Diana de Gales y el renacer de la Familia Real
El legado de la Princesa ha sido clave para ayudar a la dinastía Windsor a florecer
Era lo más parecido a un reconocimiento público de la Reina de Inglaterra de que los Windsor habían malinterpretado el estado de ánimo nacional, un raro momento de autoconciencia pública. Dirigiéndose al reino, abatido por la muerte de su Princesa del pueblo, Su Majestad dijo como soberana, y fundamentalmente como abuela, en aquellos convulsos días posteriores a la pérdida irremplazable de Diana: “Yo creo que hay lecciones que sacar de su vida y de la extraordinaria reacción en cadena a su muerte”. Dejando atrás la intimidad de Balmoral, la Familia Real regresó a Londres, donde se unió a la multitud rota de dolor en medio de un mar de flores a las afueras del Palacio de Buckingham.
Era la primera señal de que las cosas jamás volverían a ser igual. A pesar de que se había hecho lo establecido por tantos años de monarquía y estricto protocolo, la estoica respuesta real a la muerte de su Princesa soliviantó al país, que comenzó a reclamar las maneras de Diana de Gales. Una familia real menos distante, menos encorsetada. Una que compartiera las alegrías y tristezas de la vida, una que les tocara el corazón.
Desde entonces: las audaces entrevistas de los miembros de la realeza más jóvenes, las recepciones temáticas en el Palacio de Buckingham, las opcionales inclinaciones de cabeza y reverencias reales… Todas son señales de que los Windsor han estado experimentando primero e innovando cuidadosamente después, a lo largo de las dos décadas posteriores a la muerte de Diana de Gales, en sintonía con el público. Y fue la propia Reina la que vio claramente el camino a seguir. En una entrevista con ocasión de su 60º aniversario en el trono, el príncipe Harry le dio a su querida abuela el replanteamiento de la Casa para el siglo XXI. “Ella ha logrado que la familia se mueva con los tiempos”, dijo. “Creo que eso es increíblemente importante. No puedes quedarte atascado en una especie de situación arcaica cuando todo lo que te rodea está cambiando”.
También fue Isabel II una de las primeras en llevar su corazón en la manga. Durante un discurso con motivo de sus Bodas de Oro apenas meses después de la muerte de la Princesa, la Reina puso el sentimiento por delante y se refirió a su marido como “sencillamente... mi fuerza y firmeza todos estos años”. Después de la celebración del aniversario, los Windsor fueron capaces de capitalizar una sucesión de acontecimientos felices, comenzando en 1999 con la boda del príncipe Eduardo y Sophie Rhys-Jones, hija de un vendedor de neumáticos y una secretaria. Otra muestra de mejoría, de que la Casa está abierta a nueva sangre en lugar de únicamente sangre azul.
El largo noviazgo del príncipe Guillermo y Kate Middleton habría sido poco ortodoxo en el pasado y la relación del príncipe Harry con la atrevida actriz californiana Meghan Markle probablemente sería impensable. La Princesa del Pueblo estaría orgullosa, no cabe duda, del enfoque más moderno. Y definitivamente le hubiera encantado ver a su exmarido, el príncipe Carlos, y a sus adorados chicos uniéndose a los reyes del entretenimiento para el documental When Ant and Dec Met The Prince de la cadena ITV. Porque los príncipes Guillermo y Harry bromearon distendidamente con su padre acerca de su habilidad de avergonzarlos en las obras de la escuela, su constante “parloteo” y su horripilante caligrafía y nosotros vimos a una nueva familia Windsor, una que alguna vez se consideró disfuncional y anticuada, pero que ahora está muy unida, es afectuosa y completamente reconocible para todos.