Cuando decidió salir de la Casa Real británica, el príncipe Harry tenía la intención de seguir representando a su abuela, Isabel II, y de mantener alguno de sus privilegios y obligaciones reales, sin embargo, tras la conocida cumbre de Sandringham se llegó a la conclusión (entre la Reina y los príncipes Carlos y Guillermo) de que eso no era posible. Así que la historia terminó con una salida total: los duques de Sussex perdieron el título de altezas reales y dejaron de representar a la jefa del Estado. Una ruptura histórica en la dinastía Windsor que analizamos en el podcast "Harry y Meghan: jaque a la Reina". En el quinto episodio exploramos cómo fueron los meses inmediatamente posteriores a la salida y los pasos que dio la pareja para confirmar que ya no operaban bajo las reglas y los parámetros de la Familia Real británica.
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Nadie en la Casa Real parecía saber hasta dónde llegarían los Sussex en su nueva vida cuando aterrizaron en Estados Unidos en el 2020, año en el que Donald Trump perdió la presidencia del país y Joe Biden la ganó. Muestra de que no habían calculado la voluntad de Harry para volar solo es que cuando Meghan empezó a incentivar el voto electoral, The Telegraph publicó (por fuentes cercanas a la institución) que el príncipe Harry "no se involucraría en la campaña de Estados Unidos por respeto a la posición de su familia sobre la votación y la participación en asuntos políticos". Esta estrategia –la de separar a Harry de la misión de Meghan- salió mal, tal y como contamos en el quinto episodio del podcast, ya que Harry terminó por meterse de lleno.
Desde luego el hijo de Carlos y Diana de Gals conocía bien la lección, porque nació en palacio y la respetó durante todos los años que ejerció de príncipe en activo, incluso llegando a participar en alguna de las recepciones que se brindaron en el Reino Unido a Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, cuando realizo un viaje oficial en junio de 2019. El que Harry entrara en campaña, incentivando el voto con un lema que se aproximaba más al de su rival, fue la prueba definitiva de que además de salir de la institución, volaba los puentes que la conectaban con ella. Como en una partida de ajedrez, analizamos este movimiento como la antesala de lo que vendrá meses después: una entrevista bomba a la periodista estrella de los Estados Unidos, Oprah Winfrey, en la que profundizaremos en el sexto y último episodio del podcast que estará disponible el próximo martes.
La historia se repite
Es el propio Harry el que ha dicho en varias ocasiones –también durante sus encuentros televisados con Oprah Winfrey- que la historia se repite, en concreto que la historia de Meghan repetía el patrón de la que vivió su madre Diana de Gales. En este pódcast, además de estudiar qué hay de cierto en esos paralelismos, buscamos otros ecos del pasado y en este contexto hay uno evidente. Prueba de que los Windsor conocen bien la máxima de no injerir en asuntos políticos (vital para las monarquías reinantes en contextos democráticos) es lo que sucedió con el propio duque de Windsor, que pasó la historia por su acto romántico de renunciar a la Corona para casarse con Wallis Simpson.
Su realidad fue algo más compleja: él lo quería todo, quería ser rey y quería casarse con una estadounidense dos veces divorciada en un contexto de entreguerras y con una oposición amplia por motivos morales, políticos, religiosos y nacionales. Con el conocimiento de que si no renunciaba a una de las dos cosas el Gobierno británico -y también algunos gobiernos de los territorios de ultramar- dimitiría en bloque. Así que la historia terminó como ya sabemos: el duque de Windsor dejó el reinado en manos de su hermano, el rey Jorge VI (padre de Isabel II, la actual soberana) y se casó después. No había alternativa, ya que su boda –siendo el jefe del Estado- habría provocado más inestabilidad política en un momento muy complicado para Europa (1936) y eso le habría marcado como un rey poco democrático y habría puesto en peligro la continuidad de la monarquía en el Reino Unido.