Pese a su avanzada edad y la reciente pérdida de su marido, Isabel II está en plena forma. A sus 95 años puede conciliarlo todo. Cumpleaños, homenajes a su marido en el que hubiera sido su centenario -plantó un rosal bajo su ventana-, recepciones, fotos para la historia, audiencias presenciales, cuidados a su nueva mascota, tras la muerte inesperada de Fergus… Y hasta un golpe en la mesa para Harry y Meghan. La Soberana lo tiene claro y está en poder de la última palabra.
Se había dado por hecho que el nacimiento de su undécima bisnieta, Lilibeth Diana Mountbatten-Windsor el 4 de junio, en Santa Barbara, (California) había suavizado posiciones entre palacio y los Sussex… Y que tenían la bendición de la Soberana para llamar a su hija Lilibet -un diminutivo de Elizabeth, que la familia real usa de forma cariñosa e íntima con Isabel II-; pero la polémica ha vuelto a arrastrar a los duques.
El siete de junio, el New York Post, entre otros medios americanos, contaba que el príncipe Harry había llamado a la Reina y que le había pedido “permiso antes del nacimiento de su bebé” para usar el nombre Lilibet.
Y todo parecía ir muy bien hasta que, dos días después, Jonny Dymond informó en el programa Today de BBC Radio que una fuente de Palacio había dejado muy claro que los Sussex no habían pedido permiso a Isabel II para usarlo y que “no se le preguntó” si tenía alguna objeción en la elección.
A pesar de la diferencia horaria, las reacciones a esta información tardaron hora y media. Omid Scobie, amigo de los duques y autor de su biografía, negó la noticia de la BBC insistiendo en que a la primera persona a la que llamó el Príncipe después del nacimiento de su hija fue a su abuela.
Y Toya Holness, portavoz de Harry y Meghan, afirmó rotunda que no habrían puesto Lilibet a su hija sin el respaldo de la Reina porque era en su honor. “Si ella no los hubiera apoyado, no habrían usado el nombre”, aunque sin entrar en el detalle de si habían pedido permiso o no, antes de que naciera el bebé.
Asimismo, y antes de que acabara el día, el bufete de abogados de los Sussex (tercera reacción) emitía una advertencia a la prensa para que no repitieran las afirmaciones de la BBC, que eran “falsas y difamatorias”. Aunque como Buckingham no negó ni desmintió la versión de los hechos que adelantó la BBC, o lo que es lo mismo no respaldó al duque y a la duquesa, fueron muchos los medios de comunicación que ignoraron las acusaciones de difamación de los duques.
En medio de la guerra informativa entre Harry y Meghan, palacio y la BBC, la conclusión general es que la Reina sintió que no se le había pedido permiso por adelantado; y tratándose de Su Majestad, no es un detalle que se pueda pasar por alto. Y, en este sentido, tampoco ayudó a que se hiciera público que el nombre del dominio de Internet lilidiana.com se registró el 31 de mayo, varios días antes del nacimiento.
Para algunos expertos reales la decisión de los duques de llamar a su hija Lilibet -y de segundo Diana, en memoria de su abuela- fue un intento de reparar su ruptura con la Familia Real, una ofrenda de paz. Y, para otros, una provocación hacia los Windsor y un desafío.
Aunque el golpe en la mesa lo habría dado Su Majestad. Según han revelado fuentes de Palacio a The Daily Mail, Isabel II abandonará el lema de “no quejarse y no dar explicaciones”, después de toda una vida y casi 70 años de reinado. La Soberana habría dado instrucciones para que se corrija de manera pública cualquier declaración sobre sus conversaciones privadas o las de otros miembros de la realeza que tergiversen la realidad. Palacio ya no permitirá que las ‘falsedades’ queden sin respuesta.
A la Reina, que odia los conflictos y que, desde el principio, ha intentado cerrar la brecha entre la monarquía y sus antiguos miembros, parece que no le ha gustado ni la última polémica ni haberse visto en una posición difícil: entre su nieto, la casi centenaria BBC (servicio público de radio, televisión e internet de Reino Unido) y los funcionarios de palacio.
Según el periódico The Telegraph a los asistentes reales les molesta que los representantes de los duques de Sussex, hablen en nombre de Isabel II cuando no están en condiciones de hacerlo; y también las frecuentes referencias públicas a las ‘conversaciones’ con la Monarca, que normalmente no trascenderían. Asimismo, y en otro orden, también les preocupa que intenten establecer una distinción entre la Soberana y la institución que representa cuando la Reina y la Monarquía son una.
Harry y Meghan han cumplido el sueño de volver a ser padres, son libres (también financieramente), tienen un hogar, una organización… Una vida de ensueño (parece), aunque no han conseguido acercar posiciones con la familia que han dejado atrás.
La inauguración de la estatua de la princesa Diana en los jardines del Palacio de Kensington, en lo que habría sido su 60 cumpleaños, 1 de julio, podría ser un nuevo comienzo. Los dos hermanos darán discursos por separado, pero volverán a recordar juntos a su querida madre, quien los educó con la esperanza de que siempre estuvieran unidos.
Puede ser además una buena oportunidad para que Harry (viajará si la duquesa, que acaba de ser madre) se una a la familia Cambridge y comparta un tiempo con sus sobrinos. También para que hable con su padre -que no ha visto a su nieto Archie desde otoño de 2019-; y se reúna con su abuela, en Windsor. Según ha trascendido, la invitación ya ha sido cursada. Sería la primera cita a solas de Isabel II con su nieto tras el Megxit.