La Familia Real británica perderá un gran puntal; el reino perderá dos grandes servidores, y los propios Duques de Sussex perderán la gran posibilidad de ayudar al máximo número de personas posible desde la poderosa plataforma institucional y de firmar sus hitos en la Historia. Los Windsor seguirán cumpliendo con sus viajes oficiales, con sus causas sociales, con sus celebraciones de gala..., pero nadie así realzará la agenda oficial.
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El fin de un cuento de hadas
Se escribe estos días el fin de un cuento de hadas: los Duques de Sussex han decidido forjarse una nueva vida como una joven familia y dejar de formar parte del núcleo duro de la Familia Real británica. Tras un periodo de transición entre Canadá y el Reino Unido, dejarán de ser miembros activos a tiempo completo de la institución y, en consecuencia, dejarán de percibir su manutención de los fondos públicos para empezar a ser económicamente independientes.
“Después de muchos meses de reflexión y discusiones internas, hemos decidido hacer una transición este año y empezar a dar un paso atrás hacia un nuevo puesto en esta institución. Nuestra intención es dejar de ser miembros senior de la Familia Real y trabajar para ser independientes financieramente mientras seguimos apoyando por completo a su Majestad la Reina”.
La Familia Real británica perderá un gran puntal; el reino perderá dos grandes servidores, y los propios Duques de Sussex perderán la gran posibilidad de ayudar al máximo número de personas posible desde la poderosa plataforma institucional y de firmar sus hitos en la Historia. Los Windsor seguirán cumpliendo con sus viajes oficiales, con sus causas sociales, con sus celebraciones de gala..., pero nadie así realzará la agenda oficial.
Érase un príncipe azul
Harry de Inglaterra es el príncipe azul de la insigne figura y las nobles gestas. No se arrellana en los aposentos reales. Es inconformista, emprendedor y, como sus grandes protegidos de los Juegos Invictus, guerrero. Nada le detiene si se trata de combatir una injusticia o de salvar a su amada de las fauces de la calumnia, del racismo, del acoso. Salió a su rescate, lo que no ocurrió con Cressida Bonas o con Chelsy Davy, marcando la diferencia con un comunicado oficial como único escudo y sus razones como única arma. Un gesto de caballero (el Príncipe se confesaba preocupado por la seguridad de su novia y profundamente decepcionado por no haber sido capaz de protegerla), con el que además hizo oficial su relación de unos pocos meses con la chica que con el debido tiempo resultó ser “la mujer con la que estoy a punto de casarme”. Y, en su enésima demostración de amor, ha renunciado no al trono, pero sí a una vida real como hasta ahora, pese al deseo de la reina Isabel de que permanecieran al sevicio del reino y pese al mundo.
La mirada de Diana desde el cielo
La boda real de los Duques de Sussex fue puro romanticismo. Su gran día fue comparado con las páginas más bellas de un cuento de hadas: el descenso de los recién casados por la escalinata, el beso de enamorados al abandonar el templo, el saludo a sus admiradores desde la carroza y un último beso de Colorín, colorado. Pero, de todas las instantáneas tiradas por los cientos de fotógrafos acreditados para cubrir el enlace y de todas las demostraciones de cariño de sus protagonistas, fue este gesto sin pretensiones el que enamoró a todos. Los recién casados recorrían Windsor en el carruaje abierto Ascot Landau y eran retratados como si fueran vistos por la propia Diana desde el cielo. No había beso, pero los cuerpos formaban un corazón y el amor convergía en las manos entrelazadas de los Duques; no había exceso, pero la exquisitez se elevaba en una montaña de encaje sobre las rodillas de la novia; no había mirada del uno al otro, pero la perspectiva (las miles y miles de personas a quienes veían y no vemos y a quienes se entregarían como Duques) era compartida; no había obviedad, pero la esencia se captaba de un solo vistazo al descubrir en el regazo de la Duquesa el bonito ramo nupcial con las flores favoritas de la princesa Diana. Sin duda una de las páginas más sublimes de la crónica real.
