Uno tras otro los planes navideños de Isabel II –inamovibles en otra época- se han ido cayendo. Ni reuniones familiares, ni intercambio de regalos, ni desayunos en familia. Toda precaución es poca en torno a la Reina, que tiene 94 años, y su marido, el duque de Edimburgo, que se encamina hacia el centenario. Con este escenario, en el que la pareja se encuentra en el Castillo de Windsor con el reducido equipo de servicio que forma parte de su burbuja, ha sucedido un último mal trago. Vulcan ha muerto.
Es de sobra conocido el amor que Isabel II siente por sus perros, que le han acompañado en sesiones de fotos, portadas de revista y numerosos actos institucionales. Así que la muerte de su amado dorgi se ha convertido en un trago amargo en la Navidad más extraña. Tal y como publica HELLO!, la edición británica de ¡HOLA! en su digital, Vulcan falleció “de viejo” en el Castillo de Windsor y se cree que fue enterrado allí.
Hay que recordar que la Reina –que ha sido icono e inspiración cultural para numerosos artistas de varias generaciones- celebró su 90 cumpleaños con un posado histórico ante el objetivo de una de las fotógrafas más aclamadas del mundo, Annie Leibovitz. Para esa sesión, hecha en el 2016, Isabel II prescindió de la mayoría de miembros de su familia y apostó por tres fotos: una con su única hija, la princesa Ana; otra con los más pequeños de la casa, sus bisnietos y los hijos de los Wessex; y un tercer retrato, el más personal de todos, con sus cuatro perros.
En la imagen se pudo ver a la soberana precisamente en una de las terrazas del Castillo de Windsor –en donde ahora Vulcan descansará para siempre- paseando con Willow, Candy, Holly y el propio Vulcan. De esos cuatro perros ahora solo queda uno: Candy. Isabel II ha sufrido con la muerte de cada uno de ellos, pero los medios británicos adviritieron que la muerte de Willow en el 2018 fue especialmente devastadora por el significado que este tenía para ella. Willow no solo había estado a su lado durante 14 años, era además el último nexo con su padre, ya que descendía de Susan, la mascota que el rey Jorge le regaló por su dieciocho cumpleaños.
La triste noticia llega semanas después de la muerte del perro de los Cambridge. Lupo vivió en la familia durante nueve años, estuvo con Kate y Guillermo desde antes de que naciera George, con el que compartió varios retratos oficiales como parte de la familia que era. Fueron los propios duques de Cambridge los que comunicaron de forma oficial la triste perdida de su mascota.