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Hasta su boda con el príncipe Harry el pasado sábado 19 de mayo en el Castillo de Windsor era Ms. Meghan Markle, ahora ya es Alteza Real y Duquesa de Sussex y su joyero también se está adaptando a los cambios. 

Una mezcla entre piezas nuevas, tesoros heredados con una fuerte carga emocional y joyas de la Corona británica de incalculable valor, así es el nuevo joyero de Meghan. 

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Para todas las novias el secreto mejor guardado es el vestido pero en el caso de una novia de la realeza la tiara tiene tanto o más protagonismo, ya que la elección de esta joya puede tener muchas lecturas.

En un gesto fuera de lo común y rasgo de su personalidad, la princesa Diana, a pesar de casarse con el Heredero a la Corona británica, se casó con la tiara de su familia, la tiara Spencer. Obviamente no en todas las casas se cuenta con una joya de este tipo, así que tanto Sarah Ferguson como la duquesa de Wessex necesitaban una diadema para su “sí, quiero”, pero no sería una de las piezas espectaculares que años después la Reina ha sacado de su joyero para las esposas de su queridos nietos, Guillermo y Harry. Tanto para la mujer del príncipe Andrés como para la mujer del príncipe Eduardo se crearon tiaras nuevas. Sí, contenían piezas del joyero real pero al fin y al cabo eran tiaras “de estreno”.

No ha sido este el caso de Meghan, mujer del “más querido y apreciado nieto” de la reina Isabel II, según sus propias palabras.

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La duquesa de Sussex lució con soltura la tiara bandeau de diamantes que perteneció a María de Teck, abuela de la reina Isabel II y esposa del rey Jorge V de Gran Bretaña e Irlanda.  Un diseño inglés, confeccionado en 1932, con una espectacular pieza central que data de 1893. En definitiva, una joya como las de antes, de incalculable valor. 

Elaborada con diamantes, brillantes y platino, forma una banda flexible dividida en secciones perforadas con óvalos entrelazados y pavé con diamantes de talla brillante de diferentes tamaños. La pieza central, la más antigua, está formada por un broche desmontable de diamantes que la entonces princesa recibió en 1893 del Condado de Lincoln con motivo de su matrimonio con el príncipe Jorge, Duque de York.

Las dos piezas, la tiara y el broche, fueron un regalo que la reina Isabel II recibió de su abuela. De ahora en adelante, igual que la tiara halo estará siempre ligada a la duquesa de Cambridge, esta tiara bandeau pasará a la historia como la tiara de boda de Meghan. 

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La Duquesa siguió la línea marcada por la tiara y eligió los pendientes "Galanterie" de Cartier, en oro blanco y diamantes, que parecían hacerle un guiño al broche central de la tiara. 

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El brazalete "Reflection" de Cartier de Alta Joyería en oro blanco y diamantes, completó las joyas que llevó la duquesa de Sussex para la ceremonia religiosa y la recepción en el Castillo de Windsor que la Reina de Inglaterra ofreció para los 600 invitados.

Dejando al margen la tiara, cuyo valor económico es muy difícil de cifrar dada la excepcionalidad de las distintas piezas que la componen, del resto de joyas que lució Meghan para la ceremonia religiosa esta es la de más valor. En la página oficial de la firma figura por 235.000 euros. Pero... ¡todavía tenía algo más para la noche!

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La duquesa de Sussex apostó por unos pendientes nuevos para su primera noche como Alteza Real. La mujer de Harry se había quitado los pendientes que había llevado durante la ceremonia religiosa para lucir estos alargados en la fiesta de Frogmore House.

También están hechos de oro blanco y diamantes y pertenecen a la misma colección -Reflection de Cartier- del brazalete que había llevado durante la mañana. En la página web de la joyería se encuentran por algo más de 58.000 euros. Pendientes y brazalete forman una combinación que bien podría lucir en una cena de gala. 

