Isabel II ha vuelto a presidir, a sus 95 años, la solemne apertura del Parlamento. Una ceremonia que se remonta a 1536 y abraza en pleno siglo XXI asombrosas tradiciones y rituales. Los descubrimos de la mano de Su Majestad en su reaparición, un mes después de la muerte de su marido, el duque de Edimburgo.
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Las costumbres seculares se han mantenido, aunque, por segundo año, la Reina no ha hecho uso de ninguna de las dos coronas (la de Estado y la Imperial) que suman miles de piedras preciosas; ni del manto ceremonial, ni tampoco de la carroza dorada del Jubileo de Diamantes. Un vehículo que aglutina siglos de historia y curiosidades. Empezando por la cápsula colocada debajo de su asiento con un trozo de la Piedra del Destino de Escocia, sobre la que tradicionalmente se coronaba a las monarcas.
Registro de los sótanos
Cuando la soberana abandona el Palacio Buckingham, los Alabarderos de la Corona (el cuerpo personal de guardaespaldas de la reina y la más antigua de las unidades militares, data de 1485) registran con linternas de gas los sótanos del Palacio de Westminster en recuerdo del atentado que frustraron en 1605. Aquel año, un grupo de conspiradores católicos intentó volar el Parlamento para acabar con la vida de Jacobo I de Inglaterra y decapitar al Estado, un hecho conocido como “El motín de la pólvora”. Cuatrocientos años después, los Alabarderos, vestidos con uniformes rojos Tudor, siguen rastreando en busca de traidores del siglo XXI.
La Robing Room
Cuando la Reina llega a Westminster desfila ante los soldados de su Caballería vestidos de gala y con espadas desenvainadas -son los únicos que pueden llevar armas dentro de los palacios- y se dirige a la Robing Room (la Sala de Túnicas). La habitación, con vistas a los jardines de la torre Victoria, está decorada con símbolos heráldicos, escenas de la leyenda del Rey Arturo y Caballeros de la Mesa Redonda, insignias de los monarcas de Inglaterra y las virtudes caballerescas. Asimismo, en la chimenea de mármol, destaca el ornamento de dos estatuillas que representan a San Jorge luchando contra el Dragón y a San Miguel venciendo al Diablo. ornamento.
La Soberana se sienta en una silla de Estado del siglo XIX, debajo de un dosel tallado con la rosa de Inglaterra, el cardo de Escocia, el trébol de Irlanda y el monograma de la reina Victoria; y es en ese momento, cuando se le pone el manto ceremonial, el collar de la orden de la Jarretera, la orden fundada por Enrique VII, del que cuelga la figura de San Jorge y el dragón y se procede a cambio de corona. La de estado de Jorge VI por la Imperial. Aunque, de nuevo, en esta ceremonia reducida por la pandemia (11 de mayo de 2021), la reina ha desistido de llevar la ropa ceremonial y, también, la Corona. Es el símbolo de reinado, pero ahora está presente sobre un cojín al lado.
La Tropa del Rey dispara, entonces, los saludos de 41 cañones en Hyde Park y en la Torre de Londres y, en este punto, la Reina comienza su Procesión a través de la Galería Real, hasta su trono en la Cámara de los Lores.
El trono de la Soberana
El Trono de la reina es de caoba y oro, está tallado con incrustaciones de cristal de roca; y tapizado con terciopelo rojo y complejos bordados. Fue creado en 1847 por John Webb inspirándose en la silla de San Eduardo (o de la coronación) y es el ejemplo más antiguo que se conserva de un trono inglés, que fue usado por primera en 1308.
A lo largo de seis décadas, siempre ha estado a su lado el llamado Trono de la Consorte que ocupó Felipe de Edimburgo hasta 2017 – se instaló por primera vez en 1901 para la reina Alexandra-, pero, este año, señalando la muerte de su marido , la reina pidió que no fuera trasladado desde Houghton Hall, Norfolk, al Palacio de Westminster, como se hacía para todas las aperturas del Parlamento.
Por primera vez, Isabel II se sentó sola en el Trono del Soberano, mientras que el Príncipe Carlos y la Duquesa de Cornualles ocuparon las sillas de Estado… Y con todos los símbolos de poder colocados sobre almohadones a su lado y frente al trono. La Maza Ceremonial, que representa la autoridad del Rey; la Espada del Estado símbolo del deber del soberano de impartir justicia, defender a la iglesia y proteger a los desvalidos; la “Gorra de Estado” para recordar la dignidad y porte del soberano; y la legendaria Corona imperial con casi 3.000 diamantes destellando en la sala.
La Dama de la Vara Negra
La Soberana, que no puede entrar en la Cámara de los Comunes debido a su posición independiente -ningún Monarca ha puesto un pie en la Cámara de los Comunes desde las acciones de Carlos I en 1642- ha de enviar, entonces, a un mensajero para hacerse oír. Y este -llamado Black Rod- es Sarah Clarke.
Designada por la Reina, la actual ‘Dama de la Vara Negra’, es la primera mujer en asumir el papel de guardián de la Cámara de los Lores en más de 650 años de historia. Y hoy la hemos vuelto a ver portando la vara negra de ébano y golpeando la puerta de la Sala de los Comunes para pedirles que vayan a escuchar el discurso de la reina a la Sala de los Lores… Aunque la puerta no sólo no se abre, sino que se cierra de golpe (ante sus narices), hasta que, a la tercera, va la vencida. Es entonces cuando los parlamentarios salen haciendo ver que van a asistir sin ganas.
El discurso de la Reina escrito en vitela
Desde hace más de medio siglo –a excepción de 1959 y 1963, cuando estaba embarazada del príncipe Andrés y el príncipe Eduardo- la Reina inaugura oficialmente la sesión parlamentaria desde el trono de la Cámara de los Lores. El discurso del Trono o de la Reina dura unos 10 minutos, se escribe tradicionalmente en vitela de piel de cabra y se presenta al Monarca de rodillas. Las líneas expuestas por Isabel II marcan la agenda del gobierno. Su Majestad pronunciará cada palabra con un tono neutral, sin mostrar aprobación ni desaprobación.
Tras la intervención de la Soberana, su salida será anunciada por trompetistas militares y un saludo nuevo saludo de 41 cañones disparados desde la Torre de Londres. Isabel II vuelve a Buckingham, mientras que su rehén es liberado.
El ‘rehén’ de la reina en Palacio
Teniendo muy presente la historia entre los Comunes y la Corona, un diputado (en este caso, Marcus Jones) sería tomado como ‘rehén’ en el Palacio de Buckingham a primera hora, mientras la Reina se preparaba para ir a Westminster. La historia proviene de Carlos I. Cada vez que asistía al Parlamento, exigía que un parlamentario se desplazase a Buckingham mientras estaba presente en la Cámara para garantizar su regreso con seguridad… Aunque, finalmente, Carlos I, el rey de la ‘larga tiranía’, fue condenado por traición y decapitado el 30 de enero de 1649 poniendo fin a la Guerra Civil entre la monarquía y el Parlamento. Una copia de su sentencia de muerte se exhibe todavía en el Robing Room.