtieron (igual que a su hermano Harry que tenía 12 años) en una especie de "protegido" de los británicos y durante décadas los dos hermanos fueron los más queridos por un país que en parte se sentía en deuda por no haber sabido proteger a su princesa.
Tanto por la tragedia como por la posición que ha ocupado hasta ahora en la Casa Real, sumado al cambio de los tiempos, el príncipe Guillermo ha vivido con más libertad, menos presión y, dentro de lo posible, ha acumulado vivencias parecidas al resto chicos de su edad como un año sabático, ir a la universidad, compartir piso y conocer a Kate Middleton, con la que vivió un largo noviazgo hasta que se decidieron a dar el paso de contraer matrimonio. Cuando llegaron los hijos –George, Charlotte y Louis-, el príncipe Guillermo convirtió a la familia en su prioridad, esto incluyó un tiempo en el que la pareja redujo considerablemente su presencia institucional. Hasta el punto que Guillermo se tomó la licencia de trabajar (sin sueldo) como piloto de helicópteros de emergencia, lo que le costó alguna crítica ya que un sector consideraba que dedicaba poco tiempo a la agenda oficial.
Los vaivenes en cuanto a popularidad son inevitables, sobre todo si está expuesto desde el minuto uno de vida, como fue el caso de Guillermo, que tenía horas cuando posó por primera vez en los brazos de su madre en las escaleras de la maternidad Lindo Wing, entre una gran expectación. No solo era el primer hijo de los príncipes de Gales –las estrellas indiscutibles por aquel entonces de la Casa Real británica- era además el segundo en la línea sucesoria y el nieto de Isabel II que ostentaría la jefatura del Estado en el futuro.
Un cuento y un tiempo distintos
La pareja que han formado Guillermo y Kate es totalmente diferente a la de la generación anterior. Los Cambridge nunca han dejado al descubierto ninguna fisura que afecte a la imagen o al funcionamiento de la monarquía y siempre han estado alejados de los escándalos que sacudieron a los Windsor durante los ochenta y noventa. Su historia de amor (hasta ahora) desprende verdad, estabilidad y entra en el molde de lo que se podría considerar como la familia británica perfecta, es decir, acumulan esa imagen de felicidad que el público sigue idéntificando con los cuentos de príncipes azules. En definitiva, si para Carlos y Diana su matrimonio fue un nudo lleno de complicaciones y desafíos para ellos y para la Casa Real, para Guillermo y Kate el camino ha sido distinto y sinónimo de éxito.
Los Cambridge llegaron hasta aquí sin prisa, pero si pausa. La longevidad de Isabel II y las siete décadas de Carlos como príncipe de Gales, permitieron que Guillermo se tomará su papel con cierta calma y al final le llegó el momento de dar su golpe de efecto. Cuando estalló la pandemia, con una soberana ya de avanzada edad y un heredero dentro del grupo de riesgo, los duques de Cambridge, que además ya no contaban con la sombra de Harry y Meghan, porque habían salido de la Casa Real, se convirtieron en imprescindibles. Fue entonces cuando avanzaron, en términos institucionales, a velocidad de crucero. Guillermo y Kate fueron los encargados de reabrir el palacio de Buckingham -el símbolo por excelencia de la monarquía británica- para actos de la máxima relevancia normalmente reservados al jefe del Estado o a su heredero. Otro paso al frente fue el que tuvo que dar en mayo de 2022, cuando asistió por primera vez a la apertura del Parlamento británico, un acto de la máxima relevancia en la que el príncipe Carlos sustituyó a Isabel II marcando el inicio del año legislativo.
En el extranjero sucedió algo parecido, Kate comenzó a viajar en solitario y a reunirse con las futuras reinas de su generación; y junto a Guillermo evocaban los días en los que Isabel II y el duque de Edimburgo realizaban grandes giras en el exterior, principalmente en la Commonwealth. Fue entonces cuando Guillermo demostró aplomo en su papel, que no es otro que el de representar al jefe del Estado y al Reino Unido, velar por las relaciones y los intereses de su país. En ese contexto, el príncipe Guillermo parece ser consciente de que tiene que actualizar el mensaje e imprimir un estilo propio. Lo vimos durante su paso por las Bahamas cuando dijo: "las relaciones evolucionan, pero la amistad perdura"; dejando claro que es consciente de que está llamado a ocupar la máxima posición de un reino que pierde territorios. Un ejemplo de esa evolución fue la presencia de Carlos, entonces como príncipe de Gales, en la ceremonia en la que Barbados se convirtió en una república, en diciembre de 2021, con el fin de mantener la conexión entre países.
Un principado en solitario
Con Carlos en la jefatura del Estado y con Camilla como reina consorte, el futuro de los Cambridge se perfila como un principado en solitario, una monarquía reducida al hilo de lo que viene sucediendo de forma natural en el resto de monarquías constitucionales de Europa. Ya no están los Sussex, ni los York, quedan pinceladas de los Wessex y la princesa Ana también podría asumir algunos compromisos oficiales, de hecho, durante el reinado de su madre era de las que más actos oficiales acumulaba, pero el grueso de la agenda queda en manos de Carlos y Camilla, y Guillermo y Kate. Todo apunta a que será así hasta el momento en el que el príncipe George esté listo para dar un paso al frente. Este es un futuro bastante lejano, aunque tanto él como su hermana la princesa Charlotte ya hicieron su debut ante el resto de casas reales cuando acompañaron a sus padres a la Abadía de Westminster a la misa en recuerdo del duque Edimburgo, que se celebró en marzo de 2022 y fue toda una declaración de intenciones sobre que el futuro de la monarquía británica está en manos de la familia Cambridge.