La histórica colección de los Oranje-Nassau es una de las más bellas, abundantes y valiosas de todas las Casas Reales del mundo… Gargantillas, collares, broches, brazaletes, pendientes de todos los ‘colores’, aunque nada comparable a las veinte tiaras de la casa. Tan impresionantes que, incluso las más sencillas, las llamadas a coronar a la princesa Amalia en sus primeros pasos como mayor de edad, son extraordinarias.
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De su recorrido de hasta tres siglos y de su belleza hemos sido testigos con el despliegue de Máxima, que ha llevado hasta quince diferentes… Las más importantes, como reina, pero también una larga lista de diademas adaptadas al rango de princesa. En este sentido, Amalia, que cumplirá 18 años en diciembre) ha tenido suerte. Su madre rescató joyas que no habían sido vistas en décadas y mandó rehacer otras, que por su diseño no eran acordes a los usos del siglo XXI.
Un cofre inmenso en comparación con el de las princesas Leonor, Elisabeth e Ingrid de Noruega en el que, las diademas soberanas ‘conviven’ con otras versiones más sencillas como la corona de laurel, la tiara de espigas de trigo, la festón… Vamos a hablar de ocho de ellas. Un legado que abraza especialmente las eras de Anna Paulowna, esposa del rey Guillermo II; Sophie de Wurtemberg, primera esposa del rey Guillermo III y la reina Emma.
Las estrellas de Máxima
Los orígenes de la tiara se remontan a principios del siglo XIX, cuando Sofía de Wurtemberg se casó con Guillermo III y se llevó como dote un gran número de joyas. Entre ellas, la base de esta diadema de hojas de fresa, que puede usarse con botones de perlas y, desde la boda de la Reina Máxima, en 2002, con las 5 estrellas de 10 puntas de la Reina Emma. Un motivo muy de moda en la época debido a la influencia de la emperatriz Sissi.
Ana Paulovna y las perlas antiguas
Conocida también como la diadema de las perlas antiguas, puede llevarse con siete perlas naturales -la mayor, de cuarenta y un gramos-; y sin ellas. Fue la primera tiara que usó Máxima (sólo la base con flores de lis) siendo novia de Guillermo. Las joyas también “crecen” a medida que las princesas van cumpliendo años y asumiendo más responsabilidades.
Su diseño se remonta a la Gran Duquesa Anna Pavlovna de Rusia -se la hizo Duval, el joyero de la corte para la investidura de su esposo, el rey Guillermo II (1840)-, aunque la original habría sido robada encargando una réplica, su nieta, la reina Guillermina.
Se dice que cuatro de las perlas que la coronan pertenecieron a la princesa Amalia (1602 y 1675), esposa del el Príncipe de Oranje Frederik Hendrik -no existía todavía la figura de “Rey de los Países Bajos”- y, de ahí el nombre de las perlas antiguas.
La diadema Laurel
La tiara laurel, de estilo imperio, sería perfecta para el debut de la princesa Amalia. Su madre, la reina Máxima, no la usado nunca, pero su historia está ligada a la de su abuela, la ahora princesa Beatriz, quien la recibiría por su 18° cumpleaños (1956) como regalo de sus padres, la reina Juliana y el príncipe Bernardo. Aunque otras fuentes apuntan a que es la más antigua de la casa atribuyéndole más de dos siglos.
Beatriz hizo su debut como princesa heredera con esta joya y la usó con frecuencia cuando era joven, al igual que sus tres hermanas. En 2001, su nuera Laurentien la eligió para su boda con el Príncipe Constantino.
La tiara de las Espigas
Las ocho espigas de trigo eran broches que pertenecieron a la reina Catalina de Württemberg (1788 -1819), madre de la reina Sofía de los Países Bajos, y se montaron como tiara con estructura de plata en la década de 1950. La reina Guillermina las llevaba en un kokoshnik de seda; Juliana eligió la diadema para grandes acontecimientos (le encantaba); y la reina Máxima todavía no la estrenado, aunque sí usó dos de las espigas (desmontables) en el 50 cumpleaños de su marido.
La faja de 100 quilates
La tiara bandeau (conocida también como “faja”) consta de 27 grandes diamantes de talla antigua y con un peso de más de 100 quilates, siendo el mayor, el central. Algunas fuentes apuntan a que las piedras preciosas datan del siglo XVIII y pertenecieron a la princesa Anna de Hannover; pero la historia remarca que la reina Emma las recibió como juego nupcial (1879), en un collar riviere de 34 diamantes, realizado por Alfred Josephus Jitta, joyero oficial de la corte de la reina Sofía. Su hija Guillermina mantendría el diseño original llevándolo en su coronación en 1898 y en su boda, pero, en 1937, la reina Juliana decidió montar los diamantes como bandeau y así ha permanecido durante un siglo. La “Faja” es una de las preferidas de Máxima y la eligió para despedir a Beatriz como reina.
La tiara de aguamarinas
La princesa Juliana la recibió como regalo de su madre, la Reina Guillermina, cuando cumplió 18 años. La base es de platino y lleva siete aguamarinas de Brasil corte briolette . Fue la segunda tiara de Máxima. La llevó cuatro meses antes de su boda, en la visita de Estado de los Reyes Juan Carlos y Sofía (2001). El juego del aderezo de aguamarinas lo completan la enorme gota “azul”, que habría pertenecido a Anna Pavlovna (era su piedra sagrada); aunque otras fuentes apuntan, siendo menos probable, a que fue un regalo de su futuro marido, el príncipe Bernardo. También, un collar estilo Belle Époque encargado por la reina Emma con seis grandes aguamarinas cuadradas y una rectangular; un par de pendientes y diferentes broches.
Peine de diamantes (Honey Comb)
Perteneció a la Reina Guillermina (1903) y, después, estuvo desaparecida durante un siglo. Máxima la rescató para las celebraciones de boda de Victoria de Suecia (2010) usándola en este primer momento como broche de pelo. La pieza está ‘tejida en redecilla’ con tres hilos de diamantes de diferentes tallas y peso.