La cita estival en Balmoral es irrenunciable. La reina Isabel y el príncipe Felipe han permanecido confinados en su residencia del Castillo de Windsor desde que comenzó la pandemia a principios del pasado mes de marzo, pero no iba a ser el coronavirus el que les hiciera cambiar sus planes. Tampoco este año de incertidumbres y desasosiegos iban a sacrificar su estancia y, como es tradición, han vuelto puntualmente a su propiedad del Castillo de Balmoral en Escocia. Volaron a principios de esta semana desde RAF Northolt, una base de la Fuerza Aérea al oeste de Londres, al aeropuerto de Aberdeen, para pasar sus vacaciones preferidas, esas que llevan disfrutando la friolera de sesenta veranos.
El tiempo les daba la bienvenida a la inglesa, con el cielo nublado. Isabel II se había puesto un impermeable color caqui con capucha sobre su traje de tweed y el Duque vestía de sport con una chaqueta y un jersey a la caja verde. Los asistentes de la pareja llevaban, según Daily Mail, el equipaje y los dos dorgis, “los queridos perros de la reina Isabel que son un cruce entre un perro salchicha y un corgi galés”. Tomaron su lugar en el vehículo que los esperaba para llevarlos a Balmoral, a una hora en coche.
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La soberana británica se ha referido a su querido castillo de las Highlands como uno de sus lugares favoritos en el mundo, y lo ha sido hasta el punto de que lo eligió como uno de los dulces destinos de su luna de miel junto al príncipe Felipe: se reservaron unos días como recién casados en el pabellón de caza Birkhall, ubicado en la finca, en 1947. Aunque se espera que permanezcan una estancia de 12 semanas, no se ha confirmado si regresarán a Inglaterra a su término. A su vuelta, les esperan grandes alicientes en dos fechas señaladas que con suerte serán, además, tiempos mejores: el 100.º cumpleaños de Felipe de Edimburgo, el 10 de junio de 2021, y más allá, con la mirada puesta en 2022, sus bodas de diamantes, 75 años de casados.
Tanto la reina Isabel como el príncipe Felipe están sensiblemente preocupados por el coronavirus, ya que son personas mayores con un riesgo más alto de contagio y de eventuales complicaciones ante posibles afecciones de salud subyacentes. Así que para atajar la situación han tomado medidas estrictas de prevención, como el desplazamiento a Balmoral en vuelo privado o la cuarentena de dos semanas impuesta al equipo mínimo de su personal que permanecerá en el castillo minimizando el contacto con el exterior, y no regresarán a su residencia oficial en el Palacio de Buckingham en Londres en un corto plazo si pueden evitarlo, lo que supondría el periodo más largo de ausencia en los 68 años de reinado. Por otra parte tampoco sería la primera vez que un miembro de la realeza reside fuera de la capital británica durante un tiempo considerable. La reina Victoria se aisló en el castillo de Balmoral y la casa de Osborne durante casi 20 años después de la muerte de su marido.
A menudo en esta época del año hijos, nietos y bisnietos de la soberana británica se reúnen en su propiedad escocesa para disfrutar de un tiempo de calidad juntos dando un paseo, haciendo un pícnic o preparando una barbacoa en la finca. Los 50.000 acres (alrededor de las 20.000 hectáreas) del recinto del castillo de Balmoral ofrecen a la reina Isabel y el Duque de Edimburgo la privacidad que buscan para disfrutar de un verano lejos del ojo público. La princesa Eugenia confesó en una ocasión que la reina Isabel era “la más feliz” en la histórica residencia: “Es el lugar más hermoso del mundo. Creo que la abuela es la más feliz allí. Realmente ama las Highlands”.
Figuran entre sus reclamos Los Juegos de Braemar en Royal Deeside, el magnífico valle del río Dee, en el corazón de Escocia, considerados como el evento más relevante del calendario de los Los Juegos de Highlands. Los miembros de la Familia Real británica suelen estar presentes para la ocasión, que siempre se celebra el primer sábado de septiembre. La reina Isabel también presenta el llamado Ghillies Ball, que es un baile muy esperado durante su estancia.
El remanso de paz que muchos imaginan que puede ser el castillo de Balmoral es en realidad un torrente de alegría, con un goteo constante de visitas: “Paseos, picnics, perros, muchos perros; siempre hay perros y personas que entran y salen todo el tiempo”, revelaba la princesa Eugenia en Our Queen at Ninety de ITV, y concluyó: “Todos estamos allí. Creo que es una buena base para que la abuelita y el abuelo vayan, para que los veamos allí donde solo tienes espacio para respirar y correr”.
Si bien este verano es probable que la reina Isabel no reciba a tantos miembros de la familia como esperaba (dadas las circunstancias y las restricciones sanitarias, los Duque de Sussex no podrán cumplir con la visita prometida para estas fechas y compartir unos días en Balmoral con el pequeño Archie como habían previsto y era deseo de la soberana británica), la finca con sus viviendas aledañas al castillo tiene espacio más que suficiente para garantizar el distanciamiento social. Y seguramente la compañía de los suyos la tranquilizaría.
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