Isabel de Inglaterra cumple hoy 94 años, todo un hito en sí mismos. Pero las circunstancias que preceden y que acompañan a este abultado aniversario empañan lo que de por sí ya es una edad digna de celebración por todo lo alto. Y es que este año 2020 la soberana británica afronta su gran día con más sombras que luces de velas.
La alargada sombra de una pandemia que tiene confinado a todo el planeta ha llegado hasta palacio mismo. El COVID-19 no ha hecho distinciones, desde Wuhan a Estados Unidos, pasando por Europa entera, así que como cualquier otro ciudadano del ancho mundo, y no como Reina de reinas, Isabel II también pasará su cumpleaños recluida. Y por ello prácticamente en soledad. De hecho, la Reina ha pedido que no haya salvas de honor para conmemorar su cumpleaños este martes por primera vez durante su reinado ya que no se considera apropiado en las circunstancias actuales. Los edificios públicos tampoco tendrán que enarbolar las banderas y este día no se enmarcará de ninguna manera especial.
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Recibirá por teléfono en su residencia del Castillo de Windsor las felicitaciones de hijos, nietos y bisnietos, en lugar de los besos y abrazos en persona acostumbrados de otros años. El menor de los males, no obstante, para quien ha pasado varias páginas negras de la historia con la misma altura y la misma ejemplaridad que ahora reclama a los británicos para vencer esta nueva crisis: “Espero que en los años venideros todo el mundo pueda estar orgulloso de cómo se respondió ante este desafío”, ha dicho la monarca desde su retiro.
“Y que los que vengan después de nosotros comprueben que los británicos de esta generación fueron tan fuertes como cualquier otra. Que nuestros atributos de autodisciplina, determinación calmada y con buen talante y nuestra compasión de los unos por los otros sigan siendo los que caracterizan a esta nación”, ha insistido.
El virus es la guinda que faltaba a esta tarta de cumpleaños con poca crema con la que deleitarse. Las alegrías del compromiso, de la boda y del nacimiento del primer hijo de los Duques de Sussex, el pequeño Archie Harrison; o de la boda de Eugenia de York con Jack Brooksbank o del más reciente compromiso de Beatriz de York con su prometido, Edoardo Mapelli Mozzi, que endulzaban las crónicas de los Windsor entre 2018 y 2019, han dado paso a noticias menos gratas.
El Megxit
Una de las más controvertidas, e inimaginables hace un año o dos, es la llamada operación Megxit, que ha puesto en jaque a la Reina en los últimos meses. Los británicos han pasado por distintas fases desde el desconcierto inicial, a la absoluta negación, hasta la aceptación final cuando Isabel II, que comprende pero no puede consentir a la pareja, y los Duques de Sussex, que querían realmente asistir a Su Majestad y al país pero de manera simbólica desde la distancia, consiguieron llegar a un acuerdo razonable para ambas partes.
Oficialmente el pasado 31 de marzo se dio por concluido el plazo de transición de la vida oficial de los Sussex a su nueva vida normal, y las tintas volvieron a su cauce. Pero no cabe duda de que la partida de los Duques con rumbo lejos de palacio, primero a Vancouver y ahora a Los Ángeles, ha dejado un notable vacío en la agenda de la Familia Real británica. Como si al pastel le faltara un ingrediente, en estos momentos, más imprescindible que prescindible.
El gran momento de las hermanas York ha perdido también el lustre de las delicias reales. Cuando por fin los focos se posaban y alumbraban a las princesas Beatriz y Eugenia con toda la intensidad, como si no existiese nadie más en la Familia Real británica, la obligada renuncia oficial del príncipe Andrés después de su entrevista a la BBC sobre el escándalo de tráfico sexual de su amigo el millonario Jeffrey Epstein, ha desviado la inusitada atención a las nietas de la reina Isabel hacia el epicentro una vez más de la polémica, y ha eclipsado algunos de los sucesivos eventos familiares de los Windsor y, sobre todos, la fiesta del compromiso de Beatriz de York, que tras el tradicional almuerzo de Navidad de Isabel II se celebró por la noche en Buckingham Place con varias destacadas ausencias, incluida la del padre de la novia, imaginamos especialmente dolorosa
La separación oficial del joven matrimonio Phillips ha sido otro de los bocados amargos del año, si bien el nieto mayor de la soberana británica, Peter Phillips, y la canadiense Autumn Kelly ya en 2019 no vivían juntos. Corría la primavera de 2008 cuando lanzaban campanas al vuelo con la primera boda real de cuento de su generación en Windsor, pero aquel ...y fueron felices no ha podido ser para siempre. Después de once años de casados y dos hijas, las preciosas Savannah e Isla Elizabeth, de 9 y 8 años respectivamente, se les rompió el amor, aunque no el respeto, y la pareja ha quedado en los mejores términos.
El Brexit tampoco ha sido un dulce, pero quizá más difícil de digerir ha sido caer en la cuenta de que su roca no es de piedra, que Felipe de Edimburgo, el pilar de la monarca, por primera vez se tambaleaba a sus noventa y muchos a causa de una gripe severa, por la que fue hospitalizado como medida de precaución. Afortunadamente, todo salió bien y hoy, día de confinamiento como otro cualquiera, celebra en la intimidad del castillo de Windsor su cumpleaños, feliz en su compañía.
Soplará 94 velas, con todas sus sombras y todas sus luces. Iluminan el horizonte la próxima visita de su bisnieto Archie Harrison, que le prometieron los duques de Sussex cuando todo volviera a la normalidad, y la boda real de Beatriz de York y Edo Mapelli Mozzi, que puede ser la gran fiesta popular que ponga el ansiado final feliz a esta crisis.