Desde luego no es un buen momento para el príncipe Andrés y lleva sin serlo desde que salió a la luz su vinculación con Jeffrey Epstein, el turbio magnate estadounidense con excelentes relaciones en las altas esferas y que fue encontrado muerto en su celda a la espera de juicio por tráfico sexual de menores, pero a Sarah Ferguson le da igual porque ella está totalmente convencida de que el padre de sus hijas es un “hombre íntegro” y apoya su versión al “cien por cien”. Así que horas después de que en un tribunal de Nueva York se presentara una demanda contra él relacionada con este caso, ella lo acompaña, una vez más, al Castillo de Balmoral para pasar unos días de vacaciones junto a la Reina, que decidió apartarle de la vida institucional pero mantenerlo muy ceca de ella como hijo. De nuevo Sarah Ferguson, “Fergie” para su círculo, la mujer de la que se divorció en el año 1996, pero con la que sigue compartiendo residencia oficial, es su gran apoyo.
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Ya en la década de los ochenta se dijo que los duques de York eran una pareja real “atípica” y lo cierto es que su historia está repleta de hechos insólitos que no tienen fin. Se casaron en julio de 1986 tras un breve noviazgo y, a diferencia de Carlos y Diana, ellos sí vivieron momentos felices. Cuando se cumplían seis años de compromiso matrimonial se anunció la separación de los duques de York y así comenzó una etapa de escándalos, que ahora mismo ya no lo son en comparación con este último. Las imágenes de la duquesa de York con un multimillonario estadounidense la convirtieron en cuestión de horas en la “mala” de la película, un papel que con frecuencia se suele dejar en manos de aquellos que nacen fuera de la Casa Real como Sarah, como Camilla y como Meghan.
Sarah Ferguson responde a la gran pregunta: ¿volverá a casarse con el príncipe Andrés?
El duque de Edimburgo exigió a su hijo determinación y entonces sucedió lo inesperado: los duques de York pasaron juntos el fin de semana que siguió al anuncio de su separación. Esos dos días marcaron la tónica del resto de su vida y vinieron a decir que, pase lo que pase, los York son una piña; lo son de cara al público, como cuando Sarah defiende al Príncipe ante los medios, y también en la vida privada, como demuestra este traslado a Escocia en el momento más delicado.
Unidos en único frente común han ido solventando todo tipo de polémicas, como la de agosto de 1992, cuando llegaron las explicitas fotos de Sarah Ferguson con su asesor financiero y ella abandonó de forma precipitada precisamente el castillo de Balmoral en el que está ahora. Lo mismo ocurrió en el año 2010, cuando se publicó un vídeo en el que aceptaba dinero de un supuesto empresario para presentarle al Príncipe. Entonces Sarah Ferguson, que nunca ha tenido problema en pedir perdón, reconoció que sus finanzas no estaban del todo bien y, como siempre, las aguas volvieron a su cauce. Los duques de York siguieron siendo los mejores amigos, criando juntos a sus hijas, compartiendo residencia oficial e incluso comprando nuevas propiedades, como el chalet en Suiza que también les ha traído algún quebradero de cabeza.
El día que Sarah Ferguson fue al rescate de Meghan Markle
Aunque la relación entre ellos fuera ideal, para el resto de Windsor Sarah Ferguson fue, al menos en público, una persona non grata. Eso se desprendía de su ausencia en las grandes citas como la boda de los duques de Cambridge. Pero esto empezó a cambiar y en eso el príncipe Harry tuvo algo que ver. El duque de Sussex sí invitó a su tía a la boda con Meghan y así se produjo ese acercamiento necesario para normalizar su presencia de cara a la boda que Eugenia celebraría cinco meses después. En definitiva, el Harry, que entonces tenía una posición de peso dentro de la Familia Real, hizo que Sarah Ferguson volviera a formar parte y comenzara una especie de "segunda vida real".
Lo que no se sabía hasta que Harry y Meghan dieron la entrevista a Oprah Winfrey es que Sarah Ferguson no solo es el apoyo del príncipe de Andrés. La duquesa de Sussex contó que la primera vez que conoció a la Reina estaban en el Royal Lodge de Windsor, la residencia de los duques de York y que fue Sarah la que le enseñó a hacer una reverencia. "Justo enfrente de la casa practicamos y entramos. Fergie (se refirió a ella así) salió corriendo y dijo, ‘¿sabes cómo hacer una reverencia?’... Aparentemente hice una demasiado profunda, no lo recuerdo, y después nos sentamos y estuvimos hablando", contó Meghan.
Hasta esa declaración nada hacía sospechar que tuvieran esa relación entre ellas. Cuando el mes pasado The Telegraph entrevistó a la duquesa de York, en un artículo que salió publicado con el siguiente titular: "Estoy orgullosa de mis defectos", le preguntaron que le había parecido la polémica intervención de los Sussex en le programa de Oprah Winfrey. Ella salió al paso con elegancia: "Todo lo que voy a decir es que Oprah me ayudó mucho cuando fui a Estados Unidos y me entrevistó. Soy una gran defensora de Oprah y de todo lo que hace". A la pregunta de si había dado algún consejo a los Sussex respondió: "No voy a presumir de dar consejos a Harry y Meghan, excepto para decirles que sean felices".
El último que puede hablar de esa predisposición de Sarah Ferguson para sacar la cara por los suyos es Jack Brooksbank, que vio cómo su salida a altamar con tres mujeres durante un viaje de trabajo a Capri daba la vuelta al mundo. Su suegra fue la primera –y la única de la familia- en salir públicamente en su defensa y decir que era una “historia inventada” y que Jack es un marido y padre maravilloso. Un discurso que siempre ha mantenido en el caso del príncipe Andrés y es que ellos siguen cumpliendo con esa promesa matrimonial de estar juntos “en la prosperidad y en la adversidad” hasta que la muerte los separe.