En marzo de 2020, los duques de Sussex decidieron salir de la Familia Real británica. Su retirada de la institución generó una crisis sin precedentes en la Casa Real y dejó al descubierto una dinámica familiar complicada y las fisuras internas de la propia institución. Sin embargo, si la batalla de los Sussex se contextualiza en el dilatado reinado de Isabel II, parece que esta solo fue una crisis más. La Reina sorteó a lo largo de su vida todo tipo de contratiempos -políticos, familiares, sociales, religiosos, etc.- hasta el punto de que lo único estable en su vida fueron los cambios y la certeza de que para sobrevivir había que adaptarse a ellos.
Heredera por 'accidente'. Isabel II nació como princesa de York, es decir, no estaba en su destino ser reina, sin embargo, la abdicación de su tío, el rey Eduardo VIII, después duque de Windsor, en 1936 para casarse con Wallis Simpson, la convirtió con once años en la heredera al trono. Así, con una crisis constitucional en el delicado periodo de entreguerras, comenzó la joven princesa Isabel su camino al trono.
Un amor polémico. Nadie se imagina la vida de la Reina sin el duque de Edimburgo a su lado -o, más bien, dos pasos por detrás-, pero esto tampoco fue fácil. El príncipe Felipe no tenía fortuna, ni patria, ni reino, ni un gran título, ni una familia poderosa y británica que respondiera por él y, además, sus hermanas estaban casadas con nobles vinculados al nacismo. En definitiva, todo estaba en su contra, pero Isabel II, estaba enamorada del joven teniente de navío y lo consiguió. Eso sí, pasaron décadas hasta que los británicos y la Casa Real dejaron de ver al duque de Edimburgo como a un extranjero y lo abrazaron como lo que ha sido, el mayor apoyo de la Reina.
La muerte lo cambia todo. En una vida tan larga como la de Isabel II, la muerte se convierte en una constante. En abril de 2021 enterró al duque de Edimburgo y le afectaron mucho los fallecimientos de su madre y de su hermana, pero ninguna muerte le cambió tanto como la de su padre, el rey Jorge VI, que falleció de forma prematura a los 56 años. Su muerte sorprendió a la princesa en Kenia de viaje oficial, fue su marido el que se enfrentó al momento de decirle que su padre había muerto sin que ella pudiera despedirse y que ahora, con solo 25 años, era la Reina.
Descubriendo su mano de acero. Isabel II llevaba pocos meses en el trono, es decir, todavía no había consolidado su figura, cuando su hermana, la princesa Margarita, le anuncia que a sus 22 años se va a casar con el coronel divorciado Peter Tonwsend. La Iglesia de Inglaterra se opuso rotundamente y esto dejó a Isabel II en una posición delicada. Como hermana quería que Margarita fuera feliz pero como soberana y gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra debía negarse. Así es como Isabel II descubrió lo que ha sido una constante en su vida, un ejercicio de funambulismo entre lo que harías y lo que debes hacer. Esta fue solo la primera negativa de las muchas que Isabel II tendría que dar a lo largo de su vida a su marido, a sus hijos, a sus nietos…
La transformación de un Imperio. Durante sus primeros años de reinado, Isabel II contempló como su papel establecido como jefa de varios estados independientes se transformaba a medida que el Imperio Británico, que había llegado a dominar sobre tres cuartas partes de la población mundial, iba desapareciendo. De hecho, su primera gran crítica como soberana fue precisamente por las decisiones tomadas durante la crisis del canal de Suez, un enlace vital entre el Reino Unido y su colonia más importante, la India Británica. Esto pasó a la historia como el “momento Suez” y marca el momento en el que el Reino Unido dejó de ser una potencia mundial para convertirse en una subordinada a los dos grandes poderes que imperarían desde ese momento: Estados Unidos y la Unión Soviética.
El primer divorcio de muchos. Lo de impedir a la princesa Margarita que se casara con Peter Tonwsend no salió demasiado bien, ella terminó en un matrimonio no muy feliz que desembocaría en el primer divorcio de un miembro de alto rango de la Casa Real. Sin embargo, Isabel II no aprendió la lección a la primera y apartó al joven príncipe Carlos de Camilla para buscar una opción más “conveniente” a su papel como heredero y esa fue Diana Spencer. Al final la Reina, dado que la Familia Real es un reflejo de la sociedad, ha tenido que autorizar el divorcio de tres de sus cuatro hijos y del mayor de sus nietos.
Espías y terroristas. Durante la Guerra Fría, Europa fue un hervidero de espías y los palacios uno de los lugares más apreciados. En este contexto, la Reina descubrió que uno de sus asesores y conservadores de arte más destacados, nombrado incluso caballero de la Corona Real, llevaba dos décadas trabajando como espía para la Unión Soviética. Este caso tardó en salir a la luz para no poner en evidencia las grietas en la seguridad en torno a la soberana y cuando trascendió, además, el Reino Unido ya tenía otros problemas: el IRA, la más conocida de las organizaciones paramilitares republicanas que intervinieron en el conflicto de Irlanda del Norte. En 1979 el IRA asesinó a Luis Mountbatten, el tío del duque de Edimburgo, el mentor de príncipe Carlos, el último virrey de la India británica y un personaje muy cercano a la Casa Real.
