Una Reina absolutamente abrumada y con las emociones a flor de piel por el gigantesco cariño que le sigue dispensando su pueblo. Así es como se encontraba Isabel II en el último día de celebraciones por su Jubileo de Platino. No es para menos, pues eran cientos de miles de personas las que abarrotaban algunas de las calles más emblemáticas de Londres para vivir el cierre de los festejos en honor a la monarca. El histórico saludo que la soberana de 96 años protagonizaba desde el balcón de Buckingham Palace junto a su familia quedará para siempre en los anales. Momento para la posteridad del que ahora vamos conociendo algunos interesantes detalles de cómo se gestó y que, a la vista de lo ocurrido, le otorgan mayor tinte épico si cabe. Aquejada por unas molestias relacionadas con estado de salud y los problemas de movilidad que viene arrastrando desde hace meses, la jefe de Estado solo había participado presencialmente em la primera jornada de eventos que tuvo lugar el jueves.
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Desde su retiro en Windsor, Isabel II había seguido la mayoría de actos que se hacían en la capital británica con motivo de sus siete décadas en el trono. Así iba a ser también en la clausura de los fastos organizada para el domingo, ya que la monarca no se veía especialmente radiante y dispuesta para acudir a la cita. Sin embargo, pasó algo que cambiaría in extremis el transcurso de los acontecimientos. Al parecer, el príncipe Carlos realizó a última hora una llamada telefónica a su madre para hacerla ver y convencerla de que tenía que estar allí con ellos. El motivo no era otro que la ingente cantidad de personas que se habían dado cita en los aledaños del palacio y otros lugares como The Mall o Trafalgar Square, multitud cuyo único deseo era poder tener cerca y aclamar a su monarca. La conversación entre el heredero a la corona y su progenitora dio sus frutos, según informa el Daily Mail, y fue entonces cuando la protagonista accedió a desplazarse hasta su residencia londinense para sentir en primera persona el calor y la euforia de los británicos.
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La Reina se vio muy sorprendida por el ambiente y atmósfera de apoteosis que tenía delante de ella, algo que se reflejaba a la perfección en su rostro. Con los ojos algo enrojecidos por las lágrimas que había soltado antes de aparecer, asistía como nunca a la muestra de amor, admiración y respeto de unos ciudadanos entregados a su figura más representativa desde hace setenta años. Isabel II, nada acostumbrada a mostrar sus sentimientos en público, no podía evitar esta vez dejarse llevar ante tantas emociones. A su lado, tampoco ocultaban su felicidad y asombro las otras generaciones de los Windsor que habían salido a saludar: Carlos de Inglaterra y su esposa, Camila de Corualles; así como los duques de Cambridge y sus tres hijos, los príncipes George, Charlote y Louis. A continuación, tremendamente halagada por la respuesta masiva que había tenido la gente a este llamamiento, pronunciaba un discurso donde trasladaría su más sentido agradecimiento. "Aunque no haya podido asistir a todos los eventos de esta semana, mi corazón siempre está con vosotros", les dijo en un final de fiesta que será imposible de olvidar.
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