Al principio, creía que era una tontería: “¿Qué he logrado? No eres Nelson Mandela y no has erradicado el Apartheid. ¿Por qué ahora?”, pero Amalia se volvió cada vez más entusiasta con el proyecto que comenzó en marzo. No solo se trataba de mantener la tradición —los herederos al Trono de los Países Bajos publican su primera biografía a los dieciocho años —, también quería compartir todo lo que le parecía importante para que se la pudiera conocer mejor.
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Sus padres, los Reyes Guillermo y Máxima, la han protegido para que pudiera crecer lejos de los focos, pero, el próximo 7 de diciembre, alcanza la mayoría de edad y tenía que dejar de ser una ‘desconocida’. Con este libro, Amalia, escrito por la humorista y presentadora Claudia de Breij y publicado por la editorial Pluim, se ha cumplido el objetivo: se ha ‘presentado’ a los ciudadanos, hablando con sinceridad de su vida y sus pasiones, antes de empezar a tener un mayor protagonismo como su futura Reina.
En el caso de que su padre muriera repentinamente, le pediría a Máxima que asumiera el Trono temporalmente, pero “estoy al servicio de mi país y entrego mi vida a los Países Bajos”
Amalia es el reflejo de muchas horas de conversación. Para construir un relato sincero, la princesa invitó a Claudia de Breij al palacio Huis ten Bosch (La Haya) seis veces, compartió tiempo con ella en las caballerizas, almorzaron juntas en un chiringuito de playa, intercambiaron mensajes de texto y correos electrónicos… y consiguieron un resultado “genial que muestra una imagen muy hermosa de quién soy”, aunque Amalia siente curiosidad por saber qué pensará dentro de cuarenta años. Traemos a nuestras páginas extractos del libro con declaraciones de la princesa, así como algunas imágenes de su álbum personal.
Así es la heredera
A lo largo de las 112 páginas del libro, descubrimos que no le gusta presumir ni que se presuma; que no ha dado problemas en casa —“nunca fui rebelde y encuentro muy irritante discutir”—; que no es una persona muy religiosa, aunque cree que hay algo después de la muerte, y que hubo un tiempo en el que lloraba hasta que se quedaba dormida. También que, aunque estudia en el último momento —son sus noches en vela—, quiere las mejores notas y se gradúa cum laude . Que, si pudiera retroceder en la historia, hubiera eliminado los discursos de Cicerón “para que yo no tuviera que traducirlos dos mil años después…”. Y que, de no estar escrito su destino, optaría por el mundo de los negocios.
Amalia es una joven perfeccionista, concisa en sus palabras, cautelosa, seria y divertida a la vez, cálida e increíblemente sincera.
Ser reina
Cuando era niña, Amalia tenía muchas ganas de ser princesa, adoraba a las Barbies princesas y le gustaba ver “películas de princesas, especialmente de Sissi, interpretada por Romy Schneider”… Pero la comprensión de lo que la espera en el futuro llegó con nueve años, en 2013, durante la entronización de su padre. “Fue como un golpe en la cara. Toda esa gente me miraba como si tuviera un pez dorado en la cabeza”. “Ese día, también fue un gran empujón en la otra dirección. En lugar de una carga, comencé a verlo como un honor”. Aun así, tardó cinco años en reconciliarse con su destino —”nací dentro de una vida. Estoy al servicio de mi país. Entrego mi vida a los Países Bajos”— y, por supuesto, espera que el día en el que se convierta en Reina esté muy lejos. Por ello le pide al Rey “que lleve una buena dieta y haga deporte”. ¿Y si la Monarquía desaparece? “Entonces continuaré con mi vida. Pero la Monarquía es mucho más grande que yo”.
La familia
De la Reina Máxima, Amalia dice que “siempre está ahí para mí” y que, por un lado, es su madre, y por otro, “mi amiga y mi colega”. “Puedo bailar con ella hasta las seis de la madrugada, pero, a la mañana siguiente, puede recordarme que limpie mi habitación”.
