Las joyas más bellas y deslumbrantes se encuentran a su disposición en los cofres de la Familia Real británica, pero anoche la Duquesa de Cambridge recurrió a otro joyero de máximo valor sentimental para ella: al de su madre, y tomó prestados los chandelier de aguamarinas que Carole Middleton había lucido acompañando a su vestido negro de volantes en el gran final de fiesta de la inolvidable Boda Real. Unos pendientes impresionantes al estilo de las majestuosas joyas reales y que ayer brillaron igual de brillante con ocasión del estreno mundial de la última película de James Bond, el agente "al servicio de Su Majestad", en el Royal Albert Hall de Londres.
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Los pendientes tipo chandelier se estilan mucho en Palacio. La reina Letizia, que inspira a menudo a la Duquesa, los lleva de brillantes y por supuesto de aguamarinas; la princesa Mary, otra de las damas reales de las que toma más ideas para su vestuario oficial, también los tiene en varios colores, de rubíes y de aguamarinas que no falten, y a estos se suman, por poner un ejemplo, los Graff de aguamarinas y diamantes de Charlene de Mónaco y los Cartier de brillantes de Máxima de Holanda.
Abundan los pendientes de zafiros, topacios y aguamarinas en el estuche de la Duquesa de Cambridge, que tiene predilección por el azul, pero los únicos chandelier que había llevado (y repetido, prueba de lo mucho que le gustan) hasta el momento eran los de la Reina madre que se puso para su primera cena de gala de Estado. Así que para coronar el vaporoso vestido en gris claro, con abertura en la espalda de su diseñadora favorita, Jenny Packham, hizo lo que cualquier hija (de vecina) hubiera hecho: acudir al joyero de mamá.
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Paloma Rocasolano, fiel a sus pendientes favoritos
Genes de estilo 'real': doña Letizia y su madre, como dos gotas de agua
Que de vez en cuando las hijas echen un vistazo, tomen ideas y, tal vez, alguna que otra prenda prestada del armario de mamá (y viceversa) ocurre en las mejores familias, incluso en las Familias Reales. Como si se tratara más de una cuestión de la naturaleza femenina que de una afición. Más el efecto de un gen -por supuesto, incluido en el genoma regio- que una costumbre. También en Palacio madres e hijas comparten estilo, diseñador, joyas y, en algunos casos de coincidencia de tallas, hasta ropa, como la Reina y Paloma Rocasolano, Rania de Jordania y la princesa Imán, Carolina de Mónaco y Carlota Casiraghi, Estefanía de Mónaco y Paulina Ducruet... Y las que vendrán. Madres e hijas comparten no sólo lo que son, sino también cómo quieren ser (y ser vistas). Y es que la moda, como la monarquía, se hereda.
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