Durante los 70 años que Isabel II lleva en el trono ha demostrado que la supervivencia de la monarquía pasa por adaptarse a los cambios. A lo largo de su reinado se ha enfrentado a crisis de todo tipo: políticas, económicas, de imagen y muchas de ellas, especialmente desde los ochenta, familiares. La que generaron Harry y Meghan a comienzos del 2020 cuando plantearon que ya no querían formar parte de la Familia Real británica, al menos del modo que lo hacían hasta entonces, no tenía precedentes en la dinastía Windsor. En el episodio cuarto del pódcast: Harry y Meghan: jaque a la Reina, analizamos cómo fueron esos días y qué opciones tenía Isabel II para desbloquear el mal llamado Megxit.
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Como abuela es todo compresión y cariño, pero como monarca, mano de hierro. Esta frase resume el modo de actuar de la soberana durante esos días, ya que se enfrentó a su eterna encrucijada, la de hacer que la Corona esté por encima de la familia. En ese punto analizamos los tiempos y los modos de actuar del Palacio de Buckingham en un momento en el que la crisis familiar era de dominio público, ya que la salida de Harry y Meghan suponía un ataque frontal a la monarquía británica, al futuro de las generaciones Windsor y dejaba al descubierto la imagen de una familia con conflictos internos y tensiones.
A lo largo de los años esta historia se ha repetido en numerosas ocasiones: Isabel II fue la que tuvo que decirle a su hermana, la princesa Margarita, que no podía casarse con el hombre que había elegido; también la que le dijo a su marido, el duque de Edimburgo, que no toda su descendencia llevaría su apellido; y así la historia siguió, anteponiendo los intereses de la institución a los deseos familiares. Por tanto, el dilema de Harry y Meghan, aunque histórico, ha sido solo uno más en sus setenta años como jefa del Estado británica y se analiza a fondo en el cuarto episodio del podcast, titulado Un salto de fe, en el que también exploramos cómo se acuñó el termino Mégxit y todo lo que implica.
El último dilema: el inesperado protagonismo del príncipe Andrés
La salida de los Sussex no puso punto y final a la encrucijada de Isabel II ya que la vinculación del príncipe Andrés con el magnate estadounidense, condenado por abuso de menores y fallecido en la cárcel, Jeffrey Epstein, ha traído años de quebraderos de cabeza para la Casa Real. La institución optó por alejarlo de la vida pública, retirarle las funciones oficiales, el título de Alteza Real y las condecoraciones militares hasta que finalmente, tras una larga pelea, el hijo favorito de la Reina, firmó un millonario acuerdo extrajudicial para evitar sentarse en el banquillo de los acusados en una corte estadounidense.
El inesperado giro ha llegado este martes 29 de marzo, cuando ha sido precisamente el príncipe Andrés el elegido para acompañar a la Reina desde Windsor hasta Londres y desde el coche hasta el interior de la Abadía de Westminster, donde 2000 personas (entre ellos autoridades británicas y miembros de otras monarquías) aguardaban para el servicio religioso en recuerdo del duque de Edimburgo, que falleció el pasado 9 de abril. Isabel II y el príncipe Andrés entraron del brazo, anunciados por la fanfarria y escoltados por el clero. Madre e hijo apoyándose mutuamente, un gesto que nadie preveía y que convirtió al Windsor más polémico en el protagonista de la mañana. Un momento histórico: por primera vez en esa encrucijada ha pesado más el deseo de una madre que las reglas de una Reina.