BODA REAL EN LA FAMILIA WINDSOR

Tres noviazgos, tres momentos históricos y tres formas distintas de proclamar su amor

De la timidez de Diana a la soltura de Meghan, pasando por el aplomo de Kate

por Sira Acosta

Carlos, Guillermo y Harry. Tres príncipes, tres momentos históricos distintos, tres noviazgos totalmente diferentes y, en definitiva, tres formas de declarar su amor ante el Reino Unido. Siempre siguiendo las reglas escritas –como la que desde el siglo XVIII estipula que necesitan el consentimiento de la Reina de Inglaterra para casarse- y las no escritas de la familia Windsor, cada uno de ellos ha protagonizado tres compromisos oficiales que aun siguiendo el mismo patrón ha sido totalmente distintos: desde la timidez de Diana a la soltura de Meghan, pasando por el aplomo de Kate.

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Cuando el Palacio de Buckingham anunció el compromiso entre Carlos de Inglaterra y Diana Spencer, él tenía 31 años y ella 19. Aunque las cámaras ya se habían enamorado perdidamente de la joven inglesa de familia aristocrática que trabajaba en un jardín de infancia, Diana se sonrojaba en público y le costaba mantener la mirada delante de un objetivo. Tan cabizbaja como dulce, explicó cómo había tomado la decisión de casarse con Carlos: “Venía pensándolo desde hace tiempo porque sabía que había mucha presión en ambos y no fue una decisión difícil al final. Es lo que quería y es lo que quiero”. Este momento le valió a Diana el apodo de ‘Shy Di’ –que significa tímida- durante sus primeros años como princesa; una puesta en escena, con un cándido conjunto azul que puso de moda, diferente a las dos que estarían por venir y una relación con las cámaras totalmente distinta.

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A sus 36 años la californiana tiene a sus espaldas casi quince años de carrera como actriz, un matrimonio y el aplomo que solo da la experiencia y el paso de los años. En ese sentido, ya demostró durante su primera aparición pública al lado de Harry -el pasado septiembre en los Juegos Invictus en Toronto- que está acostumbrada a ser el centro de todas las miradas y, en definitiva, que gracias a su profesión está muy cómoda delante de una cámara y que las entrevistas no parecen ponerle nerviosa.

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En uno de los salones de Kensington -un entorno más neutro y menos palaciego que en el caso de los dos compromisos anteriores- la prometida del nieto de la Reina de Inglaterra explicó con mucha soltura como fue esa pedida de mano. “Fue una sorpresa preciosa, natural y muy romántica, se puso de rodillas, fue muy dulce”, explicó Meghan Markle después de que Harry dijera que había tenido lugar en casa, mientras "intentaban" asar un pollo. En esta primera entrevista se ha podido ver que Harry de Inglaterra ha encontrado a una mujer igualmente carismática, con mucha facilidad para transmitir sus emociones y que va a ser la compañera perfecta para un príncipe, con pasado de soldado, que se ha convertido en los últimos años en un gran activo dentro de la monarquía británica, tanto en el extranjero como dentro del propio Reino Unido, donde incluso ha representado a la Reina ante Jefes de Estado, como ocurrió en el viaje de los reyes don Felipe y doña Letizia el pasado julio.

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Meghan ha encajado y respondido a cada una de las preguntas con total naturalidad, ha hablado de la Reina de Inglaterra, de Diana de Gales, de su propia familia y amigos, de sus perritos e incluso del torbellino mediático que obligó al Palacio de Kensington a pedir respeto para ella y los suyos en un comunicado el pasado otoño. “Estoy segura de que tanto mis padres como mis amigos más cercanos estaban preocupados, porque rápidamente se vieron absorbidos por la tormenta mediática que, como compartí, no era parte de mi vida previa, pero nunca me habían visto tampoco tan feliz. Y creo que una vez mis amigos -perdón- fueron capaces de realmente conocer a Harry y mi madre, con quien también hemos pasado mucho tiempo, ella es muy divertida”, afirma Meghan dando un protagonismo a Doria Radlan, su madre, y a todo su entorno que hasta ahora no habímos visto en otras en entrevistas de este tipo. 

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El caso de los Duques de Cambridge fue diferente, el mundo había aprendido de la historia de Carlos y Diana, tanto de la ruptura del matrimonio como del trágico final de la princesa. Durante sus ocho años de noviazgo con el príncipe Guillermo, Kate Middleton había experimentado la transición entre el anonimato, que les ofrecían las paredes de la Universidad de St. Andrews, al desmedido interés mediático pasando por un periodo de tres meses en el que la pareja se dio un tiempo mientras todos clamaban por la Boda Real. El largo noviazgo permitió a la Duquesa de Cambridge preparse para lo que significaba ser la mujer del segundo en la línea de sucesión al trono británico. 

El resultado de crecer juntos y vivir cada etapa a su tiempo fue un compromiso oficial, en uno de los Salones de Estado del Palacio de St. James, que ambos mostraron la máxima compenetración ese 16 de noviembre de 2010. La pareja, ambos con 28 años, estalló en carcajadas cuando un periodista les preguntó si Guillermo se había arrodillado ante Kate para pedir su mano. “Eso se mantendrá bajo secreto de Estado”, dijo él, mientras que ella -vestida de azul, a juego con el anillo y haciendo un guiño a Diana- no muy habladora pero sonriente y con una naturalidad que dejaba ver los nervios lógicos del momento, explicaba sin escatimar detalles cómo había sido esa declaración de amor: “Él es verdaderamente romántico y estábamos en unas maravillosas vacaciones en África, en un tranquilo ‘lodge’ y fue bastante romántico, un momento muy personal para nosotros”.