Los Duques de Sussex han puesto el broche de oro a su gira por Oceanía que les ha llevado durante los últimos 16 días a Australia, Fiji, Tonga y Nueva Zelanda. La pareja, y el bebé que está en camino, ha culminado el tour en la localidad neozelandesa de Rotorua donde se han mostrado tan entregados y mimetizados con la cultura local como en todo su recorrido. Te Papaiouru Marae ha sido la primera parada de su última jornada, un lugar sagrado para los maoríes, donde les recibieron con una ceremonia de bienvenida seguida de un almuerzo para la que no dudaron en ponerse sobre los hombros el manto tradicional del pueblo maorí.
Para dirigirse a los mandatarios, el principe Harry utilizó durante un minuto la lengua local. “Gracias por este bonito manto que tan amablemente nos habéis regalado a la Duquesa y a mí. Apreciamos la habilidad de los tejedores que lo elaboraron y el amor que pusieron en su creación. Este manto es una posesión que será muy valorada por nuestra familia”, señaló en su intervención.
Meghan Markle, que lució un vestido oscuro de Stella McCartney, ya es una experta en el saludo hongi, típico de las etnias polinésicas de las islas más al norte de Nueva Zelanda como en la que se encontraban. En lugar de darse la mano, como se suele hacer en Occidente, los maoríes chocan sus frentes y sus narices en las ceremonias protocolarias y reuniones tradicionales. La Duquesa ya había practicado este gesto antes de comenzar su primer viaje oficial como parte de su formación en protocolo y es evidente que las lecciones han dado sus frutos.
La esposa del príncipe Harry llevó para la ocasión un colgante maorí muy especial llamado pounamu, diseñado por Kiri Nathan. La pieza fue un regalo del gobernador de Nueva Zelanda, Patsy Reddy, y según la página web de la marca, “denota integridad, fuerza, estatus y poder”.
Además, durante la ceremonia de bienvenida, llamada powhiri, Meghan no dudó en quitarse los zapatos Manolo Blahnik como manda la tradición, mientras Harry sostenía un arma maorí tallada, con una punta en un extremo y una especie de hacha en el otro. El príncipe aseguró entre bromas que no debería llevar un artilugio así cuando la selección inglesa de rugby se enfrente a la de Nueva Zelanda.
El menú del almuerzo oficial estuvo protagonizado por un pudding cocinado al calor geotérmico. Rotorua es conocida por su intensa actividad geotérmica y esta energía es utilizada también en la gastronomía como pudieron comprobar a continuación Harry y Meghan de la mano de las ganadoras del MasterChef neozelandés de 2014, las hermanas Kasey y Karena Bird.
Por la tarde, los Duques visitaron un programa de conservación del kiwi, el pájaro nacional, cuya población está en peligro desde hace algunos años. Además de aprender las peculiaridades de estas aves y su situación, la pareja les puso nombre a dos crías de kiwi que habían nacido recientemente. Para esta cita, la Duquesa optó por una falda plisada azul de Givenchy que ha dado mucho que hablar por el asombroso efecto 3D que producen las diferentes tonalidades de la prenda con el movimiento.
Pero su contacto con la naturaleza no se quedó ahí, Harry y Meghan continuaron su visita con un paseo por el bosque a través de varios puentes colgantes de hasta 700 metros de longitud que atraviesan un paraje plagado de grandes árboles centenarios. Para la ocasión, la Duquesa se vistió más casual con un pantalón pitillo y decidió coger prestada una cazadora azul marino de su esposo para completar la ruta con más comodidad. La pareja se mostró cómplice durante el paseo, que cuando las circunstancias del camino lo permitían se cogían de la mano entre otras muestras de cariño.
“Ha estado genial ¡gracias amigos!”, se despidió el príncipe Harry tras culminar la última actividad de su periplo por Oceanía y antes de dirigirse a Auckland, capital de Nueva Zelanda para poner rumbo de vuelta a Londres. La Duquesa de Sussex ha superado con nota su primera gira internacional cuyo comienzo coincidió, además, con el anuncio de su embarazo.