Con su padre también tiene mucha complicidad, pero es más severo. De sus hermanas señala que, mientras ella y la princesa Ariane (catorce años) intentan mantener la paz en la familia, la princesa Alexia (dieciséis) es más contestona. También que la pequeña es una soñadora y que, a medida que han ido creciendo y saliendo juntas, se lleva mejor con su hermana mediana.
Su habitación
Frente a la majestuosidad del palacio Huis ten Bosch, que enseñaba a sus amigos del colegio, un poco avergonzada, después de la mudanza (2018), la autora explica que su cuarto es un espacio no demasiado grande y acogedor. Hay una cama, un escritorio y un sofá con cojines con imágenes impresas de amigos brindando. Un mapa del mundo gigante cuelga de una de las paredes y, en otra, ha pegado un collage de fotos que hizo ella misma. También están presentes las rosetas y trofeos como amazona y una foto de Amalia tirada en el césped con su tía Inés.
Un terapeuta
De pequeña acudía a una psicóloga infantil y, ahora, cuando lo necesita, sigue recurriendo a un terapeuta. “Para mí no es ningún problema decirlo en público. A veces, todo se vuelve demasiado para mí. (...) Si siento la necesidad, pido una cita. Me desahogo, lo saco todo y ya estoy lista para un mes”. “Hablar con un profesional de vez en cuando es bastante normal, especialmente, después de lo que le pasó a mi tía”.
Los seres queridos que ya no están
Su tío Friso murió en 2013, un año y medio después de quedar enterrado bajo una avalancha de nieve mientras esquiaba fuera de pista, en Lech. Y su tía Inés, hermana de la Reina Máxima, se suicidó en 2018, a los treinta y tres años. “Recibimos la noticia. Fui a la escuela ese día. Me vestí mejor que de costumbre y me maquillé… Como una capa de pintura sobre algo que está roto. Pero solo pude llorar… Trato de pensar que ella está mejor ahora. Que está con mi abuelo”. Cada vez que visita una iglesia, enciende cuatro velas: una para Friso, otra para Appa (su abuelo Claus), una para Coqui (“ese es mi otro abuelo”) y, la última, para Inés.
Canta muy bien
Le encantan los musicales, toca el piano y, según la autora, canta muy bien. “Su voz es clara. Tiene volumen, mucho dinamismo y un timbre muy singular. El tipo de voz que hace girar sillas en los programas de televisión”. “Lo conseguí de mi madre”. Solo canta para amigos y familiares y no le gusta mucho que sus padres le pidan que toque algo cuando hay visitas. “Cantar es algo que me guardo para mí”, porque la música es una forma de deshacerse de la tristeza o expresar emociones, y le ofrece consuelo.
Amor y matrimonio
No muestra ninguna duda de que quiere casarse y tener hijos y ya ha pensado en el permiso requerido para contraer matrimonio: “Si es el hombre que me apoya, a quien amo, con quien quiero pasar mi vida, y el Parlamento no lo aprueba, bueno, entonces vería qué puedo hacer”.
Le gusta que los chicos tengan buenos modales; piensa que los alemanes, generalmente, lo son más que los holandeses, y dice que “una relación no tiene por qué ser un secreto, pero debe ser privada”. Ella es muy romántica, pero mantiene a la prensa lo más alejada posible, porque “una vida amorosa es bastante complicada”.
Es muy perfeccionista, divertida y romántica, y dice que “si el hombre que me apoya, a quien amo, con quien quiero pasar mi vida, no recibe la aprobación del Parlamento, entonces tendría que ver qué hago”
No cuenta si actualmente tiene novio, pero revela que, cuando un chico quiso salir con ella, en la secundaria, le agradó tanto la idea de gustarle a alguien que dijo que sí. Pero esa relación solo duró tres meses y terminó abruptamente.
Ya sabe qué tipo de vestido quiere usar el día de su boda y, cuando le muestra a la autora de su biografía los carruajes guardados en los establos reales, señala uno de cuento de hadas: el ‘Crème Calèche’: “Puede que quiera este cuando me case”.
