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La agenda imparable de Isabel II parece que le ha pasado factura. La monarca ha cancelado un viaje que tenía previsto a Irlanda del Norte por consejo médico, según ha confirmado el Palacio de Buckingham a la prensa británica. "La Reina ha aceptado a regañadientes el consejo de descansar los próximos días. Su Majestad esta de buen humor y está decepcionada porque ya no podrá visitar Irlanda del Norte, donde tenía previsto emprender una serie de compromisos hoy [este miércoles] y mañana. La Reina envía sus mejores deseos a los ciudadanos de Irlanda del Norte y espera poder visitarlos en el futuro". Este anuncio se ha producido después de que acudiera a una recepción en el Castillo de Windsor, donde estuvo acompañada del príncipe Carlos y del príncipe Guillermo, en la que se encontró con líderes económicos mundiales como Bill Gates.
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A sus 95 años, Isabel II sigue con un intenso programa de compromisos públicos de toda índole y viaja por Reino Unido sin dar muestras de agotamiento. La semana pasada se desplazó a Cardiff, antes inauguró el Parlamento de Escocia y también participó en un servicio religioso en la Abadía de Westminster, donde apareció con bastón por primera vez en 17 años. Aunque no se han dado más detalles, parece que este obligado parón se le ha prescrito por precaución y no estaría relacionado con el coronavirus. Actualmente se encuentra descansando en el Castillo de Windsor y se espera su presencia en la conferencia sobre el cambio climático Cop26 en Glasgow a finales de este mes. A pesar de la recomendación, la soberana parece sentirse en perfecto estado y a pesar de su avanzada edad goza de un espíritu muy joven. Así lo ha demostrado cuando rechazó el premio 'Anciana del Año', que otorga una revista británica, porque "eres tan mayor como te sientes".
Isabel II se convertirá en centenaria en tan solo cinco años y sigue pulverizando récords. El año que viene celebrará 70 años y se están preparando unas grandes celebraciones para su Jubileo de Platino. Además de seguir al pie del cañón con sus deberes institucionales, también disfruta de sus aficiones, como montar en poni o conducir su propio vehículo. Uno de sus peores varapalos lo recibió el pasado abril cuando falleció su marido, Felipe de Edimburgo, a los 99 años, que fue su compañero de vida durante 73 años.