La nueva joya de la Corona
La Duquesa de Sussex ha sido un fenómeno mundial como en su día lo fuera Diana de Gales o como hoy día lo es la Duquesa de Cambridge también. Una reina Midas que convierte en oro todo lo que toca. Su presencia revoluciona cualquier acto público, su cara vende hasta agotar existencias y su nombre es aval suficiente para promocionar cualquier producto en el mercado. Lo demostró el mismo día de su boda real y sólo fue el principio. El mundo entero se congratuló aquel histórico 19 de mayo por el enlace de la pareja y el triunfo del amor. La felicidad de los recién casados barrió las tristezas de las portadas de todas las publicaciones nacionales e internacionales; los admiradores de la pareja estallaron de júbilo en redes sociales donde la nueva Duquesa de Sussex se convirtió en el Trending Topic de la señalada jornada, y el segundo vestido nupcial, reservado para el final de fiesta, una creación de Stella McCartney que como cualquiera de las que firma no tenía precio para todos los bolsillos, vistió a un regimiento de novias gracias a sus mellizos de firmas low cost. Señales inequívocas de que la Familia Real británica había encontrado la nueva joya de la Corona.
Un 'te quiero' en la punta de los dedos
Cada nueva aparición en aquellos tiempos de absoluta admiración a los Duques de Sussex arrancaba más suspiros que la anterior, y eso es mucho decir cuando parecía que las altas cotas de romanticismo no se podrían rebasar después de haber asistido a una boda real digna de un cuento de hadas. Pero siempre había más y su debut en las reales carreras de Ascot deparaba a los seguidores de los recién casados nuevos momentos de esos que tocan el corazón. Las redes sociales comenzaron a palpitar como pocas veces cuando los fans de la pareja descubrieron este momento de los Duques de Sussex. La instantánea que mantenía el pulso acelerado mostraba al príncipe Harry dando un paso hacia adelante para estrechar la mano de uno de los ganadores de la competición hípica, pero a su vez daba la impresión de que no podía soltar la mano de la duquesa Meghan ni por un solo instante. Se proyectaba para recibir al campeón, pero se resistía a abandonar a su amor extendiendo la otra mano para aferrarse al contacto de su esposa con la punta de los dedos. Una auténtica delicia.
De nuevo cuño
La Duquesa de Sussex es una nueva clase de princesa. Pudiera recordar a Diana de Gales que aspiraba a ser una reina en el corazón del pueblo (y lo fue), pero que sin embargo nunca llegó a imaginarse como reina propiamente dicha. O tal vez pudiera reconocerse a la Duquesa en alguna de las últimas heroínas de Disney que son princesas antiprincesas en pos de un mundo mejor, sin cejar en su empeño de reivindicarse. La Duquesa tiene las cualidades de perfecta embajadora y la vocación de servicio para mejorar el mañana, pero no cederá a las exigencias de su condición real a cualquier precio. Y por eso también nos admira.
Príncipes ideales...
Los Duques de Sussex enamoran. Tienen un algo que gusta a cada quien: su amabilidad conquista a los niños y a los mayores; su estilo seduce a las cabeceras de moda; su osadía admira a los valientes; su empatía con los desfavorecidos conmueve a los solidarios; su compromiso con la Corona enorgullece a los monárquicos, y su sentido del humor les ha granjeado las simpatías que pudieran faltar. Unas virtudes aderezadas con partículas de estrella... Y aquí lo tienen: Príncipes ideales si quisieran.
Príncipes ideales...
Los Duques de Sussex enamoran. Tienen un algo que gusta a cada quien: su amabilidad conquista a los niños y a los mayores; su estilo seduce a las cabeceras de moda; su osadía admira a los valientes; su empatía con los desfavorecidos conmueve a los solidarios; su compromiso con la Corona enorgullece a los monárquicos, y su sentido del humor les ha granjeado las simpatías que pudieran faltar. Unas virtudes aderezadas con partículas de estrella... Y aquí lo tienen: Príncipes ideales si quisieran.
Príncipes ideales...