El pasado mes de octubre, el primer ministro en funciones, Mark Rutte, aseguró que Amalia podría reinar aunque se case con una mujer y la princesa añade que “no creo que fuera un gran problema en mi familia”. Hablando más del tema, Amalia bromeó diciendo que, si los matrimonios del mismo sexo llegaran a las casas reales, entonces tendríamos “a más mujeres que puedan usar tiara”.
Experta en tiaras
“¡Sí!, amo las tiaras. Muéstrame una y sabré de dónde viene. Puedo reconocer todas las tiaras de Europa. De niña solía ponerme las de mi madre y también sus joyas”. Como prueba, la fotografía en la que aparece con la ‘Mellerio Ruby’, cuando tenía nueve años. “Mi madre se estaba maquillando y yo me puse la tiara. Cuando era muy pequeña, era habitual que mientras se preparaba para una cena importante fuera por la casa preguntando: “Amalia, ¿dónde está mi anillo?””.
Una gran amazona
Empezó a montar con cuatro años y, si hubiera querido, podría haber alcanzado un nivel olímpico, pero el problema es el tiempo que no puede dedicarle. Su impresionante caballo, ‘Mojito’, es su responsabilidad. “Si no lo cuidas tú misma, no tienes derecho a montarlo. Si realmente me quieres conocer, debes verme cuando estoy con mi caballo. Es en ese momento cuando realmente puedo ser yo”.
Esquiar fuera de pista
Odia correr, pero hace ejercicio. Además de montar a caballo, le gusta la vela y siempre ha jugado al hockey y al tenis. A veces, también navega, cuando está en Grecia, y le encanta esquiar. Preferiblemente, fuera de pista, como a su tío Friso, lo que recordó al accidente que le costó la vida, aunque dice que con todas las garantías: “Tuve un entrenamiento especial, eh. Y tengo todos los medios para el peligro de avalanchas, un buscapersonas, una mochila especial... Y siempre vamos con guía”.
Toca el piano, canta muy bien y es una experta en tiaras. De niña se ponía las de su madre, de la que dice: “Puedo bailar con ella hasta las seis de la madrugada y, al día siguiente, recordarme que limpie mi habitación”
La ropa
Recibe dinero de bolsillo y no paga su ropa. Su madre suele elegir la de los momentos importantes y le parece bien. Cuando van de compras juntas, pelean normalmente y no compra nada de lo que le dice, pero Máxima se lleva a casa algo de todos modos. Y, después, cuando su madre ya se lo ha puesto tres veces, Amalia dice: “Por cierto, cogí esa camisa de tu armario”. “Lo sabía”, suele ser la respuesta: “Era para ti”.
Camarera en un club de playa
Amalia ha trabajado en un club de playa, que pertenece a los padres de una amiga. Sobre esa experiencia cuenta que era una torpe —”no soy un héroe con bandejas”—, pero que aprendió a hacer tapas, poner cañas y que, según su jefa, es una reina de los cócteles.
Universidad
Después del año sabático que está disfrutando, quiere ir a la universidad en los Países Bajos, pero lo más probable es que obtenga su título de maestría en el extranjero. “Me gustaría estar fuera de los Países Bajos durante dos años”. Sus intereses pasan por la historia, la economía, el derecho y las relaciones internacionales.
“Aún no les he contado sobre mi viaje”
En 2019, se fue a Sudáfrica catorce días, con nueve niñas, dos guías y sin teléfono. Caminaban con mochila una media de diez kilómetros diarios por la sabana y dormían bajo las estrellas. “Todo lo que necesitas lo llevas a la espalda… Nada en un arroyo con agua helada de la montaña, recoge leña, haz tu propio fuego, turnándote para vigilar por la noche, aprende a decir la hora con las estrellas. Cada participante también tiene que pasar cuarenta horas en una montaña solo para conocerse a sí mismo. Todo lo que tienes contigo es un cuaderno y un bolígrafo”.