Es un rumor que ha hecho soñar a Europa con un nuevo romance real. La revista neerlandesa Privé publicaba, hace unos días, que Amalia de Holanda habría encontrado a su príncipe azul, Boris de Bulgaria , y estaría sopesando la posibilidad de mudarse a nuestro país.
Sin embargo, tal y como ha podido saber ¡HOLA!, por el momento, sólo se puede hablar de una gran amistad. El hijo mayor de Miriam de Ungría y el recordado Kardam de Bulgaria es una de las personas de máxima confianza de la futura reina de Holanda. Comparten ‘pandilla’ de amigos, y, por ello, no es extraño verlos juntos en algunas ocasiones -como la boda de la duquesa de Medinaceli, el pasado mes de octubre, en Jerez- ni que coincidan en muchos de los planes de la princesa de Orange cuando visita Madrid.
Al igual que su madre, Amalia es una enamorada de nuestro país; y suele ‘escaparse’ a la capital, donde ahora vive Boris -que, como avanzamos en ¡HOLA!, está estudiando un máster en Relaciones Internacionales en la IE Business School-.
Pero, más allá de todo lo que tienen en común -ambos son herederos, aunque Boris es un príncipe sin trono- la suya es una relación especial, que se ha cultivado durante tres generaciones. Se conocen desde siempre: sus abuelos, los reyes Margarita y Simeón de Bulgaria y la reina Beatriz de Holanda están muy unidos; y la madre de Boris es íntima amiga de Mabel de Holanda -tía de Amalia-. Las dos princesas se encontraron de la mano de sus maridos, los príncipes Kardam y Friso, quienes murieron tras dramáticos accidentes; vivieron, por un tiempo, en la misma ciudad; y hasta sumaron fuerzas en una iniciativa solidaria con el objetivo de ayudar en la lucha contra el matrimonio infantil.
El apoyo entre las dos familias es mutuo y se han arropado en los momentos más difíciles. En el último adiós al príncipe Kardam, los reyes Máxima y Guillermo, volaron, junto a la reina Beatriz, hasta Madrid para estar presentes. Y el emotivo abrazo en el que se fundieron Máxima y Miriam a las puertas de San Jerónimo el Real lo dijo todo: no estaban allí como representantes de su Monarquía, sino como los amigos cercanos de una familia que vivía un duelo.
Amalia y Boris han crecido, por tanto, rodeados por ese cariño y respeto que sienten las dos Casas Reales; y mantienen esa conexión, pese al paso del tiempo. Conscientes, también, de que la suya podría ser una boda que uniría los destinos de dos dinastías… y llenaría de ilusión a sus seres queridos.