Tocado y... conquistado. Harry de Inglaterra no dejó corazón invicto en la segunda edición de sus Juegos Invictus en Estados Unidos (el torneo paralímpico de soldados heridos, lesionados, enfermos). Fue un Príncipe encantador con todos sus admiradores de Orlando, Florida, y en cuatro días nadie tuvo la menor duda de que él fuera el príncipe azul, de la noble figura y las nobles gestas, por el que todas suspiran y que todos quieren. Sin excepción ninguna: niños, jóvenes y mayores; ganadores y perdedores; espectadores y periodistas... Mascotas incluso.
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Michelle Obama avisó. Dio la primera advertencia en la ceremonia inaugural: “Es nuestro príncipe azul”. Y con el trato, y sin la debida protección, a lo largo de sus frecuentes visitas y prolongadas estancias en el Complejo deportivo ESPN Wide World of Sports en Walt Disney World Resort, todos constataron que no podía ser más cierto, que realmente gana tonalidad azul con los años. Y cayeron uno tras otro sin remisión.
Las damas primero, por cortesía. Porque en estas competiciones campales, que hacen del deporte el revulsivo para la recuperación de los atletas, el príncipe Harry hizo gala de caballerosidad y tuvo especialmente con ellas detalles de ternura, de complicidad, de afecto y de galantería.
Pippa fue una de las pequeñas damitas a las que dedicó atenciones. La bebé, hija del ganador británico del doble oro en ciclismo reclinado (recumbent), Rob Cromey-Hawke, y su admiradora número 1 como demostraba su simpático body con la leyenda ¡Estoy apoyando a mi papá! Equipo del Reino Unido, se ganó los mimos del Príncipe y otra peque consiguió aún más, una partida al cucú...¡tras!.
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El momento más conmovedor de los Juegos tuvo también protagonista femenina. Lo compartió con el sargento Elizabeth Marks, que ganó el oro en la prueba de natación 100 metros libres. La joven había sido tratada en el Hospital Papworth de Reino Unido en el año 2014 y quería agradecer al personal médico sus cuidados con un gesto muy especial. Cuando el príncipe Harry le puso la medalla, le preguntó si podía donarla al centro que la curó.
Él le preguntó si estaba segura de desprenderse de su premio, ella conteniendo las lágrimas rindió su particular homenaje al hospital: "Gracias, nunca voy a ser capaz de pagar todo lo que han hecho por mí, pero lo que están haciendo es maravilloso. Es un honor estar aquí junto a todos los demás soldados, no puedo pensar en ningún otro lugar en el que preferiría estar".
De las casi lágrimas pasaron a las casi carcajadas. Conversaron largo y tendido en la tienda del equipo estadounidense, en la que el Príncipe se preocupó primero y quitó hierro al asunto después bromeando con Elizabeth: se probó su raquítica chaqueta para un hombre ante las risas de los demás deportistas presentes. El buen humor reinó siempre en compañía del príncipe Harry.
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Como en los cuentos de hadas que se precian de serlo, nuestro prínipe azul quitó los encantamientos de desencanto y revivió a todas con sus besos. Especialmente cariñoso fue el que plantó a la ciclista estadounidense Katie Koupier, que sufrió una herida de bala en la cabeza en 2013. Katie, anteriormente analista de inteligencia para el ejército de Estados Unidos, conoció al príncipe Harry desde el principio del torneo junto a sus compañeros del equipo ciclista.
Dio el más cortés en la mano, que deleitó a la propia dama, a la nonagenaria Ruth Uffleman, y arrancó suspiros a las demás poniendo feliz final a estos extraordinarios Juegos Invictus. Unos Juegos en los que cerca de 500 atletas de 14 países diferentes se convirtieron en amos de su destino. Unos Juegos en los que el Príncipe fue capitán de su alma.
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