La princesa Diana era verdaderamente la “rosa de Inglaterra. Poseía un aura mágica”, afirmaba John Galliano, cuya primera confección de alta costura en Dior fue para la princesa Diana . “Siempre sentí que ella entendía realmente cómo hacer de la moda un lenguaje silencioso y dejar que las prendas hablaran por ella, tal como lo hacían las estrellas de cine en las películas mudas”.
A medida que la princesa se abría paso en nuestros corazones, la moda se convertía en una extensión de su lenguaje, uno que expresaba sus esperanzas, sueños, temores… En ese aspecto, fue una adelantada a su tiempo. Al celebrar el que hubiera sido su 60º aniversario y analizar su estilo, podemos darnos cuenta de cómo ella reclamó un lugar en el Olimpo de reinas atemporales de la moda. Al igual que Jackie O., la princesa Grace Kelly y Audrey Hepburn, su influencia en el mundo de la creación sigue siendo muy relevante. Cada traje elegido por ella guardaba una intención, encerraba un mensaje.
A lo largo de los años fuimos testigos de su transformación, desde una Diana recién casada que lucía románticos vestidos de volantes, hasta la mujer impetuosa, con estilismos más sexis y poderosos y tacones que parecían proclamar: “Sobreviviré”. Fue hacia el final de su vida, cuando, con su autoestima recuperada y entregada a su labor humanitaria, optó por una imagen más relajada, una total contraposición a los protocolos reales. Su último y más importante mensaje fue: “Yo soy suficiente”. La recatada princesa de Gales era ahora “simplemente Diana”, una mujer que había aprendido que la sencillez era la verdadera elegancia, como dijo Coco Chanel.