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Horas después de casarse con el príncipe Harry, Meghan lució la primera joya de la colección de Diana de Gales después de los dos diamantes que lleva en su anillo de pedida. Se trató del anillo de aguamarina que se compró ella misma después de su divorcio con el príncipe Carlos, firmado de forma oficial el 28 de agosto de 1996, y con el que vino a remplazar el icónico anillo de compromiso que años más tarde Guillermo le daría Kate.

Esta aguamarina representa el último año en la vida de la Princesa de Gales y no se veía desde el trágico verano de 1997 en el que perdió la vida. 

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Dos días antes de la boda, Meghan y Harry fueron fotografiados llegando a Windsor, entonces ella todavía llevaba sus “pendientes de actriz”. Se trata de unos copos de nieve hechos con diamantes y oro blanco que hacen un guiño a la que fuera su vida en Toronto; no sólo porque son de la firma canadiense Maison Birks, sino porque el diseño representa a algo tan presente en la vida de Canadá como es la nieve.

Meghan no solo los llevó el 17 de mayo para su llegada a Windsor, también apostó por ellos al día siguiente. En la que fuera su última noche de soltera, la duquesa llegó al hotel Cliveden House junto a su madre, Doria Ragland, y lo hizo con estos pendientes. 

Como muchas de las prendas y los complementos que luce estos pendientes de 10.295 euros se han agotado pero la firma asegura que de seis a ocho semanas volverán a estar disponibles…. ¿Volverán también a las orejas de Meghan ahora que en su joyero hay nuevas adquisiciones? 

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Habrá que ver qué lugar ocupa a partir de ahora Maison Birks en el joyero de Meghan, ya que hasta su boda tenía una presencia total. La duquesa que vivió durante años en Toronto tiene una gran colección de pendientes y anillos de esta marca que ya ha lucido en muchos actos oficiales en el Reino Unido y agotado en cuestión de minutos. Sin ir más lejos los discretos pendientes que llevó el día de su compromiso oficial eran de esta firma.

Aunque en el día de su boda no hubo ni rastro de la que había sido su firma fetiche hasta ahora lo cierto es que tanto su madre, Doria Ragland, como su mejor amiga, Jessica Mulroney, llevaban piezas de la joyería canadiense en la ceremonia religiosa.

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Otra incógnita es saber qué pasará con la amplia colección de anillos finos y combinables, también de la firma canadiense Maison Birks y que van de los 400 a los 5.000 euros, que Meghan ha puesto tanto de moda. La duquesa de Sussex ha hecho de ellos casi una seña de identidad. ¿Los seguirá usando en su día a día ahora que tiene grandes diamantes y una impresionante aguamarina? 

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Para muestra su primera aparición en público como duquesa de Sussex, solo tres días después de la boda. Meghan se estrenó en una Garden Party en el Palacio de Buckingham con unos pendientes -un diseño con forma de rosa y pequeños diamantes- de la joyera belga establecida en París, Vanessa Tugendhaft. Todavía no se han agotado y cuestan 1.595 euros. 

La pulsera a día de hoy es una incógnita. Se rumorea que fue un regalo de boda del príncipe Harry y que se podría tratar del brazalete "lignes essentielles" de Cartier, pero ambos datos todavía no se han confirmado.  En cuanto a los anillos... ¡Son solo los que narran su historia de amor!

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Aunque para el momento del intercambio de anillos la pareja le dio todo el protagonismo a la alianza, que como marca la tradición contiene un poco de oro galés que la Reina de Inglaterra regaló a los novios, para el recorrido la duquesa de Sussex ya había recuperado su anillo de compromiso y lo llevaba junto a la alianza. Ambas piezas fueron fabricadas por Cleave and Company, una firma que cuenta con la Royal Warrant, el sello de garantía de la Casa Windsor.

Hay que recordar que el anillo de pedida fue diseñado por el príncipe Harry a partir de dos diamantes de la colección de la princesa Diana y un gran diamante central de Botswana. Fue el propio Príncipe el que explicó, durante la entrevista que concedieron a la BBC con motivo de su compromiso, que estaban montados sobre oro amarillo porque es el favorito de Meghan, aunque lo cierto es que tanto en sus elecciones como actriz como en sus recientes adquisiciones ha apostado mucho más por el oro blanco.

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