La reina Isabel II fue ingresada el miércoles por la noche en el hospital, siguiendo el consejo médico de descansar algunos días. "Se le hicieron algunos análisis preliminares, volviendo a Windsor durante la hora de la comida del jueves, y se encuentra bien", ha asegurado el Palacio de Buckingham en un comunicado. Al parecer, la monarca habría vuelto incluso a sentarse en su despacho y retomar su trabajo con tareas más llevaderas. Los doctores habrían optado por la precaución cuando le pidieron que se quedara en el centro, y pasó la noche ingresada por "cuestiones prácticas", referidas a las pruebas que se le practicaron.
La Reina ha estado en el hospital privado King Edward VII, en el centro de Londres y a 32 kilómetros del castillo de Windsor, donde ha sido atendida por especialistas. Desde el Palacio de Buckingham informan de que su ingreso no tiene nada que ver con el coronavirus. La noticia llega un día después de conocerse que Isabel II había tenido que cancelar uno de los eventos en su agenda, que requería viajar, por seguir el consejo de los médicos de descansar durante algunos días. Sin embargo, esta decisión que le impedía desplazarse hasta Irlanda del Norte, la había aceptado "a regañadientes" porque se encontraba bien, y estaba decepcionada por no poder continuar con sus deberes que incluían citas en el norte del Reino Unido tanto el miércoles como el jueves.
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Es por todos conocido que la primera de las prioridades de Isabel II es la Corona, y precisamente había rechazado recientemente el premio a "Anciana del año" al considerarse aún joven como para recibirlo a sus 93 años. "Eres tan mayor como te sientes", aseguró la soberana, ante lo que la revista The Oldie Magazine consideró que era la excusa más educada de la historia.
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El miércoles, la Reina fue vista con su hijo y su nieto, los príncipes Carlos y Guillermo, en una recepción en el Castillo de Windsor, donde se encontró con líderes económicos mundiales como Bill Gates. La semana pasada se desplazó a Cardiff, antes inauguró el Parlamento de Escocia y también participó en un servicio religioso en la Abadía de Westminster, donde apareció con bastón por primera vez en 17 años, por lo que su ritmo de trabajo se ha mantenido muy activo a lo largo de las últimas semanas después de su vuelta de vacaciones. Aunque no se han dado más detalles, este obligado parón se le ha prescrito por precaución y a pesar de que la viuda del Duque de Edimburgo se encontrara bien. Actualmente se encuentra descansando en el Castillo de Windsor y se espera su presencia en la conferencia sobre el cambio climático Cop26 en Glasgow a finales de este mes.
Además de continuar con una agenda de lo más atareada y de no perderse nunca sus deberes institucionales, la Reina también disfruta de sus aficiones, como montar en poni, las carreras de Ascot en las que estuvo durante su última visita a Cardiff, o conducir su propio vehículo. Sin embargo, este año ha vivido uno de sus peores golpes el pasado abril, cuando falleció su marido, Felipe de Edimburgo, el que fue su cómplice y compañero de vida durante los últimos 73 años. En los últimos tiempos, Isabel II ha ido repartiendo sus tareas entre el resto de miembros senior de la Familia Real para aliviarse la carga de trabajo, aunque la marcha de los duques de Sussex en 2020 fue también otro importante varapalo que la obligó a hacer cambios en el Palacio de Buckingham.