Últimamente a Harry de Inglaterra las sonrisas le llegan hasta los ojos. Razón no le falta: está a punto de convertirse en padre por primera vez. Y, a medida que pasan las semanas o incluso los pocos días que restan para que la Duquesa de Sussex salga de cuentas, la felicidad del Príncipe se hace más y más evidente. Ayer era todo alegría, como poco. Hasta dio las primeras muestras de la euforia del que ya se ve acunando a su pequeño en sus brazos, durante su primer compromiso oficial después de haber anunciado su decisión de mantener en privado todos los planes acerca del nacimiento del bebé.
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El príncipe Harry dio el recital de sonrisas en Essex. Solo, sin la Duquesa de Sussex a su lado, a la que dejó descansando en la recta final de su embarazo, inauguró en este condado de Inglaterra muy próximo a Londres el último centro para jóvenes de la organización benéfica nacional OnSide Youth Zones. Lady Jayne Woodward, esposa del ex entrenador de rugby de Inglaterra, Sir Clive, y amiga de la familia del Príncipe, se encontraba allí para recibirle. Apenas unos minutos de conversación confirmaron lo que se adivinaba de un solo vistazo: “Creo que está muy emocionado”.
Lady Jayne Woodward aprovechó el encuentro con el Duque en el nuevo centro juvenil de más de siete millones de euros para obsequiarle con un regalo sorpresa para su bebé, que le entregó en una bonita bolsa de Paddington Bear. Por mucho que se le preguntó, lady Jayne no reveló cuál era el regalo, pero al preguntarle si el príncipe Harry parecía nervioso por el cambio de vida que se avecina, dijo: “No, en absoluto, será el padre más maravilloso. Lo conocemos desde que tenía alrededor de 13 años y es un gran tipo”.
Cualquiera que le viera por el pabellón deportivo de Future Youth Zone daría fe de la buena mano del príncipe Harry con los niños. Los chicos le recibieron con vítores y aplauso y el Príncipe no pudo resistirse a jugar un rápido partido de rugby junto con Sir Clive. Todos los que tuvieron oportunidad de conocerle hablaron maravillas de él. Y es que aplicaba la fórmula apropiada a cada uno de ellos: a unos les echaba un envite a seguir mejorando, con otros sencillamente se emocionaba escuchando sus historias. Fueron esos los únicos instantes en los que la sonrisa nítida del Príncipe se hizo difusa.
Como al conocer a Georgina Hart, una joven de 18 años que tiene parálisis cerebral, que le regaló a su “royal favorito” un detalle por el nacimiento de su bebé y como muestra de agradecimiento a sus Juegos Invictus, que la habían llevado a participar en los Paralímpicos. Luego, cuando contemplaba a los chavales cantar, declamar, patinar, jugar al fútbol o subir una pared equipada con presas y seguros para la escalada, volvía a asomar la sonrisa a su rostro. Era el orgullo de Príncipe de ver a sus chicos crecer. De verles mejorar habilidades, aspiraciones y confianza, cuando la situación es preocupante para muchos de su generación. No querían que se fuera y se apresuraron a invitarle otra vez, pero con su bebé. “Definitivamente. Dale tiempo, ¿verdad? ¡Una cosa después de otra!”, les respondió y la sonrisa volvió a alcanzarle a los ojos.