Los Duques de Sussex enamoran. Tienen un algo que gusta a cada quien: su amabilidad conquista a los niños y a los mayores; su estilo seduce a las cabeceras de moda; su osadía admira a los valientes; su empatía con los desfavorecidos conmueve a los solidarios; su compromiso con la Corona enorgullece a los monárquicos, y su sentido del humor les ha granjeado las simpatías que pudieran faltar. Unas virtudes aderezadas con partículas de estrella... Y aquí lo tienen: Príncipes ideales si quisieran.
Al abrigo de la elegancia
Este año y medio, en el que han arreciado vientos en contra, la Duquesa de Sussex se ha puesto al abrigo de la elegancia. Arropada por sus maneras de princesa perfecta y una colección de gabardinas y abrigos a juego, ha cumplido solícitamente con los compromisos, los viajes y las muchas causas de su agenda oficial. La mujer del príncipe Harry ha conciliado el chic clásico y el estilo propio dando la vuelta al patrón de siempre. Y ya no queremos volver al antiguo glamour.
Rompiendo reglas
Las reglas están para romperse. Y, aunque la práctica no se estila en la inmutable institución, la Duquesa de Sussex ha sacudido conciencias, sin llegar a sacudir los cimientos de la Monarquía, saltándose unas cuantas normas dadas por hecho. Y ahora nadie se rasga las vestiduras por cuestiones intrascendentes, si acaso los vaqueros.
La apertura de la abertura
La gira oficial de los Duques de Sussex por Australia les llevó a la isla Fraser, el lugar con el que sueñan muchas parejas de recién casados y cualquier viajero con ganas de desembarcar en el paraíso. La isla de arena blanca más grande del mundo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1992, era el idílico destino de un viaje que en ocasiones recordaba a una luna de miel. A miles de kilómetros de distancia, se advertía que algo había cambiado en Buckingham. El feliz matrimonio imprimía un estilo más relajado e informal a sus actos oficiales y, lejos del otoño y la formalidad de Londres, la atmósfera y las temperaturas de la isla Fraser permitieron que la Duquesa mostrara más de lo habitual hasta la fecha. La sugerente abertura de su vestido fue mostrando en un acompasado vaivén las piernas de Meghan, torneadas a base de yoga, durante todo el paseo de la pareja por el bucólico muelle Kingfisher sin que el pequeño botón pudiera hacer nada por evitar la apertura de la abertura.
Meghan de Sussex, la feminista
Fue durante su primer día en Nueva Zelanda, una monarquía parlamentaria que tiene como jefa del Estado a Isabel II, como Gobernadora General a Patsy Reddy y como Primera Ministra a Jacinda Ardern, cuando la Duquesa de Sussex pronunció su primer discurso como Alteza Real con el retrato de la reina Isabel guardándole las espaldas. Las palabras de la Duquesa para conmemorar el 125º aniversario del sufragio femenino en Nueva Zelanda pudieron quedar parcialmente diluidas entre la cantidad de información, actos y fotografías que generó su primer viaje al servicio de la Corona británica, pero su mensaje feminista con la cita obligada a la sufragista neozelandesa Kate Sheppard (Todo lo que separa, ya sea raza, clase, credo o sexo, es inhumano y debe ser superado) sobrevivirá al tiempo.
Una princesa de carne y hueso
No todos los días se tiene la oportunidad de conocer a una princesa en persona, así que... Uno de los niños que se encontraba en el parque Croke durante la visita de los Duques de Sussex a la sede de la Asociación Atlética Gaélica en la segunda jornada de su viaje oficial a Irlanda aprovechó la coyuntura. Ni corto ni perezoso alargó la mano hacia la Duquesa, que cuando se percató de las intenciones de su pequeño admirador se volvió hacia él y se dejó querer. El niño la acarició con cariño y comprobó que las princesas de los cuentos existen y que también son de carne y hueso.
Nadie así realzará la vida oficial
Podríamos extendernos mucho más: hay infinidad de grandes momentos, de esos que nos gustaría seguir viendo. De esos que nos gustaría seguir contando en el futuro.
Nadie así realzará la vida oficial
Podríamos extendernos mucho más: hay infinidad de grandes momentos, de esos que nos gustaría seguir viendo. De esos que nos gustaría seguir contando en el futuro.