Corría el verano de 1986, y la Familia Real británica decidió hacer una visita a la familia de don Juan Carlos y doña Sofía. En el palacio de Marivent, el refugio favorito de la entonces Reina, rebosaba de vida. Dos jovencísimos Guillermo y Harry regañaban la cara ante el tórrido sol de Mallorca junto a su madre, lady Diana, y su padre, el príncipe Carlos. Pero había algo que llamó la atención de más joven de los príncipes: un perro Shih Tzu llamado Bobby. Su devoción era tal, que no dudó en cogerle en brazos para sacarse una foto junto a él. ¿Se puede ser más tierno?
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