Aún sonaban los ecos de aquel Candle in the wind interpretado con maestría y emoción por Elton John en la Abadía de Westminster… Aún permanecían en la retina de los británicos los miles y miles de flores depositadas a las puertas de Kensignton, de Buckingham, de Althorp… Y aún emocionaba pensar en aquel centro floral blanco sobre un ataúd con esa sencilla nota que decía “mummy” (mami)… Cuando el 9 de abril de 2005, ahora hace 10 años, el Príncipe de Gales pronunciaba en Windsor el segundo “sí, quiero” de su vida ante la mujer que realmente amaba, aún estaba en la memoria de todos la figura, vida y trágica muerte de su primera esposa, Diana Spencer, la Princesa del Pueblo.
La boda de Carlos y Camilla había tenido que retrasarse un día en el último momento (estaba inicialmente prevista para el día 8) por coincidencia con los funerales de Juan Pablo II. Pero un día ya no era nada comparado con todos los años, más de tres décadas, que ambos tuvieron que esperar para que su amor de juventud se viera consagrado por la ley de Dios y la del Hombre. Pasando por encima de esa memoria colectiva que añoraba a la “reina de las portadas del papel cuché” y superando la antipatía de la opinión pública que le había apodado como “la Rotweiller” cuando era “la otra”, Camilla Parker Bowles se vistió blanca y radiante para una primera ceremonia civil y de largo y corte princesa para la bendición canónica en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.
Han pasado 10 años. Pero han pasado muchas, muchas cosas. Los “recién casados” han viajado por el mundo demostrando que son capaces de ponerse collares de flores o bailar una ranchera o un bollywood según toque, han visitado escuelas, inaugurado hospitales y viajado en metro acercándose a la gente corriente para demostrar que son de carne y hueso, han estado al lado de la reina Isabel en los momentos más solemnes demostrando que son Altezas Reales como dios manda, él ha llegado a presentar El Tiempo en la BBC y ella ha demostrado su gran sentido del humor en todos los actos oficiales a los que asiste, la mayoría de ellos solidarios, “hablando hasta con las paredes” según cuentan quienes la rodean.
Han pasado muchas cosas pero la principal es que han sido aceptados por la sociedad británica y ya tienen el aprobado como matrimonio y como heredero de la corona y su consorte. En esa aceptación ha tenido mucho que ver la cercanía que han mostrado en todo momento con la “pareja de moda” de la realeza británica, los duques de Cambridge, Guillermo y Kate. En esa aceptación ha tenido también mucho que ver que ambos se han mostrado como los perfectos “abuelos” del bebé más popular del planeta, el príncipe George. Y lo más importante de todo: en estos diez años, Camilla, que ha cumplido ejemplarmente sus obligaciones y no ha cometido ni un solo desliz, ha sido aceptada plenamente por la reina Isabel.
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Su décimo aniversario de boda lo pasarán Carlos y Camilla apartados del mundanal ruido. Van a celebrarlo en la intimidad en su residencia de Brikhall, en las inmediaciones del Castillo de Balmoral, en Escocia. Allí les gusta retirarse para descansar, pescar, pintar, montar a caballo y cuidar el jardín… Allí disfrutaron de su luna de miel y allí celebraron su primer aniversario de boda. Allí, este 9 de abril de diez años después, mirarán atrás, pararán el tiempo y, sin pensar en el futuro, brindarán por toda una vida de amor.