Balas de goma. En 1981 el Trooping the Colour fue la antesala de un gran momento para la monarquía británica: la boda entre Carlos de Inglaterra y Diana Spencer. La Reina cabalgaba a lomos de su caballo por las calles de Londres cuando se efectuaron seis disparos contra ella a corta distancia. El atentado resultó hecho con balas de goma y la Reina mantuvo la calma, pero nada en comparación con el susto que recibió un año después. Durante la madrugada del 9 de julio un intruso logró entrar en el Palacio de Buckingham y colarse en el dormitorio de la Reina, ella lo descubrió al despertar en los pies de su cama. Durante siete minutos la Reina conversó con él, le distrajo y le calmó hasta que llegó su equipo de seguridad.
Dos damas de hierro. Mucho se ha escrito y se ha ficcionado sobre la relación entre Isabel II y Margaret Thatcher, Primera Ministra británica entre 1979 y 1990. A mediados de los ochenta se llegó a hablar de ruptura entre Buckingham y el número 10 de Downing Street, un asunto que la Casa Real desmintió puesto que la neutralidad política de la Corona es básica para su sostenimiento. Algunos historiadores, en cambio, sí han observado que sus ideas eran opuestas, tanto en política nacional como en internacional, pero otros consideran que esta leyenda de relación fría y tensa es producto de esa dañina tendencia a considerar que dos mujeres, que estaban en la cúspide del establishment británico, tienen que estar enfrentadas.
La irrupción del sensacionalismo. Durante la década de los ochenta se produjo un auge de la prensa sensacionalista y de los tabloides del Reino Unido. Fue entonces cuando la Casa Real se convirtió en un objetivo e incluso se llegaron a utilizar métodos ilegales para la obtención de información. Este sería solo comienzo de la delicada relación que existe hasta hoy entre la Familia Real y un sector muy concreto de la prensa del país.
Apagando fuegos. Fue la propia Isabel II la que dijo durante un discurso, especialmente personal, que 1992 había sido un annus horribilis (año horrible). En cuestión de meses se incendió el Castillo de Windsor, su residencia favorita, perdiéndose obras de arte y unos espacios del castillo que se remontaban a la Edad Media, y, además, se separaron tres de sus cuatro hijos. Ana de Inglaterra no acaparó demasiados titulares cuando se divorció de Mark Phillip, pero el caso del príncipe Andrés y el príncipe Carlos fue distinto. Durante años trascendieron muchos capítulos de su vida más íntima y personal.
El Efecto Diana. Desde su llegada a la Casa Real, Diana se convirtió en la princesa favorita dentro y fuera del Reino Unido, hasta el punto que su popularidad fue molesta para la Familia Real y generó un foco de tensión en su matrimonio. Esto tomó una nueva dimensión cuando la pareja se rompió, especialmente cuando ella comenzó a mostrar una nueva faceta: más libre, moderna, cosmopolita y, en definitiva, incómoda para la Casa Real. Diana era la princesa que todos querían y Carlos se convirtió en el príncipe que no había querido hacerla feliz.
Sus finanzas a examen. La fortuna de Isabel II siempre ha sido un asunto sobre el que se ha especulado y la revista Forbes la estima en 500 millones de dólares. En la década de los noventa las finanzas de Isabel II comenzaron a levantar ampollas y le ocasionaron un descenso de popularidad, así que en 1993 la Reina reaccionó comunicando que iba a comenzar a pagar impuestos de forma voluntaria. Una hábil maniobra a la que se ha sumado el príncipe Carlos.
La hostilidad. El trágico fallecimiento de Diana generó una evidente hostilidad hacía la Familia Real, especialmente hacía la Reina y el príncipe heredero. Al principio, dado que Diana ya se había divorciado, se consideró que su muerte era un asunto privado y que no tenía derecho a una funeral de Estado, sin embargo, la ciudadanía reclamaba un lugar en la historia para Diana, una señal de humanidad por parte de la Familia Real y una despedida digna por su servicio al país. Ante la incesante presión, cinco días después de su muerte la Reina rectificó. Isabel II apareció en televisión para lamentar su muerte y finalmente se celebró un funeral real en el que Isabel II, por primera y única vez, inclinó la cabeza ante el féretro de Diana.
Segundas oportunidades. Como Reina y como madre, Isabel II estuvo en constante reinvención, prueba de ello es que la misma mujer que fue vetada en los setenta como novia del príncipe Carlos –Camilla Parker Bowles- será la próxima reina consorte del Reino Unido. Tras el escandaloso divorcio de Carlos y Diana, la Reina se dio cuenta de que frenar una historia de amor por el bien de la Corona no es un buen negocio para nadie. Así que las siguientes generaciones fueron más libres para elegir y la Reina se limitó a apoyar las decisiones tomadas por sus hijos y nietos. Así dejó que Carlos y Camilla se casaran en segundas nupcias y ha apoyado las decisiones tomadas por sus nietos y nietas, incluido el matrimonio entre Harry y Meghan, por el que Isabel II hizo excepciones que no se había hecho antes, como dejar que Meghan formara parte de la Navidad de los Windsor sin haberse casado.
'Caso Epstein'. En los últimos años ha habido una crisis que ha hecho palidecer a todas las anteriores y esa es la vinculación del príncipe Andrés con Jeffrey Epstein, el magnate estadounidense condenado por tráfico sexual de menores. El último capítulo de este tira y afloja de los tribunales estadounidenses para sentar en el banquillo al hijo de la Reina se escribió en febrero de 2022 cuando el príncipe Andrés –antes héroe británico en las Malvinas y ahora fuera de la vida pública- llegó a un acuerdo financiero con una de las víctimas para no llegar a juicio. Según informó The Telegraph, ese acuerdo es de 14 millones de euros y sería la propia Isabel II la que le ayudaría a pagarlos.
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