Diana de Gales, la más icónica de las princesas de la Casa Windsor, hubiera cumplido este 1 de julio los 60 años de no haber encontrado la muerte durante la madrugada parisina del 31 de agosto de 1997. Para conmemorar la fecha se va añadir una escultura de bronce en los jardines de Kensington, el enorme parque hay al lado del palacio que fue su residencia oficial y en donde ya hay hasta cuatro espacios que recuerdan que su figura. De la inauguración oficial de la pieza del artista Ian Rank-Broadley se encargarán sus hijos, los príncipes Guillermo y Harry, y lo harán precisamente en un momento de su relación en el que el cumpleaños de su madre es lo único que tienen ya en común.
Diana era una madre amorosa, cálida y que veló porque sus hijos estuvieran unidos y que tuvieran cierta normalidad en un vida totalmente fuera de lo común. Era lo que la princesa de Gales buscaba cuando llevaba a los niños al parque de atracciones o a comer a un McDonald’s, una experiencia que Harry –un niño que creció rodeado de todo tipo de privilegios- encontraba emocionante, es más, se ha dicho que precisamente es uno de los grandes recuerdos que tiene de su madre. Diana se marchó sabiendo que sus hijos tenían formas de ser muy diferentes, Guillermo era ordenado y pragmático, más parecido a la Reina; mientras que Harry, que creció con la comodidad de ser el segundo, ya daba muestras de tener una personalidad más soñadora y, según hemos sabido después, albergaba los deseos de aventura y de una vida fuera de palacio.
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Lo que Diana no podría ni imaginar es que entre sus hijos se creara un abismo de estas dimensiones, lo que, sin duda, convertiría a este cumpleaños en el más amargo. Guillermo y Harry se apoyaron en todos los vaivenes de su vida, incluida durante esa complicadísima adolescencia que tuvo el duque de Sussex, y también levantaron juntos los proyectos que les interesaban. Harry fue la mano derecha de Guillermo en todo lo referente a su matrimonio con Kate, le acompañó hasta el altar y abrazó a la duquesa de Cambridge como una más del equipo de trabajo que habían creado los hermanos. Sin embargo, esa apacible relación fraternal que parecía eterna ahora parece más lejos que nunca.
La salida de los Sussex de la Casa Real ha terminado en una batalla entre hermanos que no parece llegar a su fin, Guillermo ya no duda en contestar a viva voz a las declaraciones que hace Harry y que son perjudiciales para la imagen de la Casa Real. Incluso se ha sabido que ese esperado acercamiento tras la muerte del duque de Edimburgo no se produjo. Fue el biógrafo Robert Lacey el que contó en The Times que los Cambridge prefirieron no hablar con Harry por temor a que esa conversación se terminara filtrando a los medios, algo que había sucedido semanas antes cuando Carlos y Harry tuvieron una charla telefónica después del paso de los Sussex por el programa de Oprah Winfrey.
Mucho han cambiado las cosas desde ese 30 de agosto de 2017 en el que los hermanos, en compañía de la duquesa de Cambridge, salieron del palacio de Kensington para inaugurar bajo la lluvia el jardín con el que se conmemoraron las dos décadas del fallecimiento de su madre. Entonces todo era complicidad y buen sintonía. Ahora, con Diana como telón de fondo surge una nueva oportunidad y es precisamente el acercamiento entre los hermanos lo que acapara toda la atención de esta ceremonia que si estuviera rodeada de otras circunstancias brindaría unos titulares muy diferentes.
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