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La corazonada de Beatriz de York en el último momento

La Princesa no contempló en un principio pedirle prestado su vestido a la reina Isabel


Actualizado 6 de agosto de 2020 - 13:15 CEST

La princesa Beatriz no podía estar más impresionante en su boda. Todas las novias reinan en su día sí, pero la nieta de Isabel II reinaba con el vestido y la tiara de una reina de verdad en su íntimo sí, quiero a Edoardo Mapelli Mozzi el pasado 17 de julio. Sin embargo, y a pesar de que el traje parecía que estaba hecho para ella, la Princesa no contempló desde el principio pedirle ese ‘algo prestado’ a su augusta abuela.

Fue una decisión de última hora. Tal vez la corazonada de que si no lo intentaba, se arrepentiría toda la vida. Quizá un impulso de ahora o nunca la llevó finalmente a la princesa Beatriz a preguntar a la reina Isabel si podía hacer realidad aquella ilusión: “Hizo la petición, y fue amablemente concedida. ¡Y estaba increíble!”, confesó una amistad de la pareja a People. Y añadió: “Fue conmovedor para las dos”. La Princesa coronó su sueño nupcial, además, con la misma tiara de boda de la soberana británica.

La corazonada de Beatriz de York en el último momento© Benjamin Wheeler
Beatriz de York reinaba con el vestido y la tiara de una reina de verdad el día de su boda con Edoardo Mapelli Mozzi el pasado 17 de julio.

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El bonito vestido de la novia, diseñado originalmente por Norman Hartnell, tiene mucha historia y muchas vidas. Está hecho de seda de tafetán en tono marfil, con mangas de organza, añadidas expresamente para las nupcias de la princesa Beatriz, y un corpiño geométrico con brillantes engarzados, que ha sido adaptado para ella por la estilista de la reina Isabel, Angela Kelly, y el diseñador Stewart Parvin.

Su Majestad la reina Isabel llevó el icónico vestido real, ahora reconvertido en nupcial, en varias ocasiones inolvidables a lo largo de la década de 1960. Desde un viaje de Estado a Italia en 1961 al fulgurante estreno de la oscarizada película Lawrence de Arabia en 1963, o inluso hasta en la solemne Apertura del Parlamento de 1966, junto a la corona imperial, la joya más importante del tesoro que conserva la Familia Real británica, y a la capa de armiño. Norman Hartnell, uno de los diseñadores reales por excelencia, firmó una serie de creaciones clave de ese momento de la Reina de Inglaterra, entre las que se encuentra su traje de novia para su enlace con Felipe de Edimburgo en 1947 y el vestido de su coronación en 1952.

La corazonada de Beatriz de York en el último momento© Benjamin Wheeler
La princesa Beatriz no contempló desde el principio pedirle ese ‘algo prestado’ a su augusta abuela.

La princesa Beatriz y Edoardo Mapelli Mozzi, los últimos novios del Reino Unido, desistieron de casarse el elegido 29 de mayo obligados por la pertinaz pandemia. La nueva oportunidad para diseñar la ceremonia perfecta cuando todo pasara ofrecía a priori un mundo de posibilidades y, con las manos libres para trazar la boda real que pondría en valor su lugar en la Familia Real británica y la hegemonía de la Casa Real británica, escogieron plasmar simplemente la boda real que les salía del corazón. Cuando se flexibilizaron las restricciones de los enlaces matrimoniales en el Reino Unido, la pareja se apresuró a planear con la absoluta implicación de sus madres, la Duquesa de York y Nikki Williams-Ellis, cada detalle de la pequeña ceremonia privada que celebrarían en la Capilla Real de Todos los Santos en Royal Lodge en cuestión de semanas.

La identidad de los diseñadores elegidos por las novias de la realeza se mantiene en secreto hasta escasos minutos antes de la boda, por lo que es posible que nunca sepamos quién se encargó del traje nupcial original de la princesa Beatriz. Pero, en cualquiera de los casos, los más finos encajes, los más delicados bordados con plumeti hechos a mano, los más brillantes adornos de pedrería... jamás de los jamases podrían eclipsar, siquiera atreverse a reivindicarse frente al sentimiento que mejor arropa, el amor entre abuela y nieta o entre nieta y abuela que en esto de la emoción no hay protocolo, y por descontado frente a la relevancia per se de un vestido de la monarca, la elección definitiva de la novia para su gran día. Porque los días más importantes de la vida se visten de importancia.

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