¿Qué tesoros se esconden en los armarios del Palacio de Kensington?
El Palacio de Kensington ha sido la residencia de monarcas británicos desde finales del siglo XVII y en pleno corazón de Londres representa uno de los edificios más famosos e históricos del Reino Unido. ¿Qué tesoros se pueden esconder en unos armarios que han servido a reinas y princesas durante décadas? Ahora lo sabemos, hay espectaculares vestidos que un día lucieron la reina Isabel, la princesa Diana o la princesa Margarita.
La actual residencia en la capital de los Duques de Cambridge y el príncipe Harry abre las puertas, y también la de sus roperos, para mostrar dieciocho creaciones de alta costura a través de las cuales se explican las “Reglas de la moda” –nombre de la exposición- o lo que es lo mismo, cómo tres mujeres de la realeza a lo largo de cuatro décadas crearon un estilo propio estableciendo sus propias reglas con gusto y aplomo.
Diana de Gales y su ‘estilo Catherine Walker’, en imágenes
Los vestidos más inolvidables de la historia
Los vestidos de la Reina de Inglaterra son los que definen la década de los cincuenta, una época de optimismo e innovación en la Gran Bretaña de la posguerra. Ella fue la pionera en seguir las “reglas de la moda” sin dejar de vestirse del modo que se esperaba de una soberana. De este modo, una joven Reina sumó a las siluetas de “reloj de arena” imperantes sus propias normas. Por ejemplo, incluir los colores de la bandera del país anfitrión en sus vestidos de noche o apostar por los tonos pálidos cuando el protagonismo era de la insignia o condecoración de su pecho.
Su hermana, la princesa Margarita -a la que en la exposición se alude como a la “Rebelde real”- es la encargada de definir y romper a la vez las reglas de los 60 y los 70. Desde que el pop británico sorprendiera al mundo, hasta el nacimiento de la contracultura hippy, la princesa Margarita gozaba de mayor libertad para adaptarse a las modas y, según cuenta la exposición, sentía menos presión para apostar únicamente por diseñadores británicos.
Por último, una guinda de oro para guiar al visitante a lo largo de los años ochenta: la princesa Diana de Gales. Tras el declive que sufrió la industria en la década de los setenta, tomaron posiciones las industrias informáticas y bancarias, en definitiva nació la cultura del “más es más”. Las mujeres que ascendían en trabajos de oficina se hacían un "vestidor ejecutivo" a la medida de su poder en el mercado laboral, "reinaba" las faldas lápiz y las hombreras, igual que en la glamurosa novela estadounidense Dinastía.
La joven princesa Diana navegó entre esas aguas, lo que le valió el apodo durante un tiempo de “Dinastía Di”, un sobrenombre que con su trabajo humanitario desterró para ser conocida por siempre como “la Princesa del pueblo”. Tras su matrimonio con Carlos de Inglaterra comenzó su andadura para convertirse en un icono, en un momento en el que la moda estaba marcada por el drama y el glamour, con adornos atrevidos, hombros anchos, cinturas caídas, lentejuelas y aplicaciones brillantes. Diana de Gales revitalizó la industria británica y popularizó nombres como los de Bruce Oldfield –diseñador de su vestido nupcial- o Catherine Walker.