Todos en la capilla de San Jorge esperaban en pie la llegada del ataúd, portado por miembros de la Marina Real, el cuerpo al que sirvió durante años Felipe de Edimburgo, para dar comienzo a una ceremonia religiosa diseñada según los deseos del marido de lsabel II, fallecido a los 99 años. Todo, desde la música a las lecturas, había sido seleccionado por el propio Duque, cuyo féretro entraba por las escaleras del oeste en dirección al catafalco mientras el coro, dirigido por James Vivian y con Luke Bond al órgano, cantaba Schmücke dich, o liebe Seele, de Johann Sebastian Bach; Adagio espressivo, de Sir William Harris; Salix, de Percy Whitlock; Berceuse, de Louis Vierne y Rhosymedre, de Ralph Vaughan Williams.
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El cortejo fúnebre, formado por el príncipe de Gales, la príncesa Ana, el duque de York, el conde de Wessex, el príncipe Guillermo, Peter Phillips, el principe Harry, el conde de Snowdon y sir Tim Laurence, seguía al féretro, mientras en sus bancos les recibían una emocionada Reina -que se encontraba sola en un lado de capilla- la duquesa de Cornualles, la condesa de Wessex con sus hijos Lady Louise Mountbatten-Windsor y James, vizconde de Severn, la duquesa de Cambridge, Zara Tindall y su marido Mike Tindall, Beatriz de York y Edoardo Mapelli, Eugenia de York y Jack Brooksbank, Lady Sarah Chatto y su esposo, Daniel Chatto, el duque de Gloucester, el duque de Kent, la princesa Alexandra y la condesa Mountbatten de Birmania, Penelope Knatchbull. Además, como miembros de la familia directa de Felipe de Edimburgo, estaban también el príncipe heredero de Baden, el landgrave de Hesse y el príncipe de Hohenhole-Langenburg.
El deán de Windsor ha sido el encargado de oficiar el servicio, junto al arzobispo de Canterbury, Justin Wellby. Tras ellos, se encontraban sobre el altar los elementos honoríficos, medallas, condecoraciones e insignias que recibió escogidos también por él mismo, cosidos con hilo transparente y dispuestos sobre nueve cojines. Después de una introducción del deán en la que ha destacado "la amabilidad, humor y humanidad" del príncipe Felipe, el coro entonaba Eternal Father, Strong to Save, todo un himno para los marines reales ya que su autor se inspiró en los peligros del mar descritos en el Salmo 107. Ya sentados en sus bancos, los asistentes han escuchado la lectura La primera lección, que precedía a The Jubilate, la canción de Benjamin Britten escrita para la capilla de San Jorge a petición del propio duque de Edimburgo.
Tomaba la palabra después el arzobispo de Canterbury para leer La segunda lección, preludio del salmo 104, que sonó con la música de William Lovelady, compuesta originalmente como una cantata en tres movimientos. Se trata de un tema especialmente significativo ya que la primera vez que se cantó esta canción fue con motivo del 75 cumpleaños de Felipe de Edimburgo. A este emotivo momento, le ha seguido La oración del Señor, de William Smith, adaptado por Roger Judd y con música de Robert Stone. Tomaban entonces la palabra los reverendos David Conner y Justin Wellby para pronunciar las oraciones y leer unos extractos de libro Registro de la Nobilísima Orden de la Jarretera, una de las órdenes más antiguas y prestigiosas de Reino Unido.
Volvía a poner la música el coro, esta vez con el llamado Kontakion, un himno que tiene su origen en el Imperio Bizantino, alrededor del siglo VI D.C, la melodía que ha precedido al descenso del ataúd en la cripta real, donde descansan también Enrique VI, Eduardo IV, Enrique VIII, Carlos I, Jorge III, Jorge IV, Guillermo IV, Eduardo VII, Jorge V y Jorge VI. Cinco de ellos están en dos criptas bajo el coro, los otros cinco están en tumbas en la Capilla, entre ellos el rey Jorge VI. Para este solemne momento, todos los asistentes se han puesto en pie, mientras el deán pronunciaba unas palabras. Con todos aún en pie, el oficial heráldico de mayor rango de Gran Bretaña ha proclamado todos los títulos que ostenta Felipe de Edimburgo, quien puso su vida al servicio de la Corona.
Tras este solemne momento, se han oído los toques de corneta de los marines reales, a los que se unían los trompetistas de la caballería. El servicio religioso ha llegado así a su fin con el coro entonando el himno nacional después de la bendición, que ha corrido a cargo del arzobispo de Canterbury. Tras escuchar la interpretación de su canción nacional, los miembros de la Familia Real y de la familia directa de Felipe de Edimburgo abandonaban la capilla por el pórtico Galileo dejando a todo un símbolo del Reino Unido de los últimos tiempos descansando en la cripta real.