Si de algo se ha hablado desde que aparecieran en The Crown algunos episodios sobre el pasado y la infancia traumática del duque de Edimburgo es, sin duda, cómo fue realmente la relación con sus padres y como influyó en su personalidad adulta. Peter Morgan, el creador de la ficción británica se basó en documentales de la Familia Real, así como en declaraciones y libros publicados por historiadores y biográficos para dibujar a la perfección las características de sus personajes. Felipe de Edimburgo ha sido uno de los miembros de la Casa real cuya faceta personal y familiar era más desconocida hasta la fecha y el propio director de la serie de Netflix se llevó una gran sorpresa al conocer como fue su infancia. En especial, hubo un miembro de su familia que le llamó especialmente la atención: Alicia de Battenberg, la suegra de la reina Isabel II.
La dura infancia de Felipe de Edimburgo que forjó su carácter
La madre del duque de Edimburgo fue la nieta de la reina Victoria e hija del príncipe Luis de Battemberg y la princesa Victoria de Hesse. Aunque nació en el castillo de Windsor, en Berkshire, su infancia la pasó entre Alemania y el Mediterráneo con motivo de los destinos de su padre, oficial naval. En su boda con el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca en 1903, Alicia fue obsequiada con objetos de un alto valor económico como una tiara por parte del zar y zarina de Rusia, valorado en más de 14 millones dólares. Además, después de la ceremonia civil, se realizaron otras dos más; una luterana y otra ortodoxa griega, siguiendo la cultura y la religión de ambos. Se mudaron a Grecia donde mantuvieron su residencia habitual y tuvieron cinco hijos, de los cuales el príncipe Felipe fue el cuarto. En 1920 la familia se vio obligada a exiliarse en una pequeña localidad de las afueras de París, en Francia, ya que el príncipe Andrés corría peligro tras la finalización de la Primera Guerra Mundial y la abdicación del rey Constantino I.
El duque de Edimburgo pudo cumplir su última voluntad
Fue a finales de los años 20 cuando la salud mental de Alicia de Battemberg comenzó a resentirse. Aseguraba recibir mensajes divinos y que tenía poderes curativos. Tras una depresión severa que sufrió, en 1930 fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide y fue separada de su familia para ingresar en un centro psiquiátrico en Suiza. Por aquel entonces, el príncipe Felipe se mudó a Reino Unido, donde vivió con su abuela materna Victoria de Hesse-Darmstadt, de quien siempre resaltaría su excelente trato humano y con su tío Jorge de Milford-Haven al palacio de Kensington. Desde ese momento la familia jamás volvió a estar unida.
Las imágenes más insólitas de Felipe de Edimburgo
Coincidiendo con el ingreso de su esposa, Andrés de Grecia aprovechó para dejar de esconder sus infidelidades y trasladarse con su amante a Mónaco. Entre tanto, la Princesa fue sometida a severos tratamientos en los que sus ovarios fueron expuestos a fuertes dosis de radiación. Sus hijas contrajeron matrimonio mientras ella seguía interna en el sanatorio por lo que no pudo acudir ni reunirse con ellas. No fue hasta 1937 cuando volvería a ver a su familia con motivo del funeral de su hija Cecilia, quien falleció a causa de un accidente aéreo junto con su marido, dos de sus hijos y su suegra. Cuando conseguió salir del centro psiquiátrico, según informó The New York Times, la Princesa viajó por Europa, pasó la Segunda Guerra Mundial en Atenas ayudando a los judios, trabajó para la Cruz Roja y se convirtió en la Madre Superiora tras fundar una sociedad monástica con el objetivo de enseñar como cuidar a los niños desfavorecidos.
Alicia de Battenberg no volvió a Reino Unido hasta 1947 con motivo de la boda de su hijo con la aún princesa Isabel, siendo el único miembro de su familia directa en asistir. El Gobierno británico no autorizó la asistencia de sus hermanas por estar casadas con príncipes alemanes, alguno de ellos con vínculos con el nazismo y su padre, Andrés de Grecia, había muerto tres años antes. A partir de entonces, la madre del príncipe Felipe siguió entregada a las labores de caridad, hasta que, ya con la salud muy deteriorada, su hijo y su nuera la alojaron con ellos en el palacio de Buckingham, donde pasó el resto de sus días.
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